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Full text of "La leccion politica de los Reyes Católicos"

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[NALES DE LA UNIVERSIDAD DE VALENCIA 
| AÑO XXVI — CURSO 1952-53 CUADERNO 1- FILOSOFIA Y LETRAS 


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| PABLO ALVAREZ RUBIANO 


CATEDRATICO DE LA ¡FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETRAS 


LA LECCION POLITICA 
DE LOS REYES CATOLICOS 


LECCION INAUGURAL DEL CURSO 1952-1953 


SECRETARIADO DE PUBLICACIONES 


INTERCAMBIO CIENTIFICO Y EXTENSION UNIVERSITARIA 
(UNIVERSIDAD DE VALENCIA) 


I 


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ki (` Biblioteca 


ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE VALENCIA 


Se publican a través del curso académico, a base de un cuaderno o 
fasciculo para cada una de las Facultades universitarias, completado 
por uno de Crónica, en el que se recoge la actividad general de la 
Universidad, durante el respectivo curso y de sus distintas Faculta- 
des, instituciones y servicios. 

La publicación de Anales, puesta bajo la alta dirección del Mag- 
nifico y Excmo. Sr. Rector de la Universidad y de los Iltres. Sres. De- 
canos de las cuatro Facultades, se halla confiada a una Comisión de 
Redacción, integrada por los siguientes señores: Director, Mustrisimo 
Sr. D. José Santa Cruz Teijeiro, Decano de la Facultad de Derecho y 
Director del Secretariado de Publicaciones. Vocales: don Antonio Llom- 
bart Rodríguez, Catedrático y Vicedecano de la Facultad de Medicina; 
don Pablo Alvarez Rubiano, Catedrático de la Facultad de Filosofía 
y Letras, y don Enrique Costa Novella, Catedrático de la Facultad de 
Ciencias; Secretario, don José María Font Rius, Catedrático de la Fa- 
cultad de Derecho y Secretario del Secretariado de Publicaciones. 

El Secretariado de Publicaciones, Intercambio Científico y Extensión 
Universitaria, desea que Anales de la Universidad de Valencia pueda 
servir, a su vez, de intrumento de relación con otras Universidades y 
organismos científicos de España y del extranjero, y a este fin orga- 
niza su distribución, principalmente, por el sistema de intercambio, 
con las publicaciones de estos centros, bien de la totalidad de sus fas- 
cículos, bien de sólo aquellos que interesen en cada caso en función 
de la respectiva especialidad. Asimismo, para otros organismos, par- 
ticulares, etc., tiene establecido el régimen de venta por cuadernos 
independientes. 


..... 


Toda clase de correspondencia dirigirla al Secretariado de Publi- 
caciones, Intercambio Científico y Extensión Universitaria. Universidad 


de Valencia (España). 


PABLO ALVAREZ RUBIANO 


LA LECCION POLITICA 
DE LOS REYES. CATOLICOS 


ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE VALENCIA 
AÑO XXVI — CURSO 1952-53 CUADERNO I- FILOSOFIA Y LETRAS 


PABLO ALVAREZ RUBIANO 


CATEDRATICO DE LA FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETRAS 


LA LECCION POLITICA 
DE LOS REYES CATOLICOS 


LECCION INAUGURAL DEL CURSO 1952-1953 


SECRETARIADO DE PUBLICACIONES 


INTERCAMBIO CIENTIFICO Y EXTENSION UNIVERSITARIA 
(UNIVERSIDAD DE VALENCIA) ; 


INDICE 


Pag. 

INTRODUCCION ,.. csc 00. 00. cou oes aus sre nae cee sue Bee ser one one 7 
EL TEMA ELEGIDO . di eae es bai RAs SOG Gel Key Gees 11 
Orientación Bibliográfica del velado Sie: Haake REE ang ke as 13 

La tesis de nuestro discurso +... ... ses ses ses ves sss sss sss 25 

I. LOS REYES Y SU DIMENSION HUMANA ... ... ... ... ... 31 

IL. EL PODER REAL (a reconstrucción del Estado) ... ... 51 
A) La herencia anárquica y el restablecimiento del orden. 54 

B) La Santa Hermandad ... ... ... ... uno cee uno... cre ce 58 

C) La revisión de mercedes ... ssa 455 cee xen see nen es sss 63 

D) La pacificación del reino ... ... sss aer cee cee ses cee sss 67 

E) La incorporación de los maestrazgos ... ... ... ... ... 71 

F) La justicia como factor esencial del Estado ... ... ... 73 

G) Legislación ....... k Mar Seu ete sands See Get Bek See EEE sss 79 

H) Instituciones polias: Consejos, Secretarios, Cortes. 81 

I) UNIDAD POPULAR ARMONICA ... 0... 00. 00. eee 87 

HI LA ORIENTACION POLITICA ... ... ... ... ooe aa. cono ee eee 89 
A) Unidad peninsular ... ... oee oee ses sss sss oss ass sss sa, 91 

B) Unidad religiosa ... ... ... Liu ser ser nee cee sss sss rer ss, 93 

C) Politica internacional ... ... oo. 2... cas ee sss sss sss saa 105 

D) América y la política colonizadora ... ... ... ... ... 111 

E) Política económica ... ... ... ooo coo ooo cee s s eee s L15 

F) Política social . gf dels Gey aa sted pue cae A ÍA AA A 118 

G) Política sulake y r artistica ihe wel nae’ den aa Sa Sas ar 120 

IV. LA LECCION POLITICA DE LOS REYES CATOLICOS ... 123 
A) Bases para una interpretación histórica ... ... ... ... 125 


B) El ejemplo perdurable ... ... oos oes ccoo aaa a ooo eno o... 128 


Macnírico Y ExceLENTÍSIMO SEÑOR, 
AUTORIDADES, 

CLAUSTRO UNIVERSITARIO, 
ESTUDIANTES VALENCTANOS, 


SEñoRaAs Y SEÑORES: 


INTRODUCCION 


Siguiendo el turno de rotación reglamentariamente establecido, me 
corresponde este año el alto honor de pronunciar ante vosotros el dis- 
curso de apertura de la Universidad, que abre otra vez sus aulas vene- 
rables a las tareas de un nuevo curso. ` 

Fiesta universitaria por excelencia, la mds grande acaso que nuestra 
existencia profesional ofrece, y al propio tiempo, la que permite, con 
su isócrona periodicidad, establecer unos instantes de general convi- 
vencia en torno al viejo recinto, mostrando a la sociedad los frutos 
de la misión cultural altisima que nos tiene encomendada y haciendo 
que, al menos por unos momentos, sea realidad tangible, no solamente 
la comunidad de maestros y escolares, con arreglo a la definición de 
Alfonso X (1), sino que participen en ella también todos los que habi- 
tualmente no forman parte de nuestras inquietudes y desvelos, y asis- 
ten, honrándonos con su presencia, a esta sesión inaugural. 

Porque yo bien sé que lo que para nosotros es obligación y deber 
académicos, entraña en muchos de quienes a este acto se asocian Y 
hoy ocupan cargos de responsabilidad en la vida española, un fondo 
de sentimental añoranza, al volver a pisar los mismos claustros U 
recíntos que animaban antaño, en la época cada vez más lejana de 
sus estudios, y vienen, respondiendo a la llamada de la vetusta ins- 
titución, para sumirse, durante esta hora breve, en los recuerdos que 
renacen al contemplarla ocasionalmente de nuevo: la misma en su 
esencia, inalterable en su espiritu. l 

Hoy como ayer, venimos a iniciar un nuevo ciclo, uno más en los 
hitos de su historia, porque las personas cambian, pero la entidad 


(1) Partida 2.9, capítulo XXXI. 


Altas y bajas 
del personal 
universitario 
durante el 
pasado Curso 


PABLO ALVAREZ RUBIANO 


permanece, y a nosotros, los herederos de las generaciones de maes- 
tros anteriores, nos corresponde continuar lo que ellos hicieron. 
Ponderar mi estado de dnimo en este momento resultaria extem- 
pordneo. La solemnidad del acto, el recuerdo de tanto profesor ilus- 
tre que me precedió en análoga ocasión, con la ventaja de una sabi- 
duría o de unas artes retóricas que yo no poseo, hacen que al lado 
de la natural emoción que me produce, puesto que esta intervención 
representa un momento culminante en la carrera profesional del 
catedrático, sienta también el peso inevitable de la responsabilidad 
que significa ser intérprete ocasional de nuestra alma mater, faro 


luminoso de la cultura de un pueblo. 


Por fácil que sea mi palabra, por claras que sean las ideas que 
vaya a desarrollar o por brillante que resulte la forma de expresarlas, 
no podré alcanzar nunca la altura adonde llegaron los grandes maes- 
tros que la enaltecieron con el ancho prestigio de su ciencía y de su 
experiencia. Pero a falta de mayores virtudes, mi actuación se halla- 
rá animada de una fervorosa devoción hacía la causa de la cultura, 
que es también timbre de magisterio, aunque se fragúe en más bajos 
troqueles, porque creo que uno de los modos de servicio, lo mismo 
en la esfera universitaria que en cualquier otro orden de actividades, 
es, fundamentalmente, el de la humildad y el del cumplimiento del 
deber. 

Yo entiendo que la trascendencia de esta solemnidad, que aglu- 
tina en un ideal común el orden académico, representado por la 
Universidad, con las fuerzas vivas, socialmente permanentes, que en- 
carnan el poder militar, civil o judicial del Estado y la paternal pre- 
sencia de la Iglesia, bajo cuyo patrocinio nacieron las Universidades, 
se halla por encima de mis escasos méritos; pero también entiendo 
que no se deben rehuir las obligaciones inherentes a un cargo, a una 
profesión, a un servicio, afrontándolas serenamente, en la medida 
de nuestras posibilidades, fiados en esa poderosa lumbre interior 
que anima la voluntad humana, cuando se dirige a la consecución de 
fines que merecen el holocausto del sacrificio. 

* * * 

Y con este espiritu voy a desarrollar el tema de mi discurso, pero 
permitidme que antes aluda a las modificaciones que ha ezperimen- 
tado el cuadro de profesores, a lo largo del pasado. curso, que cons- 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


tituyen, por asi decirlo, la historia personal interna de la Universidad, 
sujeta, como toda obra humana, a la indeclinable servidumbre de la 
existencia. 

No se trata de un balance protocolario, porque en él figuran las 
bajas dolorosas y definitivas de los maestros entrañables Rodriguez- 
Fornos, Gonzalvo Paris y Marti Pastor, a las que hay que añadir la 
más reciente del profesor y secretario de la Facultad de Filosofía y 
Letras, doctor Ramón y Rodriguez-Roda. I 

No he de encarecer, porque está viva en la memoria de todos, la 
pérdida que ha significado para esta Universidad, para la ciencia y 
para todos los valencianos, la muerte de nuestro anterior Rector; de sus 
altos méritos, de sus hondos saberes, de su cordialidad y de sus sa- 
crificios, de la lección perdurable de su vida y de su muerte ejempla- 
res, nos habló no hace mucho, con magistral elocuencia y en este mis- 
mo lugar, su colaborador y sucesor en el rectorado, el doctor Corts 
Grau, al pronunciar su memorable discurso necrológico, henchido de 
dolor y sentimiento ante la desaparición de nuestro primer universi- 
tario. 

Los otros dos catedráticos fallecidos se encontraban ya en la escala 
pasiva, pero habian formado parte largo tiempo de la gran familia 
de la Universidad docente y su muerte no nos es menos sensible. 

El doctor Gonzalvo desempeñó, durante mds de treinta años, la 
Cátedra de Arqueología, Epigrafia y Numismática de la Facultad de 
Filosofía y Letras, y como discipulo suyo me siento obligado en este 
acto a enaltecer sus virtudes docentes, su capacidad ipara el trabajo 
y sus espléndidas dotes de filólogo y arabista. A él reconocen por 
maestro todos los archiveros salidos de nuestra Universidad durante 
tan largo lapso de tiempo, y de su competencia profesional dará fe 
el hechó de que hubo una época en que la mayor parte de los cate- 
dráticos de las asignaturas que él explicó, se formaron en sus aulas. 

De don Miguel Marti Pastor, catedrático de la Facultad de Medi- 
cina, las referencias son unánimes en atribuirle una competencia bien 
probada en el campo de su especialidad, unida siempre a los más 
altos valores éticos. En sus largos años de docencia o en el cumpli- 
miento de sus deberes de médico, dejó bien sentada la huella de un 
espiritu integro, comprensivo, de una dignidad profesional humana, 
cordial y altruista. 

En cuanto al doctor Ramón y Rodriguez-Roda, auxiliar y secreta- 


PABLO ALVAREZ RUBIANO 


rio durante muchos años de la Facultad de Filosofía y Letras, y, últi- 
mamente, profesor honorario de la misma, su afable humanidad, su 
simpatía, su vocación por las disciplinas del espiritu, su devoción por 
el cultivo de la literatura, en la que sobresalía por su fácil y lírica 
inspiración, eran cualidades apreciadas y ensalzadas por todos los 
que le conocían, le trataban o le tenían por camarada y amigo. 

Otra baja para el claustro de Valencia, aunque por fortuna no 
motivada por causa tan dolorosa, ha sido la del catedrático de la 
Facultad de Filosofía y Letras, doctor Garcia Sáinz, cuyo traslado a’ 
la Universidad de Barcelona, nos priva del concurso de una figura es- 
clarecida en el campo de los estudios geográficos, no sólo de España, 
sino del extranjero, y al propio tiempo del compañero siempre dis- 
puesto al sacrificio, lo mismo para la amistad que para la docencia, 
a la que siempre ha rendido un culto entusiasta y fervoroso. 

Pero también este balance tiene su haber. En él figuran los nom- 
bres de los catedráticos que vienen a llenar los huecos vacios. Proce- 
den todos ellos de otras Universidades y aportan a la nuestra un ancho 
prestigio. En nombre de la Universidad, les ofrezco oficialmente la 
salutación más fervorosa. 

Don José Beltrán Martínez, catedrático de Química Inorgánica dé 
la Facultad de Ciencias; don Victor Fairén Guillén, de Derecho Pro- 
cesal, de la de Derecho, y don Manuel Valdés Ruiz, de Patología y 
Clínica Médicas, de la de Medicina, son ya nuestros nuevos compañe- 
ros, el primero, mediante permuta con el doctor José Miguel Gamboa 
Loyarte, y los otros dos, en virtud de concurso de traslado. El doctor 
Beltrán se formó, además, en esta Universidad y se halla vinculado, 
por tradición familiar, a la docencia y a la cultura valencianas. 

Registremos también, finalmente, la jubilación del doctor don 
Vicente Martí Ortells, auxiliar numerario de la Facultad de Ciencias, 
que lo aparta, por imperativos de la edad, de las tareas docentes, en las 
que ha ejercido una parte tan activa, tan entusiasta, tan provechosa 
para todos sus alumnos; y la vuelta a la Facultad de Filosofía y Letras, 
después de ganar, por concurso-oposición, la plaza de profesor adjunto 
de la Cátedra de Geografía, de don Jesús Ros y Garcia-Pego, cuya 
hoja de servicios, durante más de treinta años de continuada labor, 
es una prueba de abnegación, de cariño y de interés por la enseñanza 
de las disciplinas universitarias. 


10 


EL TEMA ELEGIDO: 


LA LECCION POLITICA DE LOS REYES 
CATOLICOS 


Al escoger como tema de nuestra disertación la lección política 
del reinado de los Reyes Católicos, no hemos pretendido realizar un 
trabajo de investigación, sino de interpretación y síntesis, acuciados 
por la consideración de que si siempre es conveniente volver los ojos 
hacia atrás, para que el pasado nos aleccione nos fortalezca y nos eleve 
por encima de las pesadumbres que agobian nuestra existencia, ma- 
yormente la necesidad acrece cuando de temas políticos se trata, en 
nuestra España de los tristes destinos, en crisis constante a todo lo 
largo de la Edad Contemporánea, hasta que encuentra en la etapa 
actual un cauce seguro, al abrigo de los vaivenes partidistas, en la 
línea histórica de los grandes ideales, en cuya llama purificadora se 
forjó su temple y su grandeza. 

Pero séame permitido aclarar, debidamente, mi posición metodo- 
lógica. Con ello, no predico el retorno hacia la desdeñada Filosofía 
de la Historia, al menos en el sentido inoperante y estéril de escuelas 
y sistemas, con que fué cultivada en el siglo xix, puesto que es evi- 
dente que no hemos historiado todavía suficientemente la época mo- 
derna de España y, por lo mismo, están por extraer las enseñanzas 
que se deduzcan de su estudio. 

Como catedrático de la disciplina de Historia Moderna de España, 
vengo sosteniendo la necesidad de acometer sistemáticamente la in- 
vestigación de los materiales existentes en los archivos españoles, y, 
también, en los de aquellos países con historias paralelas y subordi- 
nadas, en buena parte, en este período, a la nuestra, cuyo volumen 
es extraordinario y cuyo análisis puede ser de una gran importancia 
para la elaboración del ciclo que contiene la verdadera historia na- 
cional del pueblo español, desde sus orígenes hasta nuestros días. 


II 


PABLO ÀLVAREZ RUBIANO 


Sin el conocimiento de sus fuentes no es posible la reconstrucción 
de la época moderna, pero su misma abundancia y la falta de un 
auténtico espíritu de escuela o equipo entre sus investigadores, seme- 
jante al que inspira la labor conjunta de los medievalistas o de los 
prehistoriadores, ha dificultado sobremanera un estudio exhaustivo 
y rigurosamente cientifico. Y resulta por demás doloroso, porque la 
época histórica moderna es, en rigor, la propia y genuina de nuestra 
España en esencia, hasta el punto de que todo lo anterior no sea más 
que preesencia o presentimiento, camino de andaduras colectivas que 
sólo alcanzaron unidad y meta bajo los Reyes Católicos. 

Nuestra insistencia la justifica la misma dimensión de estas inves- 
tigaciones, no ya sólo por referirse a la espanolisima época de máximo 
esplendor, en la plenitud de nuestro poderio, logrado tras los balbu- 
ceos Centos y sugeridores del medievo, sino también porque estamos 
subordinados a ese pasado y somos, históricamente, su consecuencia. 

Sólo así, con una ardua labor previa de acopio y estudio de mate- 
riales, estaremos capacitados, en un futuro no lejano, para rehacer 
e interpretar debidamente, a la luz de nuestro auténtico ser nacional, 
exento de extranjeras y banderizas interpolaciones, la historia y la 
cultura española del Imperio más vasto que ha registrado la humani- 
dad, encontrando en las enseñanzas del pasado la raigambre orienta- 
dora de las rutas del porvenir. 

Ahora bien, la índole misma del acto inaugural, ante un audito- 
rio en el que predomina la diversidad desde un ángulo profesional y 
científico, me ha impulsado, más que a insistir.sobre un tema limi- 
tado de especialización, con sus múltiples y agobiadoras referencias 
documentales, a ensayar una labor de interpretación histórica, todo 
lo provisional y limitada que se quiera, por las razones y salvedades 
que apuntadas quedan, pero que tenga para todos una «significación 
clara y hasta, si fuere posible, un matiz aleccionador. 

El que me haya inspirado en el espejo sugeridor de la gran reina, 
que sincroniza ia hora histórica de Castilla, y del rey aragonés, cuya 
efigie figura, junto a la del pontifice Alejandro VI, en este Paraninfo, 
como fundadores de nuestra Universidad, lo explica suficientemente 
mi profesionalidad. Soy titular de la disciplina de Historia Moderna 
de España, el primero de esta Cátedra que, desde la creación de la 
Facultad: en 1900, pronuncia el discurso de apertura en Valencia, y 


12 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


es perfectamente lógico, aunque coincida con la corriente historio- 
gráfica oficiosa y en buena parte artificial que ha suscitado unas efe- 
mérides recientes, que mi lección tenga por eje a los Reyes Católicos, 
porque ellos son también el eje histórico sobre el que se sustenta 
toda la historia posterior, la clave y el principio generador de nues- 
tra nacionalidad española. 

Pues el reinado de los Reyes Católicos no es solamente la inicia- 
ción y consolidación de nuestra Historia, lo que justificaria sobrada- 
mente la atención de los historiadores, sino, juntamente con esto, 
mucho más todavía. Ellos imprimieron a España las rutas y normas 
a las que se ajustaria en el porvenir toda la vida colectiva: la politi- 
ca exterior, la política africana, la política colonizadora, la política 
religiosa, la política de reconstrucción interna, la política cultural... 
En la medida en que las generaciones posteriores han proseguido o 
se han desviado de sus derroteros, se halla el módulo revelador para 
afirmar o negar el verdadero sentido nacional de España. 


a 


Orientación bibliográfica del reinado 


El quinto centenario de los Reyes Católicos, al que todavia asisti- 
mos en la actualidad, se ha señalado, aparte de su honda significa- 
ción histórica, por un incremento extraordinario de las corrientes 
investigadoras sobre este reinado, que trata de compensar, en parte, 
la penuria de conocimientos historiográficos, que ha caracterizado, 
hasta las fiestas conmemorativas, el estudio de una época tan trascen- 
dental en el destino de la nación española. 

Aunque no encaje de lleno en la indole de nuestro trabajo, nos 
ha parecido conveniente bosquejar una reseña, forzosamente sucinta, 
acerca del estado actual bibliográfico de la católica diarquia. 

Como señalaba certeramente don Antonio Ballesteros, eg su mo- 
numental «Historia de España y su influencia en la Historia Univer- 
sal», en la que resume los conocimientos existentes sobre los Reyes 
Católicos, hasta la fecha de su publicación, «uno de los vacios lamen- 
tables y (una) de las deficiencias mas sensibles es la falta de una 
historia de su época, de corte cientifico, sistemática, moderna y que 


13 


PABLO ALVAREZ RUBIANO 


responda a las actuales exigencias de la crítica y del método investi- 
gativo» (1). 

Se da la dolorosa circunstancia de que la mejor de las escritas es, 
todavía, al cabo de los 114 años de su publicación, la de un extran- 
jero, el norteamericano Prescott. Enamorado de nuestra historia y 
de nuestra literatura, el historiador americano alcanzó, con su obra, 
un renombre universal, por su imparcialidad de juicio, la escrupu- 
losidad de las investigaciones, la pintura de los personajes, su poder 
evocador y su facilidad narrativa (2). 

Pero precisamente para llenar esa lamentable laguna, que denun- 
ciaba con su gran autoridad el inolvidable maestro, la Junta conme- 
morativa del centenario, ha acordado la elaboración de una magis- 
tral historia de los Reyes Católicos, encomendada a la colaboración 
de diversos especialistas. 

Dentro de la historiografía antigua, citemos entre los autores que 
se consagran a la defensa del Rey Católico y de su Obra, al cronista 
Zurita, que compuso la réplica adecuada a la diatriba del italiano 
Paolo Giovio (3); a López Bravo (4); a Baltasar (Gracián, que dedicó 
una de sus obras a ensalzar la política del monarca aragonés (5); 
Blázquez Mayoralgo (6); Varillas (7) y Saavedra Fajardo, autor de 
una fervorosa apología fernandista, escrita como reacción contra la 
enemiga de que era objeto en los medios extranjeros este Rey, a quien 
él consideraba como prototipo de gobernantes (8). 


(1) Segunda edición, Barcelona, 1948, tomo III, 3.2 parte, pág. 104. 

(2) WILLIAM HICKLING PRESCOTT, History of the Reign of Ferdinand and Isa- 
bella, the Catholic, of Spain, Londres, 1838, 3 vols. ; versiones españolas de Pedro 
Sabau y Larroya (Madrid, 1845-46, 4 vols.) y de Atilano Calvo Iturburu (Madrid, 1855). 

(3) JERÓNIMO DE ZURITA Y CASTRO, Historia del Rey Don Fernando el Católico. 
De las Empresas y Ligas de Italia, Zaragoza, 1610. Constituye la última parte de 
sus «Anales de Aragón». 

(4) MATEO LóÓPEZ Bravo, De Rege et Regendi Ratione Libri Duo, Madrid, 1616. 

(5) BALTASAR GRACIÁN Y MORALES, El politico Don Fernando el Católico, Hues- 
ca, 1646; vid., de: mismo autor, El Héroe. Sobre la obra de Gracián: A. COSTER, 
Baltasar Gracián, 1601-1658, Nueva York-París, 1913, y, sobre todo, la más reciente 
y documentadísima de ANGEL FERRARI, Fernando el Católico en Baltasar Gracián, 
Madrid, 1945. 

6 


(7) ANTOINE VARILLAS, La politique de Ferdinand le Catholique, Amster- 
dam, 1688. 
(8) DIEGO DE SAAVEDRA FAJARDO, Introducciones a la política y razón de Estado 


14 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATOLICOS 


De principios del siglo x1x es el «Elogio de la Reina Católica», 
del académico Diego Clemencin (9), y de mediados de aquella centu- 
ria, el estudio sobre la politica de España en aquel tiempo, de Marti- 
nez de la Rosa (10). 

De los historiadores franceses que se ocuparon en temas relati- 
vos al reinado de Isabel y Fernando, merecen citarse Mignot (11), 
Bachelet (12), Caron y Sorlin (13), Verdier de Campredon (14), Cape- 
figue (15), Nervo (16), Dieulafoy (17) y Desdevises du Dezert (18); 
de los alemanes, Becker (19), Baumstark (20) y Kesten (21); y de los 
ingleses, Hare (22), Hume (23) y Wittin (24). Mencionemos también 


del Rey Católico Don Fernando, Biblioteca de Autores Españoles, tomo XXV, 
págs. 423-442. I 

(9) DIEGO CLEMENCIN, Elogio de la Reina Católica Doña Isabel, Madrid, 1820. 
Id., Ilustraciones sobre varios asuntos del reinado de Doña Isabel la Católica, que 
pueden servir de prueba a su Elogio, «Memorias de la Real Academia de la Histo- 
ria», Madrid, tomo VI, págs. 55-617. 

(10) FRANCISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA, Bosquejo histórico de la política de España 
desde los tiempos de los Reyes Católicos hasta nuestros días, Madrid, 1857, tomo I, 
págs. 1-16 y 203-7. 

(11) VINCENT Micnot, Histoire des rois catholiques Ferdinand et Isabelle, 
París, 1766, 2 vols. 

(12) THÉODORE BACHELET, Ferdinand et Isabelle, rois catholiques d'Espagne, 
Ruán, 1857. 

(13) A. CARON et L. A. SORLIN, Les Rois Catholiques ou l'Espagne sous Fer- 
dinand et Isabelle (1474-1515), París, 1860. 

(14) GABRIEL VERDIER DE CAMPREDON, Isabelle la Catholique et Vunité espagnole, 
Nimes, 1868. 

(15) J. B. H. RAYMOND CAPEFIGUE, Isabelle de Castille. Grandeur et décadence 
de Espagne, París, 1869. 

(16) BARÓN DE NERVO, Isabelle la Catholique. Sa vie, son temps, son règne. 
1451-1504, París, 1874. Traducción española, en la «Biblioteca de la Mujer», por 
Emilia Pardo Bazán, Madrid, 1892. Nueva versión castellana, Zaragoza, 1938. 

(17) Jane DIkULAFOY, Isabelle la Grande, reine de Castille, 1451-1504, París, 1920. 

(18) G. DESDEVISES DU DEZERT, La politique de Ferdinand le Catholique, «Revue 
Hispanique», París, 1922, págs. 285-344. 

(19) Rupert BECKER, Geschichte der Regierung Ferdinand des Katholischen, 
Praga, 1790-1791, 2 vols, 

(20) REINHOLD BAUMSTARK, Isabelle von Castilien und Ferdinand von Aragonien, 
Friburgo, 1894. 

(21) HERMANN KESTEN, Ferdinand and Isabella, Nueva York, s. a.; versión po- 
laca, Varsovia, 1937-38, 3 vols. ; edición alemana, Amsterdam, s. a, 

(72) CHRISTOPHER HARE, A queen of queens and the making of Spain, Lon- 
dres, 1906. 

(23) Martín Hume, Isabel la Católica, «España Moderna», 1914; forma parte 
de su obra «Reinas de la España antigua», traducción de «Queens of old Spain», 
Edimburgo, 1906. Como es bien sabido, este autor ha interpretado equivocadamente 
la psicología del pueblo español. 

(24) A. VIPLIN, Myself a Goddess. A biography of Isabella of Spain, Lon- 


15 


PABLO ÀLVAREZ RUBIANO 


el suizo Chambrier (25) y los norteamericanos Plunket (26) y Con- 
way (27). 

Victor Balaguer, coincidiendo con el centenario del descubrimiento 
de América, publicó una historia de los Reyes Católicos, que forma 
parte de la «Historia general de Espafia>, que empezó a editarse 
por la Real Academia de la Historia bajo la dirección del gran esta- 
dista don Antonio Cánovas del Castillo, obra que, aun siendo impor- 
tante, no mejora sensiblemente la de Prescott, que le precedió en más 


de medio siglo (28). 
Lo mismo le sucede a la historia del francés Mariéjol, editada 


también en 1892, aunque debemos señalar su frecuente imparciali- 
dad, sus atinados juicios sobre la Reyes y sus fundamentos docu- 
mentales, prescindiendo de algunos errores no excesivos (29). 

Entre las monografías españolas, muy numerosas, que se publi- 
caron en la pasada centuria y principios de la actual, sobre episodios 
o biografías de este reinado, destacaremos, de las primeras, las de 
Montero de Espinosa (30), Juderías (31), Campillo (32), Fuentes (33), 
Martínez de Velasco (34), Pella (35), Maestre (36), Alvarez (37), Té- 


dres, 1936. Id., Isabella. Begriinderin der Weltmacht Spaniens, Erlenbach, 1936. 
Versión castellana, Isabel la Católica. Biografía, Buenos Aires, 1938. 

(25) JAMES DE CHAMBRIER, Les Rois catholiques, d'Isabelle à Philippe II, Neu- 
chatel, 1895. 

(26) IRENE L. PLUNKET, Isabel of Castile and the making of the Spanish Na- 
tion, 1451-1504, Nueva York, 1915. : 

(27) B. L. Conway, Isabella of Spain, Cathol. World, Nueva York, 1931, pági- 
nas 442-448. 

(28) Victor BALAGUER, Los Reyes Católicos, Madrid, 1892, 2 vols, 

(29) JEAN-H. MARIÉJOL, L'Espagne sous Ferdinand et Isabelle, París, 1892. El 
mismo autor colaboró en la «Historia Universal» de Lavisse y Rambaud, debién- 
dosele el capítulo IX del tomo IV (IX de la edición española), titulado L’Espagne. 
De Vavénement d'Isabelle la Catholique jusqu’à l'abdication de Charles-Quint 
(1474-1556). 

(30) LUIS MONTERO DE ESPINOSA, Administración de España en el reinado de 
los Reyes Católicos. Discurso, Madrid, 1858. 

(31) MARIANO JUDERÍAS, Isabel la Católica, Cádiz, 1859. 

(32) TORIBIO DEL CAMPILLO, Aragón, Castilla y la unidad española, «Revista de 
Archivos, Bibliotecas y Museos», primera época, 1872, págs. 177-81. 

(33) ANSELMO FUENTES, Isabel la Católica (Ultima parte de un libro inédito), 
«Revista de España», Madrid, 1877, págs. 433-460. 

(34) EUSEBIO MARTÍNEZ DE VELASCO, Isabel la Católica. 1451-1504, Madrid, 1883 
(volumen LXV de la «Biblioteca enciclopédica popular ilustrada»). 

(35) Jost PELLA y Forcas, Consecuencias de la unión de las coronas de Aragón 
y Castilla, Revista «La España Regional», Barcelona, 1888, págs. 238-45. 


16 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


llez-Girón (38), Barbasán (39) y Pierra (40); y de las últimas, seña- 
laremos con preferencia las de Valladar (41), Pidal (42), Cedillo (43), 
González Simancas (44), Brieva (45), Fernández Prida (46), Fuen- 
tes (47), Zabala (48) y Montesinos (49). 

Las obras que acabamos de citar son todas ellas anteriores al año 
1920. A medida que nos acercamos a la fecha del centenario, la pro- 
ducción en torno a los Reyes Católicos se intensifica, y podríamos 
decir también que se depura, gracias a la utilización directa de nu- 
merosas fuentes, que no habían sido debidamente aprovechadas. 


Llanos y Torriglia, galardonado por la Academia Española por 


(36) ANTONIO MAESTRE Y ALONSO, Glorias españolas. Isabel la Católica, «Revista 
de España», Madrid, 1891, págs. 40-50. 

(37) P. ALVAREZ, Los Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel, Verga- 
ra, 1892. 

(38) Luis TÉLLEZ-GIRÓN Y FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, DUQUE DE UCEDA, Fernando 
el Católico como Diplomático. Discurso, Madrid, 1896. 

(39) Casro BARBASÁN LAGUEZUELA, Juicio histórico y crítico del Rey Fernando 
el Católico, «Estudios militares», 1897. 

(40) FIDEL G. PIERRA, Isabel la Católica ante el Tribunal de la Historia, Con 
una noticia preliminar de Manuel Sanguily, Nueva York, 1897. 

(41) FRANCISCO DE PAULA VALLADAR, Errores de la historia. Los Reyes Cató- 
licos, «La Alhambra», Granada, 1900, págs. 521-23, y Igor, págs. 30-41. 

(42) ALEJANDRO PIDAL Y MON, Isabel la Católica y Santa Teresa de Jesús. Pa- 
ralelo entre una Reina y una Santa. Conferencia, Madrid, 1904. 

(43) CONDE Dr CEDILLO, Discurso para conmemorar el cuarto centenario de 
Isabel la Católica, Madrid, 1904. 

(44). MANUEL GONZÁLEZ SIMANCAS, Notas históricas referentes al reinado de Doña 
Isabel la Católica, «Boletín de la Real Academia de la Historia», 1904, págs. 545-50. 

(45) FERNANDO SEGUNDO BRIEVA Y SALVATIERRA, Discurso leído en la Universidad 
Central en la solemne inauguración del curso académico de 1904 a 1905 (tema: 
Grandezas del reinado de Isabel la Católica), Madrid, 1904. 

(46) JOAQUÍN FERNÁNDEZ PRIDA, Discurso en el cuarto centenario de la muerte 
de Isabel la Católica, leído en Medina del Campo, Valladolid, 1905. 

(47) JULIO FUENTES, Isabel la Católica, «Revista de Archivos, Bibliotecas y Mu- 
seos», Madrid, 1912, págs. 282-8. 

(48) Pío ZABALA Y LERA, La mujer en la historia. Isabel la Católica, arquetipo 
de reinas, de esposas y de madres. Conferencia, Madrid, 1913. 

(49) FR, A. MONTESINOS, Elogio de los Reyes Católicos, Vida Christi, Cartuxano, 
Rev. Hist., 1918. ' 

(50) Madrid, 1922. Segunda edición, corregida y aumentada, Madrid, 1925. 


17 


PABLO ALVAREZ RUBIANO 


un magnifico estudio sobre el prólogo del reinado de Isabel, dió a la 
estampa dicha obra, que suscita los comentarios mas favorables de 
la critica histórica (51). Años mas tarde, con el titulo de La reina 
Isabel, fundidora de España, publicaba en la colección «Pro Eccle- 
sia et Patria», una breve y evocadora estampa de la vida y reinado 
de la gran Reina (52). Al propio autor se debe una interesantísima 
colección de artículos varios, recogidos en un volumen titulado En 
el hogar de los Reyes Católicos y cosas de su tiempo (53). 

La docta especialización, la competencia historiográfica y el 
amor de Llanos y Torriglia por el reinado de los Reyes Católicos, nos 
hacen lamentar que no haya acometido la historia total de ese gran 
periodo donde se fragua nuestra grandeza histórica. 

El catedrático de la Universidad de Sevilla, Juan de Mata Carria- 
zo, saca a luz la edición crítica de la Crónica de los Reyes Católicos, 
de Diego de Valera, en 1927 (54). Con posterioridad, en la «Colección 
de Crónicas Españolas», por él dirigida, de la Editorial Espasa-Calpe, 
ha publicado la Crónica de los Reyes Católicos, de Fernando del Pul- 
gar (55), y en las publicaciones de la Escuela de Estudios Hispano- 
americanos, de Sevilla, la de Alonso de Santa Cruz, hasta ahora iné- 
dita (56). 

Eugenio d'Ors aporta en su obra Los Reyes Católicos una nota- 
ble visión, con afortunados matices humanos e interpretaciones ori- 
ginales de la historia de este periodo (57). 


(51) FÉLIX DE LLANOS Y TORRIGLIA, Así llegó a reinar Isabel la Católica. Folios 
descabales de una crónica que está a medio hacer, Madrid, 1927. Al esclarecimiento 
de este período, inmediatamente anterior al reinado, contribuyó también el académi- 
co MANUEL DE FORONDA Y AGUILERA, con unos interesantes artículos, publicados en 
la «Revista Contemporánea», bajo el título Precedemtes de um glorioso reinado. 
1465-1475, 1901, t. CXXI, págs. 561-586, y CXXII, págs. 39-68. 

(52) Barcelona, 1941. Segunda edición, 1949. 

(53) Madrid, 1943. 

(54) DEGO DE VALERA, Crónica de los Reyes Católicos. Edición y estudio por 
Juan de M. Carriazo, Madrid, 1927 (Anejo VIII de la «Revista de Filología Es- 
pañola»). 

(55) FERNANDO DEL PULGAR, Crónica de los Reyes Católicos. Versión inédita. 
Edición y estudio por Juan de Mata Carriazo, Madrid, 1943, 2 vols. 

(56) ALONSO DE SANTA CRUZ, Crónica de los Reyes Católicos (hasta ahora iné- 
dita). Edición y estudio por Juan de Mata Carriazo, Sevilla, 1951, 2 vols. 

(57) Primera edición francesa, Coupole et Monarchie (1929); nueva edición 
francesa, con el título La vie de Ferdinand et Isabelle, Rois Catholiques d’Espagne, 
París, 1932. Las ediciones españolas forman parte de su obra Epos de los Destinos, 
Madrid, 1934 y 1943 (Editora Nacional). . 


18 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


_ En 1930 apareció en Nueva York la historia de Isabel la Católica, 
escrita por el norteamericano Walsh; de ella se hicieron rápidamente 
ediciones inglesa, francesa y alemana, publicándose, por fin, la espa- 
ñola, cuando nuestra patria, «hirviente de entusiasmos y transida de 
heroismos —comenta el P. Cereceda—, se regeneraba en el amargo Jor- 
dàn de sangre y lágrimas que va desde 1936 a 1939. Los espiritus, 
entonces en plena floración de virtudes raciales, volvían los ojos..., 
a la sugestiva pauta de reconstrucción societaria que en el libro se 
describía implantada por los dos soberanos de nuestra gloriosa di- 
nastia nacional» (58). f 

El historiador ofrece, en efecto, en su obra Isabel de España (59), 
el ambiente social de la época, con un poder tal de reconstrucción, 
que nos hace revivir los tiempos transcendentales de aquella monar- 
quia; aunque-por fuerza debamos señalar en ella un excesivo isabe- 
lismo, que impide al autor dar la medida justa de la magna figura 
del Rey Católico, cuya grandeza no desdice al lado de la excelsa sobe- 
rana. De la traducción de esta famosa obra se han hecho en España 
cuatro ediciones, lo que indica la popularidad alcanzada, y explica 
los elogiosos y justos conceptos que le ha prodigado la crítica de todo 
el mundo. 

Jaime Vicéns Vives publicaba en 1936-1937, una obra fundamental 
para el estudio del Rey Católico, Ferrán II i la ciutat de Barcelona (60), 
en la que señalaba el pensamiento del monarca, previendo el porvenir 
de las rutas comerciales de la urbe mediterránea. En torno ai reinado 
de los Reyes Católicos ha escrito también diversas monografías (61), 
que arrojan mucha luz sobre esta época, destacando entre ellas su 


(58) . FELICIANO CERECEDA, Interpretación actual de los Reyes Católicos, «Razón y 
Fe», 1941, págs. 333 y sigte. I 

(59) WILLIAM THOMAS WALSH, Isabella of Spain, The Last Crusader, Nueva 
York, 1930, Edición inglesa, Londres, 1931. Versión francesa, Paris, 1932. Traduc- 
ción alemana, Berlin, 1938. Traducción española de Alberto de Mestas, tercera 
edición, San Sebastián, 1939; cuarta edición, Madrid, 1943. Compendio en caste- 
llano : Isabel, la Cruzada, Buenos Aires, 1945 (Colección Austral). 

(60) Barcelona, 1936-1937, 3 vols. 

(61) Política del Rey Católico en Cataluña, Barcelona, 1941; España. Geopolítica 
del Estado y del Imperio, Barcelona, 1941; Precedentes mediterráneos del virreinato 
colombino, «Anuario de Estudios Americanos», 1948, págs. 571-614; El principe 
Don Fernando (el Católico), rey de Sicilia, Zaragoza, 1949; La politique médite- 
rranéenne et italienne de Jean II d'Aragon entre 1458 et 1462, «Schweizer Beitráge 
zur allgemeinen Geschichte», 1950, págs. 88-99. 


29. . 


PABLO ÁLVAREZ RUBIANO 


más reciente estudio, Fernando el Católico, Príncipe de Aragón, Rey 
de Sicilia. 1458-1478 (Sicilia en la politica de Juan II de Aragón) (62). 

Entre los historiadores que, recientemente, más se han ocupado en 
el estudio de la politica internacional de los Reyes Católicos y de su 
época, merece una preferente mención el diplomático José María Dous- 
sinague, que ha escrito varias obras renovadoras sobre este tema, re- 
velando en todas ellas la mayor objetividad, una gran base documental 
y un sentido crítico de primer orden (63). 

El catedrático Giménez Soler escribe en Zaragoza un libro sobre 
Fernando el Católico, que, aunque redactado antes de 1936, sería 
publicado por su hija, después de su muerte, en 1941 (64). En dicha 
obra, el autor rehabilita la magna figura del monarca, al que da su 
exacta dimensión histórica, rebajando los indiscutibles méritos de 

su egregia esposa, quizá como reacción a la corriente contraria, glo- 
rificadora a ultranza de la Católica Reina. 

Con el mismo matiz isabelista, que antes destacábamos en Walsh, 
la obra de César Silió, Isabel la Católica, fundadora de España, re- 
construye con una gran fuerza evocadora el reinado de los Reyes 
Católicos, centrando el relato, con preferencia, en torno a la figura de 
la singular soberana (65). 

El marqués de Lozoya aporta a la bibliografía del reinado de los 
Reyes Católicos, una obra interesantísima sobre «los orígenes del 


(62) Madrid, 1952, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Biblioteca 
Reyes Católicos, Estudios, número III. 
(63) Fernando el Católico en las vistas de Savona de 1507, «Boletín de la Acade- 
mia de la Historia» 


Fernando el Católico Germana de Foix, 
Un matrimonio por razón de Estado, Madri, 1944 Pen renee 


Fernando el Católico y el Cisma de Pisa, 
Madrid, 1946; Un proceso por envenenamiento. La muerte de Felipe el Hermo- 
so, Madrid, 1947; Fernando el Católico y la Prisión de Pedro Navarro, «Principe 
de Viana», Pamplona, 1948, págs. 179-203; El testamento politico de Fernando el 
Católico, Madrid, s. a., Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Biblioteca 
Reyes Católicos. 
(64) ANDRÉS GIMÉNEZ SOLER, Fernando el Católico, Barcelona, 1941 (Colección 
«Pro Ecclesia et Patria»). 
(65) César Srrró Cortés, Isabel la Católica, fundadora de España. Su vida. Su 
tiempo. Su reinado (1451-1504), Valladolid, ‘1938; nuevas ediciones, Madrid, 1943 


y 1951. 


` 


20 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


Imperio> (66). Si, en rigor, no añade nada nuevo al acervo de los 
conocimientos históricos de la época, contribuye, sin embargo, a di- 
vulgar la grandeza de la España de Fernando e Isabel, y es una valio- 
sa sintesis históriea, una pintura apasionada, pero de auténtica fibra 
cientifica, un espejo de sugestiones politicas para la generación de. 
nuestros dias. j i 
En 1939 se publicaba también otra obra fundamental para este 
reinado, la de Ricardo del Arco, Fernando el Católico, artifice de la 
España Imperial (67), que ilumina con los más justos rasgos la 
definitiva personalidad de don Fernando, con toda su enorme gran- 
deza histórica y también con su humana contextura, constituyendo 
un magnifico estudio de la época, con una sólida y selecta base docu- 
mental y donde se vindica la memoria del monarca, al que coloca por 
indiscutibles virtudes políticas a la misma altura de la reina Isabel. 


La colaboración de los académicos de la Historia, Antonio Balles- 
teros y Mercedes Gaibrois, llevados de una noble orientación divul- 
gadora, recogió en un volumen, bajo el titulo de Ensayos históricos 
(68), diversos articulos referentes a esta etapa, ofreciéndose, a modo 
de impresiones sintéticas, algunos de los sucesos más memorables 
del reinado de los Reyes Católicos. En la revista Ejército, el propio 
Ballesteros, nuestro gran historiador, publicó un notable estudio ha- 
ciendo la apología de Fernando V, a quien calificó con entera justicia 
como «el mejor Rey de España» (69). | 

El jesuita Padre Cereceda da a la estampa una obra titulada Sem- 
blanza espiritual de Isabel la Católica (70), en la que la figura de la 
gran Reina aparece nimbada por un halo de fervorosa religiosidad. 

A otro religioso, el Padre Retana, se debe una voluminosa obra, 


(66) JUAN DE CONTRERAS, MARQUÉS DE LOZOYA, Los orígenes del Imperio. La 
España de Fernando e Isabel, Madrid, 1939. 

(67) RICARDO DEL ARCO Y GARAY, Fernando el Católico, artifice de la España 
Imperial, Santander, 1939. Vid., igualmente, su aportación Sobre Fernando el Cató- 
lico. «Universidad», Zaragoza, 1944, págs. 265-80 y: 419-54. N 

(68) ANTONIO BALLESTEROS BERETTA y MERCEDES GAIBROIS, Ensayos históricos. De 
los tiempos de Isabel y Fernando, Madrid, 1941. 

(69) ANTONIO BALLESTEROS BEREITA, Fernando el Católico, el mejor Rey de Es- 
paña, «Ejército», Madrid, 1941, págs. 54-66. 

(70) FELICIANO CERECEDA, Semblanza espiritual de Isabel la Católica, Madrid, 1946. 


21 


PABLO ÁLVAREZ RUBIANO 


en dos tomos, que puede considerarse como el intento más acabado 
de historiar la gran figura de Isabel después de la del norteamericano 
Prescott, constituyendo un paso notable en la extraordinaria empresa 
de abarcar por completo la vida histórica de la Reina Católica, a la 
que el autor llama certeramente <fundidora de la unidad nacional 
española> (71). 

Centrandolo en el tema histórico de la politica africana de los 
Reyes Católicos, Ovejero Bustamante ha publicado, como aportación 
a las fiestas del centenario, ia obra que lleva el titulo Isabel I y la 
política africanista española (72). 

Para completar esta reseña bibliográfica, dejemos constancia de 
otras obras menores, artículos y conferencias en torno a los Reyes 
Católicos, tales como las de Eulate (73), Regis (74), Rios (75), Domin- 
guez Berrueta (76), Llampayas (77), Ferrari (78), Genrupt (79), Royo 
Villanova (80), Alfaro (81), Beneyto (82), Sánchez (83), Carriazo (84), 
Corona (85), Armiñán (86), Majó (87), Altea (88), Menéndez Pidal (89), 


(71) LUIS FERNÁNDEZ DE RETANa, Isabel la Católica, fundidora de la unidad na- 
cional española, Madrid, 1947, 2 vols. 

(72) ANDRÉS OVEJERO BUSTAMANTE, Isabel I y la política africanista española. 
Estudio de la Reina Católica en el marco de la tradición española de Africa, Ma- 
drid, 1951. 

(73) C. EULATE SANJURJO, Isabel la Católica, Barcelona, 1925. 

(74) C. REGIS, Isabel la Católica. Su nacimiento, su infancia, sus amores. 2.2 edi- 
ción, Madrid, 1930. 

(75) Branca DE LOS Ríos, Isabel la Católica. Conferencia, Madrid, 1931. 

(76) JUAN DoMÍNGURZ BERRUETA, Isabel de Castilla, Salamanca, 1939. 

(77) José LLAMPAYAS, La España Imperial. Fernando el Católico, Madrid, 1941. 

(78) ANGEL FERRARI, Fernando el Católico en la teoría antiespañola de los inte- 
reses de Estados, «Escorial», Madrid, 1942, págs. 181-238 y 315-364. 

(79) AUGUSTO DE GENRUPT, Isabel la Católica, versión española, Barcelona, 1942. 

(80) RICARDO RoYo VILLANOVA, Fernando el Católico, Plasencia, 1943 (Colección 
«Hijos Ilustres de España», vol, IV). 

(81) EMILIO ALFARO LAPUERTA, Don Fernando el Católico, Rey de Aragón, Fun- 
dador de España, Zaragoza, 1944, discurso de entrada en la Real Academia de 
Nobles y Bellas Artes. Del mismo, El espíritu aragonés y Don Fernando el Cató- 
lico, Colección «0 crece o muere», Madrid, 1952. 

(82) JUAN BENEYTO PÉREZ, Magisterio politico de Fernando el Católico, «Revista 
de Estudios Politicos», Madrid, 1944, pags. 451-473. 

(83) LuIS AMADOR SÁNCHEZ, Isabel, a Católica, traducción por Mario Donato, 
Río de Janeiro, 1945. i 

(84) JUAN DE MATA CARRIAZO, La politica de los Reyes Católicos explicada al 
Principe don Carlos, «Archivo Hispalense», 1950, págs. 129-162. 

(85) CARLOS E. CORONA BARATECH, El Rey de España don Fernando el Católico, 
Zaragoza, 1950, Institución «Fernando el Católico», Cuadernos Monográficos, vo- 
lumen’ VI. ` 


22 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CA'TÓLICOS 


Pérez Bustamante (90), Navarro (91), Ruano (92) y Rodriguez (93). 

Dada la indole de nuestro trabajo, de un preciso carácter general, 
No podemos descender a detalles sobre aspectos particulares del 
reinado famoso, pero mencionemos también como orientación biblio- 
grafica las obras que contienen peculiaridades regionales de su gobier- 
no, entre ellas las de Onis (94), López Ferreiro (95), Salas (96), 
Simón Nieto y Vielva (97), Paredes (98), Gutiérrez (99), Foronda (100), 
Floriano (101), Agapito Revilla (102), Gould (103), Escribano (104), 


(86) LUIS DE ARMINAN, Isabel, la Reina Católica, Madrid, 1951. 

(87) RICARDO Majó FRamis, Tanto monta. Ensayo biográfico de los Reyes Cató- 
licos y relato, interpretación y glosa de su reinado, Madrid, 1951. 

(88) JosÉ JoRRO MIRANDA, CONDE DE ALTEA, Isabel la Católica, gobernante. Publi- 
caciones del Instituto de España, V Centenario de Isabel la Católica, conmemorado 
el día 27 de enero de 1951, Madrid, 1951, págs. 7-20. 

(89) RAMÓN MENÉNDEZ PIDAL, Significación del reinado de Isabel la Católica 
según sus coetáneos, Curso de conferencias sobre la política africana de los Reyes 
Católicos, 1951, vol. I, págs. 9-30. Id., Los Reyes Católicos según Maquiavelo y 
Castiglione (con una semblanza del autor por Dámaso Alonso), Madrid, 1952. 

(go) CIRIACO PÉREZ BUSTAMANTE, Los Reyes Católicos. El momento histórico, 
Curso de conferencias sobre la politica africana de los Reyes Católicos, 1951, vol. I, 
pags. gI-109. 

(91) RAFAEL NAVARRO García, Algo de Medicina y de Historia en los Reyes 
Católicos, Publicaciones del Instituto «Tello Téllez de Meneses», 1951, págs. 203-7. 

(92) ELOY BENITO RUANO, Medievalismo y modernidad en el reinado de los Reyes 
Católicos escrita en el siglo XVI. 1468-1517, Berceo, 1952, págs. 163-176. 

(93) ILDEFONSO M. RODRÍGUEZ, Crénica-Itinerario del reinado de los Reyes Ca- 
tólicos, «Cuadernos Hispano-Americanos», 1952, págs. 58-69. 

(94) Jura de los Reyes Católicos en Jerez. Publ. por Onis LÓPEZ, «Revista de 
Archivos, Bibliotecas y Museos», Madrid, 1872, págs. 252-4. 

(95) ANTONIO LÓPEZ FERREIRO, Galicia en el último tercio del siglo XV, San- 
tiago, 1883 ; 2.2 edición, vols. 45-46 de la Biblioteca Gallega. 

(96) AMADO SALAS, Isabel la Católica y la villa de Dueñas, «Boletín de la Socie- 
dad Castellana de Excursiones», Valladolid, 1903-4, págs. 429-432. 

(97) FRANCISCO SIMÓN NIETO y Marías VIBLVA Ramos, El principio del reinado 
de los Reyes Católicos en Palencia, «Boletín de la Sociedad Castellana de Excur- 
siones», Valladolid, 1904, págs. 423-429 ; nueva edición, Publicaciones del Instituto 
«Tello Téllez de Meneses», 1951, pags. I-13. 

(98) VICENTE PAREDES, Itinerarios extremeños de los Reyes Católicos, «Revista 
de Extremadura», Cáceres, 1904, págs. 576-586. 

(99) M. GUTIÉRREZ, Indice de documentos del reinado de Isabel: I que hay en el 
Archivo Municipal de Cáceres, «Revista de Extremadura», Cáceres, 1904, pági- 
nas 500-516. 

(100) Honras por Enrique IV y proclamación de Isabel la Católica en la ciudad 
de Avila. Documentos publicados por MANUEL DE FORONDA Y AGUILERA, «Boletín de 
la Real Academia de la Historia», 1913, págs. 427-434. 

(101) ANTONIO C. FLORIANO, Los juramentos de los Reyes Católicos, en su obra 
«La Villa de Cáceres y la Reina Católica», Cáceres, 1917. 

(102) J. AGAPITO Y REVILLA, Entrada de los príncipes de Castilla en Valladolid 


en 1497, «Revista Castellana», 1917, pág. 254. 


23 


PABLO ALVAREZ RUBIANO 


Duarte (105), Serrano (106), Ballesteros Gaibrois (107), Batlle (108), 
Gual (109), Sarasola (110), Muro (111), Quintanilla (112), Rumeu 


(113), Garcia Rámila (114), Martinez Morella (115), Ortega (116), 
Pérez de Urbel (117), Redondo (118), Romero Muñoz (119), Serrano 
Castello (120) e Ybarra (121). 


(103) A. GOULD, Isabel la Católica y su juramento so el Arbol de Guernica, «Re- 
vista Internacional de Estudios Vascos», San Sebastián, 1933, págs. 654-659. 

(104) B. ESCRIBANO, La Virgen de Guadalupe y los Reyes Católicos, Monasterio 
de Guadalupe, 1942, pags. 113-121. 

(105) LINO DUARTE, Los ejidos de Castilla, Extremadura durante los Reyes Cató- 
licos, «Revista del Centro de Estudios Extremeños», Badajoz, 1943, pags. 29-45. 

(106) LUCIANO SERRANO, Los Reyes Católicos y la ciudad de Burgos (desde 1451 
a 1492), Madrid, 1943. 

(107) MANUEL BALLESTEROS GAIBROIS, Valencia y los Reyes Católicos (1479-1493). 
Discurso leído en la solemne inauguración del curso académico de 1943 a 1944 en la 
Universidad de Valencia. Valencia, 1943. Id., Apéndices y aparato crítico del Dis- 
curso inaugural del curso académico 1943-44 en la Universidad de Valencia, Va- 
lencia, 1944. 

(108) Lurs BATLLE Y Prats, El viaje de los Reyes Católicos a Gerona, última 
etapa de la recuperación de la Cerdaña y Rosellón, «Hispania», Madrid, 1943, pági- 
nas 631-645. 

(109) MIGUEL GUAL CAMARENA, Valencia ante la muerte de Juan II, «Saitabi», 
1949, págs. 246-274. Id., Fernando el Católico, primogénito de Aragón, Rey de Sici- 
lia y Principe de Castilla (1452-74),.«Saitabi», 1950-1951, págs. 182-223. 

(110) MODESTO SARASOLA, Vizcaya y los Reyes Católicos, Madrid, 1950, Consejo 
Superior de Investigaciones Científicas, Biblioteca Reyes Católicos. 

(111) ANTONIO MURO OREJÓN, La villa de Puerto Real, fundación de los Reyes 
Católicos, «Anuario de Historia del Derecho Español», 1950, págs. 746-57. 

(112) MARIANO QUINTANILLA, Segovia y la coronación, «Clavileño», 1950, pági- 
nas 29-33- 

(113) ANTONIO RUMEU DE ARMAS, En torno al centenario Isabelino. Barcelona, 
unidad e Imperio, «Clavileño», 1950, págs. 35-41. 

(114) ISMAEL GARCÍA RÁMILA, Relaciones de Burgos con los Reyes Católicos, 
basadas en fe documental, «Boletín de la Comisión Provincial de Monumentos de 
Burgos», 1951, págs. 573-609. : 

(115) VICENTE MARTÍNEZ MORELLA, Privilegios y provisiones de Fernando el 
Catolico a Alicante, Alicante, 1951. 

(116) ESTEBAN ORTEGA GATO, La villa de Dueñas y los tres primeros condes de 
Buendía en el reinado de los Reyes Católicos, Publicaciones del Instituto «Tello 
Téllez de Meneses», 1951, pags. 279-342. 

(117) FR. Justo PÉREZ DE URBEL, Burgos en el gran pleito sucesorio del siglo XV, 
«Boletín de la Comisión Provincial de Monumentos de Burgos», 1951, pags. 547-53- 

(118) ANSELMO REDONDO AGUAYO, Los Reyes Católicos don Fernando y doña 
Isabel y la villa de Becerril de Campos, Publicaciones del Instituto «Tello Téllez 
de Meneses», 1951, págs. 193-202. 

(119) VICENTE ROMERO MUNoz, Andalucía en la obra política de Isabel I de ` 
Castilla, «Archivo Hispalense», 1951, págs. 129-70. 

(120) M. SERRANO CASTELLÓ, Isabel la Católica. Arévalo. Pasajes históricos. Sus 
honores, Madrid, 1951. 

(121) JAVIER YBARRA Y BERGÉ, Los Reyes Católicos en Vizcaya, «Boletín de la 
Real Sociedad Vascongada de Amigos del País», 1951, Págs. 339-352. 


24 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


los Reyes Católicos, seleccionados y comentados por Antonio de la 
Torre (123); e, inaugurando la serie «Inventarios y Catálogos», de la 
Biblioteca Reyes Católicos, la que lleva por título el Registro General 
del Sello (124), que es un catálogo de los fondos existentes en la Sec- 
ción de Cámara de Castilla del Archivo de Simancas, de incalculable 
valor para el conocimiento de la política interior de dichos monarcas. 


La tesis de nuestro discurso 


Quiero señalar de antemano, para que no haya duda sobre el sen- 
tido último de mi discurso, cuál es el fondo de mi pensamiento. Con 
harta frecuencia se han menospreciado las virtudes cívicas de nuestro 
pueblo, citando como ejemplo los periodos históricos decadentes. In- 
dudablemente estas apreciaciones adversas, en las que han caido - 
historiadores de cierto rango, adolecen de una visión superficial, como 
hijas de un criterio subjetivo que no ha parado mientes más que en 
los efectos externos, en la nuda y sencilla apariencia, sin llegar a la 
raíz auténtica de las causas. 

Nuestra tesis pretende demostrar el error, la falta de fundamento 
de esta postura seudohistoricista, y para ello nos va a servir de punto 
de referencia el reinado de los Reyes Católicos. 


(122) Vid. ELOY BENITO RUANO, El Centenario de los Reyes Católicos. Avance 
bibliográfico sobre el reinado de los Reyes Católicos, «Revista de Archivos, Biblio- 
tecas y Museos», Madrid, 1951, págs. 696-710. Conviene consultar también el esque- 
ma de Francisco Lépez ESTRADA, Breve orientación bibliográfica, «Archivo Hispa- 
lense», 1951, págs. 339-347. 

(123) Documentos sobre relaciones internacionales de los Reyes Católicos. 1479- 
1491, edición preparada por Antonio de la Torre, Barcelona, 1949-1951, 3 vols. 
Biblioteca Reyes Católicos. 

(124) Registro General del Sello. Vol 1 (1454-1477), por Gonzalo Crtiz de Mon- 
talván; nueva edición revisada, reformada y preparada por María Asunción de Men- 
doza Lassalle, Valladolid, 1950. Vol. 11 (1478-1480), por María Asunción Mendoza, 
Amalia Prieto y Concepción Alvarez Terán, Valladolid, 1951. 


25 


PABLO ALVAREZ RUBIANO 


Remontémonos por un momento a contemplar el panorama his- 
tórico de la Castilla de Enrique IV. Una nobleza turbulenta dirimía | 
en luchas intestinas la pervivencia de privilegios feudales; se hallaba 
relajada la disciplina eclesiástica, vendida la justicia, y en las clases 
bajas coexistían la miseria y la abyección más absolutas. Nada estaba 
seguro sobre el viejo solar castellano. 

Y en estas circunstancias criticas, adviene al trono la reina Isabel. 
Asombra pensar el talento, la energía y perspicacia políticas que hubo 
de desplegar la gran Reina para mantener sus derechos y para en- 
derezar la nave de aquel Estado en bancarrota. Pero, probablemente, 
los mejores deseos, las realizaciones políticas más perfectas, sus idea- 
les religiosos más elevados, no hubieran podido prosperar de no 
haber contado con un material maleable: el pueblo español. 

Cuando la corrupción se extendía a todas las clases sociales, y el 
noble, y el plebeyo, y el clérigo, y el letrado, se miraban en el ejemplo 
del Rey Impotente, y no había en la corte castellana hueco alguno 
para la virtud y para la viril entereza, en él fondo del pueblo estaban 
latentes las viejas energias raciales. 

La quiebra de la virilidad de las clases elevadas, cuya nobleza, 
que en buena parte era hija de las mercedes con que premiaron los 
Trastamaras el partidismo en la contienda civil, no llegó a alcanzar 
por fortuna el alma colectiva de Castilla. En su obra «Los orígenes 
del Imperio. La España de Fernando e Isabel», el Marqués de Lozoya 
nos ofrece una visión animada del ambiente de lujo y poderío en que 
se desenvolvía la nobleza, a expensas de las dejaciones de los Reyes: 
«En Castilla —afirma—, las circunstancias en que asciende a la rea- 
leza la Casa de Trastamara aumentan extraordinariamente el poder, 
la riqueza y el influjo de la alta nobleza, pues la nueva dinastía, de 
tan dudosa legitimidad, empleó como uno de los medios más eficaces 
para su consolidación el repartir pródigamente tierras, señoríos y juros, 
no sólo para ganarse amigos con las mercedes, sino, sobre todo, para 
ligar poderosos intereses a su fortuna... Introdújose en Castilla por 
entonces la jerarquía nobiliaria del centro de Europa, tardía floración 
de un feudalismo que nunca arraigó en tierras castellanas, y los seño- 
res de muchos vasallos comenzaron a obtener de los reyes licencia 
para titularse duques, marqueses, condes y vizcondes. La institución 
de mayorazgos se fué haciendo cada vez más frecuente y contribuyó 


26 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


a consolidar y perpetuar la riqueza en las grandes familias. Los cas- 
tillos adquirieron prestancia palaciana, unas veces conteniendo el 
palacio, con su patio de complicadas arquerias y sus maravillosos 
artesonados mudéjares dentro de las viejas murallas, como en el 
castillo de Escalona, que fué de Don Alvaro de Luna, o el de Cuéllar, 
de Don Beltrán de la Cueva; otras veces fundiendo ya el palacio y 
el castillo en un mismo impulso constructivo, sin que sea ya posible 
precisar si torres, matacanes o barbacanas se emplean como gala o 
como defensa, como sucede en Coca, de los Fonseca; en Manzanares, 
de los Mendoza, o en Belmonte, de los Villena. También en las ciu- 
dades tenían los grandes señores palacios suntuosos en que los es- 
plendores del último gótico se complican con las tracerías moriscas. 
Son cada vez más frecuentes los torneos, en que se agota el ingenio 
en la invención de cimeras, de motes, paramentos y divisas, las jus- 
tas y los saraos, y aun algunos señores, como un lujo supremo, co- 
mienzan a coleccionar en sus bibliotecas códices miniados» (1). 

La reina Isabel fué la voluntad poderosa y fecunda que galvanizó 
las energías subyacentes. En contraste con la debilitada naturaleza 
del hermano, mezcla de groseras desviaciones y de tendencias artis- 
ticas acusadas, Isabel, mujer de auténtica raiz femenina, encarna el 
sentimiento de virilidad de Castilla. 

Nos hallamos en las postrimerías del Medievo. El viejo sueño 
de Reconquista no se ha desvanecido. El mismo Enrique se puso al 
frente de una expedición en 1465, con propósitos de desalojar a los 
musulmanes de Granada; pero no había consistencia en el empeño 
y todo fué puro artificio, en consonancia con el apocado ánimo de 
sus componentes. 


La consumación de la Reconquista era una empresa para otro 
temple de soldados, que sólo se forjaría bajo la égida de un poder 
réal fuerte, que resultó providencial en la historia de nuestro pueblo. 


(1) Juan DE CONTRERAS, MARQUÉS DE LOZOYA, Los orígenes del Imperio: La Es- 
paña de Fernando e Isabel, Madrid, 1939, págs. 24 y sigtes. 


27 


PABLO ALVAREZ RUBIANO 


Gracias a ella, la España inconereta, dividida y turbulenta de la 
Edad Media, pudo arribar felizmente a la otra orilla de la historia, para 
incorporarse a la singladura del mundo moderno, que de salida em- 
pujaron los vientos helénicos del Renacimiento, y para colocarse en 
vanguardia de las nuevas nacionalidades. 

Los Reyes Católicos hacen posible el viejo anhelo medieval de la 
Reconquista y, al mismo tiempo, sientan las bases de la unidad espa- 
ñola. Su obra fué tan gigantesca que, aun hoy, vivimos a expensas 
de lo que ellos erearon. La misma incorporación de Portugal al des- 
tino hispánico, bajo Felipe II, fué consecuencia de su politica de ma- 
trimonios, que la muerte del principe don Miguel malogró en su 
momento propicio, abortando uno de los grandes caminos para la 


peninsularidad nacional. Y después de la efimera unión portuguesa, 
nico, en la que nos hemos refugiado tras de 


Los Reyes Católicos fueron, pues, una cima que marco el nivel 
posterior de toda la historia española. Lo asombroso es que pudiera 
subirse tan alto, partiendo de la ciénaga politica en que se debatia 
el Reino en los últimos años de Enrique IV; que de la fragmentación 
del poder, se pasase a la integración total del mismo en las fuertes 
manos reales; que un Estado medieval y turbulento, se convirtiese, 
como por arte de magia o encantamiento, en un Estado moderno, con 
las puertas abiertas a las corrientes renacentistas. 

Pero esta transformación honda, trascendental y definitiva, que 
parece puro milagro, no es un hecho aislado o único en la historia 
del pueblo hispánico. Prescindiendo de los geniařes artífices que fue- 
ron los Reyes Católicos, fijémonos en situaciones paralelas. 


28 


LA LECCION POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


La España desangrada en la guerra de Sucesión, con un poderío 
minimizado por el tratado de Utrecht, consigue en el espacio de cua- 
-tro breves años, bajo la dirección del ministro Julio Alberoni, apo- 
yado en la mejor escuela de gobernantes españoles, una fortaleza, 
un vigor, que le permite acometer la conquista de Cerdeña y Sicilia, 
provocando él pánico de las cancillerías extranjeras que creían haber 
reducido a la impotencia el temple heroico de nuestros viejos ter- 
cios. Experto conocedor de las energías de la raza, puso a contribu- 
ción todos los recursos nacionales, y de nuevo el pueblo español, bien 
administrado, con probidad e inteligencia, renacia de su letargo, 
haciendo necesaria la alianza de las principales potencias de Europa 
para conseguir el abatimiento de nuestra improvisada grandeza. 

¿Y quién iba a suponer, por otra parte, que la sociedad española 
de Carlos IV sería capaz de producir aquel movimiento popular que 
se enfrentó a las fuerzas invasoras de la guerra de la Independencia? 
Pero el hecho es que del fondo mismo del pueblo, no contaminado 
por la impiedad ni el relajamiento moral, surge impetuosamente una 
fuerza arrolladora, insospechada, con la violencia característica de 
las razas fuertes, que bate en Bailén al mejor ejército de la época. 
Los improvisados soldados, los guerrilleros españoles, los «garrochis- 
tas» andaluces, héroes de la jornada, sobrepujan y obligan a capi- 
tular, sin condiciones, a las disciplinadas huestes francesas, vencedo- 
ras de Europa. El suceso alcanza resonancias universales y el patrio- 
tismo de lus pueblos oprimidos se apresta a mover sus peones de 
ataque contra Napoleón, el genio de la guerra, porque los españoles 
habían demostrado que la «Grande Armée» no era invencible. 

Una vez más produciase el milagro español. Como expresa admi- 
rablemente Menéndez y Pelayo «nunca, en el largo curso de la historia, 
despertó nación alguna tan gloriosamente después de tan torpe y 
pesado sueño como España en 1808». «Pero ¡qué despertar más ad- 
mirable! —prosigue el maestro—. ¡Dichoso asunto en que ningún 
encarecimiento puede parecer retórico! ¡Bendecidos muros de Zara- 
goza y Gerona, sagrados más que los de Numancia; asperezas del 
Bruch, campos de Bailén, épico juramento de Langeland y retirada 
de los 9.000, tan gloriosa como la que historió Jenofonte!... ¿Qué 
edad podrá oscurecer la gloria de aquellas victorias y de aquellas 
derrotas, si es que en las guerras nacionales puede llamarse derrota 


29 


PABLO ALVAREZ RUBIANO 


lo que es martirio, redención y apoteosis para el que sucumbe y pren- 
da de victoria para el que sobrevive?» (2). 

Hay, evidentemente, una causa en la producción de esta singu- 
laridad histórica, cuyo alcance y significación constituye la tesis que 
pretendemos demostrar a lo largo de este discurso, sirviéndonos de 
base la lección política que nos legaron los Reyes Católicos. 


(2) MARCELINO MENÉNDEZ Y PELAYO, Historia de los heterodoxos españoles, 
2.2 edición refundida, tomo VII, págs. 7 y sigtes. 


30 


I 
LOS REYES Y SU DIMENSION HUMANA 


En presencia de toda obra humana que nos produzca un acusado 
sentimiento de admiración, tanto en la esfera de! arte como de la 
vida, nos interesamos inmediatamente por el autor que ha sido capaz 
de realizarla, estableciendo una relación de dependencia entre ambos, 
de modo que la dimensión de ella nos da también la medida de la 
grandeza del artifice. 

Tal ocurre, igualmente, en el ámbito de la historia. El valor de un 
gobernante está también en función de su obra. Así, la transforma- 
ción de la España medieval y anárquica de Enrique IV de Castilla y 
Juan II de Aragón, en un Estado poderoso, que pone los fuertes cimien- 
tos del Imperio hispánico, nos descubre la inmarcesible gloria de quie- 
nes hicieron posible este milagro, de quienes fueron el eje de la 
grandiosa andadura histórica. : 

Los Reyes Católicos son los fundadores de la nacionalidad espa- 
fiola y del Imperio. Semejante obra exigia un temple excepcional, una 
extraordinaria personalidad. 

Procediendo con orden en nuestro intento, veamos, primeramente, 
cómo eran estos monarcas, fisica y espiritualmente, puesto que, como 
sabemos, en toda Monarquia absoluta, el rey es, naturalmente, el sol 
en torno del cual giran los demas astros, que sólo a él deben su brillo. 

Después, examinaremos la maquina estatal que ellos crearon, la 
orientación que le imprimieron y las colaboraciones que encontraron 
para lograr la realización de su obra. De este modo estaremos en con- 
diciones de explicarnos la transformación operada en nuestra patria. 


* * Y 
Nace Isabel el 22 de abril de 1451, reinando en Castilla su padre, 
Juan II, bajo el influjo de las corrientes medievales que periclitan, en 


toda Europa, al conjuro de las nuevas ideas. Pero el ocaso medieval 
se alumbra con fulgores sangrientos en la ancha Castilla. 


33 


PABLO ALVAREZ RUBIANO 


A un monarca débil, don Juan JJ, que deja en manos de vali- 
dos el Reino, le sucede otro menos dotado atin, incapaz para toda 
suerte de deberes, como Rey y aun como hombre (1), cual imagen 
patética de la infecundidad politica que ainenazaba la vida misma del 
pueblo. Tenia tres años la entonces infanta, que florecerá en medio 
de la violencia de la época, junto a su hermano menor y a su madre, 
Isabel de Portugal, que apuntaba visiblemente hacia el camino de 
la locura. 

El opresivo ambiente, la intuición del peligro, acechando de- 
trás de los muros de aquellos castillos, de imponente traza, que apri- 
sionaron su niñez, y más tarde la disoluta corte de su hermano 
Enrique, debieron, sin duda, templarle el ánimo para la lucha. 

La futura Reina Católica dió, desde sus primeros juveniles años, 
pruebas inequivocas de un carácter entero, que contrastaba visible- 
mente con la mayoría de los representantes varones de aquella linea 
paterna de los Trastamara, de la que ella descendía, y con. los cuales 
no tuvo de común, si acaso, más que e aliento imperial de su abuelo, 
Enrique III. 

Es en la línea materna, en la sangre de los principes de la casa 
portuguesa de Avís, donde encontramos las huellas de aquel sentido 
dinámico, tenaz, indomable por las grandes causas, que imprime 
carácter a su vida, llena de ambiciosas y generosas empresas, como 
una infanta más de la áurea generación real lusitana, de altos y 
magnos ideales que, para ser seguros, asentará sobre la firme tierra. 


El retrato de las Huelgas, que se conserva en el Palacio Real de 
Madrid, nos da su imagen física, en cuyo semblante podemos apreciar, 


(1) J. Lucas-DUBRETON, L’Espagne au quinzième siècle. Le Roi Sauvage (París, 
1922) ; versión española, El rey huraño (Enrique IV de Castilla y su época), tra- 
ducida por J. García Mercadal (Madrid, 1945). GREGORIO MARAÑÓN, Ensayo bioló- 
gico sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo (Madrid, 1930); reediciones en la 
«Colección Austral», Madrid, 1941 y 1943. 


34 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


si no los rasgos de una belleza clásica, sí los que definen ese miste- 
rioso encanto que fluye de una personalidad acusada: «una de esas 
fisonomias de gran señora castellana que respira inteligencia y bon- 


< 


dad, penetradas de una majestad serena y afable, comə Santa Teresa 
de Jesús, en el retrato de fray Juan de la Miseria» (2). 

La restante iconografia isabelina (3) no difiere grandemente: 
«Tanto la escultura (talla orante, policroma, de Granada) —-escribe 
Llanos y Torriglia—, como la pintura (tabla anónima número 1,260 
del Museo del Prado, y las conocidas réplicas del original que se atri- 
buyó con error a Antonio de Rincón, y que no se sabe quién lo pintó) 
atestiguan, aunque se prescinda, por considerarlos imaginalivos, de 
los rostros circundados de aureola —algunos agraciadísimos como, 
por ejemplo, los de la Colección Lázaro—, que la hija de Isabel de 
Portugal, debió de ser, si no una mujer de deslumbrantes perfeccio- 
nes, dama de atractivas facciones y penetrante mirada, digna here- 
dera de la correcta belleza de su madre; reputada ésta como una de 


(2) MARQUÉS DE LOZOYA, ob. cit., pág. 47. 

(3) VICENTE GARCÍA DE LA HUERTA, Retratos de los Reyes de España desde Ata- 
narico hasta Carlos III (Madrid, 1782-7). VALENTÍN CARDERERA Y SOLANO, Iconografía 
Española, Colección de retratos, mausoleos, estatuas, etc., desde el siglo XI hasta 
el XVIII (Madrid, 1855-64) ; Catálogo y descripción sumaria de retratos antiguos de 
personajes ilustres españoles y extranjeros de ambos sexos (Madrid, 1887); Ensayo 
histórico sobre los retratos de hombres célebres desde el siglo XHI hasta el XVIII 
(s. 1. ni a.). JUAN DE DIOS DE LA RADA Y DELGADO, Retratos de Isabel la Católica 
(«Boletín de la Real Academia de la Historia», Madrid, 1885, págs. 9-17). JOSÉ MARTÍ 
Y Monsó, Bustos de Doña Isabel la Católica y Doña Juana la Loca («Boletín de la 
Sociedad Castellana de Excursiones», Valladolid, 1905-4, págs. 554-6). ANGEL MARÍA 
DE BARCIA Y Pavón, Retratos de Isabel la Católica procedentes de la Cartuja de 
Miraflores (Madrid, 1907) ; Los retratos de los Reyes Católicos («La Alhambra», Gra- 
nada, 1910, págs. 572-4). ELÍAas TORMO, Las viejas series icónicas de los Reyes de 
España (Madrid, 1916). BLANCA DE LOS Rios, El más bello retrato de Isabel la Ca- 
tólica («Raza Española», Madrid, 1913). F. J. SÁNCHEZ Cantón, Mito y realidad de 
Rincón, pintor de los Reyes Católicos («Las Ciencias», Madrid, 1934). Id., Los re- 
tratos de los Reyes de España (Madrid, 1948). DIEGO ANGULO IÑIGUEZ, Un nuevo 
retrato de Isabel la Católica («Boletín de la Real Academia de la Historia», Ma- 
drid, 1950, págs. 443-7.—Publicaciones .del Instituto de España. V Centenario de 
Isabel la Católica, conmemorado en el Salón de Actos de la Real Academia Espa- 
fiola el día 27 de enero de 1951, Madrid, 1951, págs. 23-26. «Archivo Hispalense», Se- 
villa, 1951, págs. 333-5.) Id., Isabel la Católica. Sus retratos, sus vestidos y sus joyas 
(Universidad Internacional «Menéndez Pelayo». Discurso leído en el acto de apertura 
del curso académico de 1951, Santander, 1951). Id., El retrato de Isabel la Católica del 
palacio de Windsor («Arbor», Madrid, 1951, págs. 358-60). Id., Los retratos de los 
Reyes Católicos del palacio de Windsor («Clavileño», Madrid, 1952, .pags. 25-8). 
SATURNINO RIVERA MANESCAU, ¿Unos nuevos retratos de los Reyes Católicos? («Re- 
vista de Archivos, Bibliotecas y Museos», Madrid, 1951, págs. 615-22). 


35 


` PABLO ÁLVAREZ RUBIANO 


las más hermosas mujeres de la época, según vino a corroborar el 
cincel de Siloé en la señoril estatua yacente del Monasterio de Mira- 
flores» (4). 

Silió, en este punto (5), tras de dejar sentado cómo la figura re- 
presentada en los retratos, no concuerda con los esbozos literarios 
hechos por los contemporáneos de la Reina, conformes todos ellos en 
que fué una mujer de gran belleza, se limita a reproducir, sin reservas, 
los asertos hechos sobre este particular por Blanca de los Ríos. 

- Dice así: «No está la gran Reina en los retratos que se dan como 
suyos; no está en la tabla existente en el Palacio Real de Madrid 
—con ser esta pintura, a lo que se cree, realizada ante el modelo y 
con sincero estudio del natural—, ni, menos, está en ninguna de las 
copias que de este retrato se hicieron. La gran Reina no es la que 
vemos a través de la pintura en la tabla de Palacio; la tabla nos 
oculta la majestad de la frente y el áureo nimbo! del cabello, y el 
pincel no nos transmite los vivos nácares de la piel, ni el fúlgido rayo 
verdiazul de aquellos ojos que de un mirar adivinaron a Cisneros, y 
de otro mirar descubrieron a Colón. No, no está en ese retrato Isabel 
la Católica. Ni menos está en la por otros conceptos interesantisimas 
miniaturas de Sevilla y de Granada; ni en las esculturas de la Capilla 
Real granadina. 

»Donde se vislumbra ei esplendor espiritual de Isabel de Castilla, 
aquel fulgor más vivo y alto que el de la propia belleza plástica, es en 
el precioso cuadro anónimo de «La adoración de la Virgen por los 
Reyes Católicos y por sus hijos el principe don Juan y la: infanta 
doña Juana», procedente de Santo Tomás de Avila, hoy en el Museo 
del Prado. Pintado este cuadro destinado al oratorio del Cuarto Real 
en Santo Tomás, al acabarse las obras de aquel Monasterio, cuando 
la Reina tendría unos cuarenta años, las figuras representadas ante 
los modelos con escrupulosa fidelidad de primitivo, tienen extraor- 
dinario valor iconográfico; muéstrasenos aquí doña Isabel blanca, 
rubia, con tenues cejas, ojos verdiazules y con aquella serena y lumi- 


(4) LLANOS y TORRIGLIA, La Reina Isabel, fundidora de España, pág. 169. ` 
(5) SILIÓ, Isabel la Católica, fundadora de España, Espasa-Calpe, 2.* edición, 


págs. 83 y sigte. 


36 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATOLICOS 


nosa belleza de que nos hablan sus contemporáneos, y su noble rostro 
nos atrae con vivida irradiación de personalidad. 

»En este cuadro, la Reina no «posa» fría y austeramente ante un 
pintor, en tiempo en que no existía e arte del retrato; no la enrigidece 
ni preocupa la idea de ser retratada; aparécesenos como sorprendida 
en la intimidad de su vivir, en medio de los suyos, con sus propias 
ropas prolijamente transcritas; arrodillada frente a su reclinatorio, 
en que aparece abierto un libro de horas; postrada ante la Reina de 
los Cielos; ungida el alma en piadoso fervor; resplandeciente la faz de 
aquella gracia y santidad honestisima que sus cronistas alaban. 

»Contemplando este retrato hallamos que el de Palucio es también 
verídico, aunque el modelo había envejecido y el pintor lo idealizó 
menos; pero sólo ante la tabla de Santo Tomás sentimos revivir 
las cálidas semblanzas de los coetáneos, y lentamente, maravillosa- 
mente, se reconstituye ante nosotros la magna figura que no era 
retratable» (6). Sj 

Como dice, por su parte, Jane Dieulafoy: «Cuando se consultan 
Jos retratos pintados o modelados que tenemos de ella, retratos de 
todas las edades y, en general, mediocres, pero que muestran ana- 
logias que les dan autenticidad, hay que convenir que, a pesar de los 
ojos ligeramente bridés y de la excesiva robustez de la parte infe- 
rior de su cuerpo, debía ser graciosa y seductora; además, como les 
ocurre a las rubias de tinte delicado, debía emanar ese halo de belleza 
que los más hábiles pinceles son incapaces de copiar» (7). 

Quitando cuanto pueda haber de adulación cortesana en el poeta 
Diego Guillén Dávila, que ensalza, superlativamente, en buenos versos 
de arte mayor, los encantos físicos de la Reina (8), así como en los 


(6) BLANCA DE LOS Ríos, El más bello retrato de Isabel la Católica («Raza Es- 
pañola», 1919). 

(7) JANE DIEULAFOY, Isabelle la Grande, Reine de Castille (París, 1920, pág. 39). 
(8) «Estaba conmigo la Naturaleza ; 

su gesto, con mano sotil, adornaba ree 

de tan radiante y clara belleza, 

que todos los gestos humanos sobraba. 

Sus miembros ebúrneos assi conformaba 

en tal proporción, grandeza y mensura, 

que quien los contempla verá en su figura 

beldades que ver jamás no pensaba.» 


37 


PABLO ALVAREZ RUBIANO 


restantes ditirambos poéticos de fray Iñigo de Mendoza (9), Gracia 
Dei (10) o Andrés de Montoro (11); el retrato de las Huelgas se acer- 
ca evidentemente a la descripción que de ella nos hace el cronista Fer- 
nando del Pulgar, que por su fama de veraz transcribimos seguida- 
mente: «Esta Reyna era de comunal estatura, bien conipuesta en su 
persona e en la proporción de sus mienbros, muy blanca e rruvia; 
los ojos entre verdes e azules, el mirar gracioso e honesto, las faciones 
del rrostro bien puestas, la cara toda muy hermosa e alegre» (12). 

La Crónica incompleta suministra todavía más lujo de detalles: 
«La Princesa —dice— tenía los ojos garzos, las pestañas largas muy 
alegres, sobre gran honestad y mesura; las cejas altas, encarna- 
das, acompañando mucho a la beldad de los ojos para los que fueron 
compuestas; la nariz, de aquel tamaño y fación que mejor para ha- 
cerie el rostro bello se pornia; la boca y labios, muy pequeños y colo- 
rados; los dientes, menudos y blancos; risa, de la cual era muy 
templada, y pocas y raras veces era vista reír como la juvenil edad lo 
tiene de costumbre. Mostraba en el acatamiento de quien la mirase 
tan gran vergúenza, que el mayor Principe del mundo que la viese, 
por mucho que fuera despachado, no tuviera atrevimiento a des- 
honestar en el menor mote con ella...; la cara tenía muy blanca y las 
mejillas coloradas, y todo el rostro muy pintado y de presencia real; 
la cabelladura tenía muy larga y rubia, de la más dorada color que 
para los cabellos mejor parecer se demanda, de los cuales ella más 
veces se tocaba que de tocados altos y preciosos...; la garganta 
tenía muy alta, llena y redonda...; las manos, muy extremadamente 
gentiles; todo el cuerpo y su persona el más airoso y dispues- 


A 


(9) Dice que su hermosura 
«fué pintada con pintura 
más divina que mortal.» 
(10) Ensalza las excelencias de la Reina, alabándola 
«muy justa, muy piadosa, 
muy liberal, muy hermosa.» 
(II) «Alta Reina soberana, 
si fuésedes antes vos 
que la fija de Santa Ana, 
de vos el Fijo de Dios 
recibiera carne humana.» 
(12) PuLcar, Crónica de los Reyes Católicos, edición de Carriazo, cap. XXIV, 
pág. 76. 


38 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


to que mujer humana tener pudo, y de alta y bien compasada esta- 
tura... Tanto en el aire de su pasear y beldad de su rostro era lucida 
que, si entre las damas del. mundo se hallara, por reina y princesa de 
todas, uno que nunca la conociera le fuera a besar las manos» (13). - 

En parecidos términos se expresan los contemporáneos. Para 
Andrés Bernaldez, «fué mujer muy fermosa, de muy gentil cuerpo, e 
gesto y composición» (14). Lucio Marineo Siculo ponderaba su arro- 
gante estatura y el hermoso conjunto de su persona; <todo lo que en 
el Rey habia de dignidad. —dice—, se hallaba en la Reina de graciosa 
hermosura» (15). Fernández de Oviedo escribe asi: «En hermosura, 
puestas delante de Su Alteza, todas las mujeres que yo he visto, nin- 
guna (vi) tan graciosa ni tanto de ver como su persona, ni de tal 
manera en santidad honestisima» (16). Fray Francisco Jiménez, en su 
Carro de las Donas, afirmaba: «Esta'cristianisima reina era de me- 
diana estatura, bien compuesta en su persona y en la proporcion de 
sus miembros. Era muy blanca y rubia; los ojos, entre verdes y azu- 
les; el mirar, muy gracioso y honesto; las facciones del rostro, bien 
puestas; la cara, toda muy hermosa y alegre; de una alegría muy 
honesta y mesurada» (17). Y Jerónimo Múnzer, en su famoso Viaje, 
“consigna: «Es de elevada estatura, un tanto gruesa y de agradable 
faz» (18). , 

La ponderación de la belleza de Isabel es unánime en todos los 
cronistas, que coinciden en el retrato. Alonso de Palencia la recuerda 


cuando, en el umbral de la adolescencia, «hermosísima doncella de 


(13) Crónica incompleta de los Reyes Católicos (1469-1476), según un manus- 
crito de la época. Prólogo y notas de Julio Puyol, Madrid, 1934, «Boletín de la 
Academia de la Historia». El manuscrito original, siglo xvI, en la Biblioteca de 
El Escorial, L. 1. 6, ff. 1-113. 

(14) BERNÁLDEZ, Historia de los Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel, 
capitulo CCII, Biblioteca de Autores Españoles, tom. 70, pág. 722. 

(15) SícuLo, Opus de rebus Hispanie@ memorabilibus (Alcalá, 1530); versión 
parcial, Vida y hechos de los Reyes Católicos (Madrid, 1943, Colección Cisneros). 

(16) OVIEDO, Las Quincuagenas de la nobleza de España (edición de la Real 
Academia de la Historia, tom. 1, Madrid, 1880). 

(17) FR. FRANCISCO GIMÉNEZ, Carro de las Donas. El mismo pasaje en PULGAR, 
Claros varones de Castilla (edición de «La Lectura», Madrid, 1923). 

(18) HIERONIMUS MONETARIUS, Itinerarium hispanicum, 1494-1495, ed. por Ludwig 
Pfandl; JERÓNIMO MUÚNZEÉER, Viaje por España y Portugal en los años 1494 y 1495, 
«Revue Hispanique», 1920; traducción española de Julio Puyol, Madrid, 1924. 
Nueva versión castellana por José López de Toro, Madrid. : 


39 


PABLO ÁLVAREZ RUBIANO 


trece años», en las vistas celebradas con el Rey de Portugal, «las gra- 
cias de ésta cautivaron tan fuertemente su corazón que quiso hacerla 
.al punto su esposa» (19). Y, más tarde, hablando de su coronación, 
.refiere el mismo cronista que «apareció de repente la Reina revestida 
con riquísimo traje, y adornada con resplandecientes joyas de oro y 
piedras preciosas que realzaban su peregrina hermosura» (20). 

Pero si el énfasis poético o la lisonja de los escritores cortesanos 
pudieran parecernos excesivos en lo tocante a su belleza, toda su fecun- 
da obra histórica avala sobradamente la elogiosa traza de sus cualida- 
des morales, como mujer y como Reina. 

Seguimos, pues, por entero a Pulgar en la reconstrucción de la 
semblanza espiritual de Isabel, aunque se anticipen en ella aspectos 
esenciales de su carácter, de su voluntad o de sus inclinaciones, a que 
habremos de referirnos con más extensión a lo largo de este estudio: 
«Era mesurada en la continengia e movimientos de su persona; no 
beuía vino. Era muy buena muger; plaziale tener cerca de sí mugeres 
ancianas que fuesen buenas e de linaje. Criaua en su palacio donzellas 
nobles, fijas de los grandes de sus rreynos, lo que no leemos en Coró- 
nica que fiziese ninguna otra reyna. Fazia poner gran diligencia en la 
guarda dellas, e de las otras mugeres de su palacio; e dotáualas magni- 
ficamente, e faziales grandes mercedes por las casar bien. Aborrecia 
mucho las malas. Era muy cortés en sus hablas. 

»Guardaua tanto la continengia del rostro, que avn en los tiempos 
de sus partos encubria su sentimiento, e esforcáuase a no dezir ni 
mostrar la pena que en aquella ora sienten e muestran las mugeres. 
Amaua mucho al Rey su marido, e celáualo fuera de toda medida. Era 
muger muy aguda e discreta, lo qual vemos rraras vezes coneurrir 
en vna persona; fablaua muy bien, e era de tan excelente ingenio, que 
en común de tantos e tan árduos negocios como tenía en la goberna- 
ción de sus rreynos, se dió al trabajo de aprender letras latinas, e 
alcancó en tiempo de vn año saber en ellas tanto, que entendía qual- 


quier habla o escritura latina. Era muy católica e devota, fazia limos- 


(19) ALONSO DE PALENCIA, Crónica de Enrique IV, traducción castellana por 
‘A. Paz y Melia, tomo I, Madrid, 1904, década 1.2, libro VI, cap. X, pág. 396. 
(20) PALENCIA, ab. cit., tomo III, Madrid, 1906, década II, libro X, cap. X, 


pág. 305. . 


40 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


. »Aborrescia estrañamente sortilegos e adevinos, e todas personas 
de semejantes artes e ynvençiones. Plaziale la conversaçión de perso- 
nas religiosas e de vida honesta, con los quales muchas vezes avía 
sus consejos particulares; e como quier que oía el pareçer de aquellos, 
e de los otros letrados que çerca della eran, pero por la mayor parte 
seguia las cosas por su arbitrio. Pareçió ser bien fortunada en las 
cosas que començaua. Era muy inclinada a fazer justicia, tanto que 
‘le era inputado seguir más la via de rrigor que de la piedad; y esto 
fazia por rremediar a la grand corruçión de crimenes que halló en 
el rreyno quando sucedió en él. Quería que sus cartas e mandamientos 
fuesen conplidas con diligencia... 

»Era muger de gran coracón, encubria la yra, e disimuláuala; e 
por ésto que della se conocía, asi los grandes señores del rreyno como 
todos los otros en general la temian mucho, e guardauan de caer en 
su indignación. De su natural inclinación muger era verdadera en 
mantener su palabra; como quiera que en los mouimientos de las 
guerras e otros grandes fechos que en sus rreynos acaescieron en 
aquellos tienpos, e algunas mudangas fechas por algunas personas, 
-la fizieron algunas vezes variar. Y era muy trabajadora por su perso- 
na, segúnd se verá adelante por los actos desta Corónica. 

»E era firme en sus propósitos, de los quales se rretraya con gran 
dificultad. E érale ynputado que no rremuneraua bien los seruicios que 
en aquellos tienpos le fueron fechos, e por esto dezían della que no era 
muy franca. Verdad es que en nuestros tiempos pocas dádiuas de 
vasallos le vimos fazer, antes guardaua estrechamente el patrimonio 
rreal. Pero ésto creemos que fazia porque halló el rreyno muy disi- 
pado y enagenado, quando sucedió en él por fin del rrey don Enrrique 
su hermano. Era muger muy cerimoniosa en los vestidos e arreos, e 
en sus estrados e asientos, e en el seruicio de su persona; e quería 
ser seruida de omes grandes e nobles, e con grande acatamiento e 
humiliación» (21). : I 

El recuerdo de la Reina debió perdurar con el mismo sentido ad- 
mirativo en la generación siguiente, y asi vemos cómo en la conti- 


(21) PULGAR, ob, cit., tomo I, cap. XXIV, págs. 76-78. 


ql 


PABLO ÁLVAREZ RUBIANO 


nuación de la crónica de Pulgar, de autor anónimo, se exaltan peyora- 
tivamente las virtudes de Isabel: «No pasemos en silencio —dice— 
tantas excelencias como esta Reina tuvo: tractemos de algunas dellas, 
pues que la natura no crió otra semejable que en su reino asi gober- 
nase; que si en la antigiiedad se alabó a Semiramis, o a las Amazonas, 
o a algunas otras hembras por fechos claros que hiciesen o por gran- 
deza o hermosura que tuviesen, todas estas, si algunas gracias tuvie- 
ron, con algunas mancillas las ensuciaron; mas esta excelentisima 
Reina Doña Isabel desde el dia de su nacimiento fasta el dia de su 
muerte se halló siempre no menos fuerte que constante y magnanima 
haber sobrepujado a las que arriba habemos dicho. Vivió tan sobre 
bondad compuesta, que nunca demasiada palabra alguna se halla 
haberle oido que dixese. Fué castisima muger, llena de toda honesti- 
dad, enemicisima de palabras ni muestras deshonestas; nunca se vió 
en su persona cosa incOmpuesta; nunca se halló en sus obras cosa 
mal hecha, ni en sus palabras palabra mal dicha. Por cierto debe 
creerse en sus pensamientos muy sanctos e justos; que aunque muger, 
y por eso de carne flaca, era alumbrada de dones y de gracia espiritual. 
Fué fiel amiga, subjecta cara y carisima de sus amigos, favorescedora 
de las mugeres bien casadas, y de lo contrario muy enemiga, cathó- 
lica y christianisima devota, fedelisima a Dios, madre muy piadosa 
a sus subdictos, reina muy justa a sus vasallos, dada a contemplacion 
y dedicada a Dios: ocupábase en los oficios divinos muy continua- 
mente; ni por eso dexaba la gobernacion humana. Era religiosa y 
devota a todas las religiones; tenia grand caridad, suma prudencia, 
grandisimo favor de justicia, mucha modestia, grand honestidad y 
estudio de vida apartada: era exemplar de buenas e loables costum- 
bres, magnanima, liberalisima en mandas y dones repartidos por todo 
el mundo. A los embaxadores que venian de otros príncipes y a 
sus servidores e criados muy gracta; a todos los suplicantes y ne- 
gociadores de sus reinos muy apacible. Descargó en su vida y en 
dias de salud y alegria grandes sumas de quentos de dineros de sus 
descargos, deudas e promesas y obligaciones que dende su tierna 
edad era obligada, y tambien descargó las conciencias de sus pro- 
genitores. Su mansedumbre fué admirable; su magestad la mayor 
que jamas fué vista: su misericordia sobre todo loor; mas aunque 
asi usaba de piedad, no olvidaba el ceptro de la justicia. Todas estas 


42 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


virtudes tenia esta Reina, de tal manera asi allegadas, que siguiendo 
la doctrina de Sant Gregorio, en todas las cosas que duda tenian, 
mas a misericordia que a rigurosa justicia se inclinaba, e por espe- 
riencia de sus obras asi lo demostraba dando grandes limosnas que 
a todas las órdenes mendicantes, personas menesterosas e pobres ne- 
cesitados larguisimamente repartia; a doncellas huérfanas doctaba, 
y a otras con grandes doctes las casaba. Al sepulero sancto de Jeru- 
salem con grandes limosnas e devoto ánimo de corazon visitaba, pues 
que por la flaqueza mugeril e por la dinidad real con los pies cor- 
porales no podia. Fué esta tan excelentisima Reina, que ni despues 
que Roma fué fundada, ni tampoco desque España fué poblada, 
rey, principe, ni emperador, ni otra excelentissima muger que reinos 
gobernase, ninguna hubo a quien con gozo maravilloso esta Reina 
no sobrepujase, y todos los pasados que por seguimiento de sus vir- 
tudes se puedan en ausencia alabar, todas en presencia desta Reina 
e Señora con la mucha grandeza de sus obras e sin comparacion se 
debrian callar; e segund dice la Sacra Escriptura, ninguno en su 
voluntad deba ser loado» (22): 

Con la aguda penetración que le caracteriza, al aunar sus sabe- - 
res clínicos y su dominio de la Historia en el estudio de la tipología 
de algunos egregios personajes del pasado, el doctor Marañón define 
así el alma de Isabel de Castilla: «Doña Isabel fué un producto genial 
de esta triste herencia: de Don Juan II y su mujer la Portuguesa; 
un eslabón excelso, como es siempre el genio, en una cadena de mise- 
rias. Fué esta gran Reina, físicamente, de perfecta morfología feme- 
hina... La morfología tan perfectamente femenina de Doña Isabel 
albergaba, sin duda, un espíritu de recia contextura viril. Su respues- 
ta a los nobles que le ofrecieron la corona a la muerte de su her- 
mano Don Alfonso, no indica sólo una rectitud de conciencia poco 
común, sino también un espíritu fuerte, impropio de una muchacha 
de diez y seis años. De igual energía viril hizo alarde en todo el dra- 
mático capítulo de sus bodas. Y, siendo ya reina, su actuación, llena 
de reflexión, y su actitud enérgica frente a decisiones graves, tiene 


(22) Continuación de la Crónica de Pulgar, por un- anónimo, Biblioteca de Auto- 
res Españoles, tomo LXX, Madrid, 1878, págs. 522 y sigte. 


43 


PABLO ÁLVAREZ RUBIANO 


un sello masculino, que sus contemporáneos percibieron bien» (23). 

El Padre Cereceda exalta igua.mente la gran figura de la Reina, 
con veracidad histórica sublimada por-un hálito poético, coincidien- 
do en lo esencial con otros grandes historiadores, como Walsh (24) y 
Retana (25): «Es indudable —afirma— la profunda impresión que 
en los de dentro y fuera levantaba la sola presencia de la Reina Isa- 
bel. «Es la más hermosa señora que yo nunca vi» —exclamaba un 
cortesano—. Los retratos que de ella perduran, ni de lejos reprodu- 
cen su realidad subyugadora, llena de esplendor espiritual.—Aquel 
carácter apacible, la pureza clásica de sus rasgos, su santidad ho- 
nestísima, aquella distinción y gracia que denunciaba irremediable- 
mente a sus mayores los Lancaster y Plantagenets; la dulzura de su 
voz, un poco tenue, pero clara, que parecía adormecer el alma al 
hablar aquel sonoro castellano que sin tropiezo y con gracia inigua- 
lable pronunciaban sus labios, todo aquel armonioso conjunto, en 
fin, de «dotes y virtudes sobrenatura.es recordado no sin nostalgia 
por Palencia, Oviedo, del Pulgar y el Cura de los Palacios, entusias- 
maba con justicia a los españoles, y más a los castellanos, que veían 
en su reina la sonrisa más radiante de sus cielos azules y la más 
bella flor de sus campos de pan llevar, absolutos y graves.—El culto a la 
mujer, que entonces comenzaba a tomar en España caracteres de casi 
veneración, tuvo por su más adecuado objeto la gracia deslumbradora 
de su excelsa reina. El pueblo la dió pronto también sitio en la brillante 
constelación de los personajes perdurables en su historia, haciéndola 
-marchar de los primeros en aquel reguero de ensueño y de luz, por 
buena y por grande, y por solícita madre de su patria. Con los años, 
-se fué nimbando aún más su recuerdo con un halo misterioso, mez- 
-cla de sobrenatural y profundamente femenino, garantía en la tierra 
de perpetuidad en la flaca memoria de los hombres» (26). 


x x x 


(23) GREGORIO MARAÑÓN, Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla y su 
tiempo, Madrid, 1930, págs. 171 y sigte. 

(24) WatsH, Isabel de España, 4.4 edición, Madrid, 1943, pág. 93. 

(25) RETANA, Isabel la Católica, tomo I, pág. 135, y II, págs. 626 y sigtes. 

(26) CERECEDA, Interpretación actual de los Reyes Católicos, «Razón y Fe», 1941, 


pág. 329. 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


Pensando en el porvenir de España, o intuyéndolo en el substra- 
to de su alma, escogió por esposo a un Trastamara de Aragón, que 
llevaba por ello sangre fungib‘e para la historia unitaria de España. 

En plena adolescencia dió evidentes' pruebas de discreción, eli- 
giendo, sin disputa, al mejor de sus pretendientes, y de fortaleza, al 


oponerse, con sutiles razones y evasivas, a la cambiante voluntad de 


su hermano, presa de los torvos designios de los grandes, que le ma- 
nejaban a su antojo (27). I 

Fué una anticipación, aunque también mediara la onda cordial 
del amor, de su sagacidad en las artes de la política, que habia de 
acreditar sobradamente en el curso de su excelso reinado, alli donde 
fué preciso, al lado de don Fernando, procurando la felicidad y la 
grandeza de su pueblo, que reclamaron lo mejor de su espiritu, su 
clarividencia, su magnanimidad y un sentimiento de cristiana justi- 


cia que no le abandonó nunca (28). 
Conjugó a maravilla el amor al esposo, cuyos devaneos, que le 


. Son del mayor interés, acerca del matrimonio de los 
Reyes, las obras del francés ALBERT DU Boys, Un mariage royal en Espagne, 
1451-1469 («Revue d’Economie chrétienne», 1864, págs. 498-511, 597-612 y 847-857). 
EDUARDO IBARRA Y RODRÍGUEZ, El matrimonio de los Reyes Católicos («El Archi- 
vo», 1891 y 1892), Tres documentos inéditos referentes al matrimonio de los Reyes 
Católicos, 1468, 1469 y 1470, publicados por MANUEL DanviLa («Boletín de la Real 
Academia de la Historia», 1901, págs. 131-149). Š. GARCÍA DE PRUNEDA, Un con- 
trabando épico (entrevista de Fernando e Isabel), Ese es, ese es («Boletín de la 
Sociedad Castellana de Excursiones», 1916). Y, especialmente, la monografía del 
erudito e historiador valenciano, tan amante de la tradición y de la literatura de 
nuestra época, don Francisco MARTÍNEZ Y MARTÍNEZ, titulada Los amores de Doña 
Isabel y Don Fernando (Valencia, 1944). 

(28) JAIME Vicéns Vives, en su reciente y documentada obra Fernando el Cató- 
lico, Príncipe de Aragón, Rey de Sicilia, 1458-1478 (Madrid, 1952), ha venido a reve- 
lar una faceta desconocida en relación con estos aspectos del enlace, demostrando 
que, contrariamente a lo supuesto por cronistas e historiadores, el título de Rey de 
Sicilia no se le otorgó a Don Fernando para realzar su figura en las negociaciones 
para su matrimonio con Isabel, ya que, según se desprende de los documentos 
estudiados por el autor, el hecho es consecuencia de la situación interior de la 
isla. Igualmente pone en evidencia que la futura Reina de Castilla, a la que se 
concedía como dote la gobernación de la llamada «Cámara de la Reina», hizo valer 
estos derechos frente a su suegro Don Juan II, «precedente de valor inestimable 
para juzgar la calidad que había de tener el gobierno de la Reina Católica en sus 
propios reinos a partir de 1474» (pág. 300). 


45 


PABLO ÀLVAREZ RUBIANO 


pesaban en lo más hondo de su: alma, supo disimular con regia dig- 
nidad, y el amor maternal que sentía por su pueblo, al que rescató 
con su virtud y con su ejemplo de la bajeza en que yacía, templán- 
dolo para las más grandes empresas. 

Pero aquella mujer de excepcionales virtudes, encontró su com- 
plemento, al unirse en matrimonio al Rey de Sicilia, con un hombre 
que era también todo un carácter. Los propios retratos de pintores con- 
temporáneos del gran Rey, nos dan la dimensión de su personalidad, 
tanto en su aspecto fisico como en el espiritual. 

Veamos la descripción del monarca en la crónica de Pulgar: «Este 
Rey era ome de mediana estatura, bien proporcionado en sus miem- 
bros, e en las fagiones de su rrostro bien conpuesto, los ojos rreyen- 
tes, los cabellos prietos e llanos; ome bien conplisionado. Tenia la 
habla igual, ni presurosa ni mucho espaciosa. Era de buen entendimien- 
to, muy tenplado.en su comer e beber, e en “os movimientos de su 
persona, porque ni la yra ni el plazer fazia en él grand alteración. 
Caualgaba muy bien a cauallo, en silla de la guisa e de la gineta; 
justaua, tiraua lança e fazia todas las cosas que ome deve hazer, tan 
sueltamente e con tanta destreza, que ninguno en todos sus rreynos 
lo fazia mejor. Era gran caçador de aves, ome de buen esfuerco, e 
gran trabajador en las guerras. De su natural condición era muy inclina- 
do a hazer justicia, y tanbién era piadoso, e compadeciase de los mise- 
rables que veya en alguna angustia. Tenía vna gracia singular: que 
qualquier que con él hablase, luego le amaua e deseava seruir, por- 
que tenia la comunicación muy amigable. 

»E era asimesmo rremitido a consejo, en especial de la Reyna su 
muger, porque conocía su gran suficiencia e discreción. Desde su 
niñez fué criado en guerras, do pasó muchos trabajos e peligros de 
su presona. E porque todas sus rrentas gastaua en guerras que te- 
nía, estaua en continas necesidades. No podemos dezir que hera fran- 
co. Ome era de verdad, como quiera que las necesidades grandes en 
que le pusieron las guerras, le fazian algunas vezes variar. Plaziale 
jugar todos juegos, de tablas e axedrez e pelota; en ésto, mientra 
fué moco, gastaua algúnd tiempo más de lo que devia. E como quiera 
que amaua mucho a la Reyna su muger, pero dáuase a otras muge- 
res. Era asimismo ome que hera traydo a hazer mudanca de las cosas 
algunas vezes, más por suplicaciones e ynportunidades de otros que 


46 - 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


por ynterese ni voluntad suya. Era ome muy tratable con todos, es- 
pecialmente con sus seruidores continos» (29). 

Otro cronista, Colmenares, nos ofrece, acaso con mayor minu- 
ciosidad aún, la descripción fisica del soberano, tal como era el dia 
solemne de la coronación de los Reyes en Segovia: <Mozo de veinti- 
dós años, nueve meses y veintitrés días, de mediana y bien compuesta 
estatura, rostro grave, blanco y hermoso, el cabello castaño, la frente 
ancha con algo de calva, ojos claros con gravedad alegre, nariz y boca 
pequeñas, mexillas y labios colorados, bien sacado de cuello y forma- 
do de espalda, voz clara y sosegada, y muy brioso a pie y a ca- 
ballo> (30). 


‘siguiente modo: «Era el Monarca de mediana estatura y miembros 
proporcionados. La mayoria de los grandes hombres, como Alejan- 
dro, César y Napoleón, fueron mas bien pequeños. Nuestro Principe 
poseía una faz redondeada que iluminaban unos ojos llenos de inte- 
ligencia. Amplia frente y nariz aguileña sobre una boca de labios 
finos, completaban la cara, cuidadosamente rasurada, del Rey ara- 
gonés. Este óvalo plácido y risueño cambió con los años; y luego, 
las arrugas, el fruncido severo de los labios y la impasibilidad de la 
mirada velaron cautelosamente los secretos de Estado tras la sur- 
cada frente del Rey de “as Españas» (31). 

De su iconografía (32), en extremo deficiente, consigna el mismo 
autor: «Sólo una medalla que lo representa en edad madura señala 
rasgos fisonómicos distintivos. Pero las facciones abultadas denotan 
una transformación. No es el Príncipe de los primeros años de su go- 
bierno, ni el joven Soberano de los impetus guerreros. El perfil aqui- 


(29) PULGAR, ob. cit., tomo I, cap. XXIII, págs. 75-76. 
(30) DIEGO DE COLMENARES, Historia de Segovia, Madrid, 1640, 
I 


(32) Además de las obras generales mencionadas con relación a la Reina, 
vid. DIEGO ANGULO IÑIGUEZ, Un nuevo retrata de Don Fernando el Católico, «Archivo 
Español de Arte», Madrid, 1951, págs. 260-261; GIULIO BERNI, Nueva medalla con- 
memorativa de Fernando el Católico, 1952. 


4“. 


PABLO ALVAREZ RUBIANO ` 


lino de entonces apenas lo vislumbramos en el relieve de la Univer- 
sidad de Salamanca; y como proyección borrosa, detrás de Isabel en 
el cuño de la moneda de los <excelentes>, en que aparece el busto 
de ambos Soberanos. Ni el retrato de la tabla castellana de Madrid, 
con su rostro ovalado e inexpresivo; ni la pintura de Daroca, nada 
nos dicen de la psicología del gobernante. Lástima que una preciosa 
tabla burgalesa de Las Huelgas, que creemos representa a los Reyes, 
conserve Sólo la imagen de Isabel y sus hijos; la cabeza del Monarca 
falta por completo, borrada por el tiempo» (33). f 

Cereceda, en su descripción del Rey, trata de explicar por qué 
no fué su persona tan popular en España: «Don Fernando, que hacia 
sin dudar una gran figura con su tez blanca, miembros ágiles, fuerte 
y bien proporcionado, y de un mirar de viva inteligencia, no entró 
nunca tan hondo en el sentimiento popular, mas accesible siempre a las 
dotes de bondad y de hermosura femeninas. Además el rey, esplén- 
dido espécimen del hombre del Renacimiento, no era para despertar- 
unánime simpatía colectiva. De reservas enormes y de energía lo mis- 
mo fisica que moral, emprendedor, político, un poco frio y, sobre 
todo, práctico en grado sobresaliente, no podía, sin embargo, sub- 
yugar a un pueblo meridional y, por eso, arrebatado y extremoso, 
propicio siempre a movilizarse por virtudes de apariencia, y más 
indiferente y apático para las poco brillantes, aunque eficientisimas 
y superlativas, del monarca aragonés, que disponía de ellas con un 
dominio maravilloso para los altos fines de su conquista» (34). 

Hijo de don Juan II de Aragón y de doña Juana Enríquez, heredó 
el trono de su padre por muerte de su hermano, el Principe de Viana, 
siendo paralela ‘esta circunstancia con aquella otra que deparó el 
cetro a Isabel en Castilla, como análoga fué también su grandeza his- 
tórica. A la hora de enjuiciar la obra del Rey aragonés, que va unida 
indisolublemente a la de Isabel, hay que reconocerle, pese a sus de- 

tractores, toda la importancia que merece. 

Fernando el Católico dejó impresa en las páginas dé uno de los 
periodos más brillantes de nuestra historia, la impronta de una ex- 
traordinaria personalidad. El gran Rey reunía dotes relevantes de 


(33) BALLESTEROS, ob. y 1. citados. 
(34) CERECEDA, Interpretación, págs. 329 y sigte. 


48 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


soldado, que tuvo ocasión de ejercitar en su más temprana edad, por 
las revueltas tierras catalanas, y de diplomático y politico, en cuyas 
artes fué modelo insuperable de perspicacia, en una época en que los 
principes tenían como ejemplo de gobernante ei definido por Nicolas 
Maquiavelo en su famoso libro. Aventajó en astucia, en habilidad, 
en la previsión de los acontecimientos, a todos sus contemporáneos. 

El hecho de que para sus fines politicos utilizase, en ocasiones, 
procedimientos que, si no reñidos, pudieran ser interpretados al mar- 
gen de la ética, en su esfera más elevada, no debe imputársele en 
su demérito, porque en la cambiante y maquiavélica Europa de su 
tiempo, el clima moral de las relaciones entre Los Estados obligaba 
a veces a la acción tortuosa, so pena de haber malogrado las campa- 
ñas victoriosas que los ejércitos españoles iban realizando en su em- 
puje por los caminos de Europa y del mundo. 

Si alguna vez hubo ingratitud hacia los que le ayudaron a erigir 
los sólidos cimientos de la nación (35); si alguna vez utilizó la per- 
fidia, como cuando alióse con el monarca francés, para repartirse 
el Reino de Nápoles, debe tenerse en cuenta que le guia en todo 
momento el amor a su patria, que elevó, con la prodigiosa colabo- 
ración de su esposa Isabel, a las más altas cimas de su poderío, cons- 
truyendo las firmes bases que han resistido los embates de siglos 
de historia. 


Xx * 


Por suerte para España, Isabel y Fernando constituyen el modelo 
más característico de compenetración de aquellas dos grandes per- 
sonalidades, con cualidades distintas —de sensibilidad e intuición ge- 
nial en la Reina, que se anticipa a los acontecimientos; de inteligencia 
diplomática y política en su esposo—, pero que sirven, unidas por 
una vocación común de Imperio, para formar el poder real más eficaz 
que ha podido darse en el gobierno de un Estado, para deparar a 
nuestra patria su reinado más glorioso. Con razón Baltasar Gracián 


(35) Se ha censurado al Rey Católico su ingratitud hacia Colón, el Gran Capi- 
tán y Cisneros, preferentemente, repitiéndose por algunos historiadores la afirma- 
ción, como artículo de fe,-sin pararse a contrastarla. Pero modernamente se ha. 
desvirtuado por completo, y donde se ponía la palabra ingratitud debe colocarse, 
con mayor fundamento, la de celoso defensor de los intereses del Estado, por las 
razones críticas que son ya de general aceptación. 


49 - 


PABLO ALVAREZ RUBIANO 


afirmaba: «Cada uno de los dos, era para hacer un siglo de oro y 
un reinado felicisimo; cuánto más, entrambos juntos» (36). 

De cómo fué trascendental para el destino de España la unión 
de estas dos grandés figuras, con sus diferencias de carácter y tempe- 
ramento, pero iguales en la genialidad política, nos lo demuestra el 
curso ulterior de nuestra historia. No cabe contraponerlos, porque en la 
vida histórica se completaron. Cualquiera que sea el juicio que se- 
paradamente nos merezcan, su Obra de gobierno fué común y solida- 
ria, sin posibilidad de deslindar lo que se debe exclusivamente al 
talento y a la magnanimidad de la Reina o al espíritu de conquista 
de Fernando, prototipo del hombre del Renacimiento. 

Si hubo un momento, al ser exaltada Isabel al trono de Castilla, 
en que el Rey aragonés, por su ascendencia castellana y aconsejado 
por palaciegos aduladores, quiso apartar a su mujer de las tareas de 
gobierno, la querella fué una nube fugaz, que se resolvió por la com- 
prensión de ambos cónyuges, cristalizada en la concordia de Sego- 
via, cuyas normas elaboraron el cardenal de España y el arzobispo 
de Toledo, afortunada sintesis de la expresión de aquella maravillosa 
diarquía que hizo de España la primera potencia del orbe cristiano. 

Señalar los yerros o las flaquezas del monarca, para que desta- 
que más la grandeza de Isabel, que como esposa y como Reina no 
necesita de contraste alguno, es empequeñecer la visión de ša histo- 
ria, que debe medirse por sus realidades trascendentes y no por mi- 
nucias que no afectaron para nada el curso de los hechos. 

La unidad en la dualidad fué la línea de conducta seguida en todo 
momento por los Reyes, de la que es expresión genuina la famosa 
frase «tanto monta», más poética que real, con que se conoció aque- 
lla forma de gobierno. 

El análisis de los hechos más relevantes de aquel reinado, forta- 
lece el criterio favorable a una interpretación que hace solidaria la 
obra de los Reyes Católicos, ya que es evidente la participación de 
Aragón en el descubrimiento de América, como lo es la de Castilla 
en las campañas de Italia, suscitadas por la política exterior arago- 
nesa, y en las que ‘es héroe máximo un capitán castellano: Gonzalo 
de Córdoba. 


(36) BALTASAR GRACIÁN, El Político Don Fernando el. Catholico, Huesca, 1646. 


jo 


II 
EL PODER REAL (LA RECONSTRUCCION DEL ESTADO) 


La tendencia a la unidad del Estado es la determinante que preside 
la ereación de un organismo fuerte. para hacer válida la idea del abso- 
lutismo que, como doctrina política, traen consigo los Reyes Cató'icos. ` 

Pero de esta tendencia unitaria y centralizadora había en España 
antecedentes ilustres. Uno de ellos fué el santo valenciano Vicente Fe- 
rrer, el gran dominico que exaltaba a las muchedumbres medievales 
con su verbo fogoso y polémico, quien, al decidirse por la solución 
castellana en el Compromiso de Caspe, dejó el cauce libre para la 


fusión de los dos reinos, “o que daría también en el futuro la unidad 
religiosa por la que había luchado con todas sus fuerzas. 


Estado bajo el signo de la autoridad real. Combatió denodadamente 
con los poderosos enemigos oligárquicos que se oponian a su ideal, 
y llevó sus banderas victoriosas hasta los muros de Granada. Mas 
perdióle la reina, la princesa portuguesa que él había elegido para 
segunda esposa del monarca, y su desgraciado fin dió rienda suelta 
otra vez a las fuerzas disgregadoras del reino, contra las que. seria 
impotente el débil soberano de Castilla. 


como vamos a ver seguidamente al tratar de la reconstrucción del 
Estado español, portentosa tarea que emprenden, no bien suben al 
trono, desde sus propios cimientos hasta el solio real, que se hace 
diárquico sin perder, por ello, su unidad de acción. 


«La reforma de juros y mercedes de 1480, ver- 
dadera reconquista del patrimonio real, torpemente enajenado por 


53 


PABLO ALVAREZ RUBIANO 


Enrique IV; la incorporación de los maestrazgos a la corona, con lo 
cual vino a ser imposible la existencia de un estado dentro de otro 
estado; la prohibición de levantar nuevas fortalezas, y el allanamien- 
se derrumbó para siempre; la centralización del poder, mediante los 


Consejos; la nueva planta dada a los tribunales, facilitando la más 
pronta y expedita administración de la justicia; el predominio cada 
día creciente de los legistas; la anulación de la aristocracia como 
‘elemento político, no como fuerza social; las tentativas de codifica- 
ción del doctor Montalvo y. de Lorenzo Galíndez, prematuras sin 
duda, pero no infecundas; la directa y eficaz intervención de la coro- 
na en el régimen municipal, hondamente degenerado por la anar- 


quía del siglo anterior; el nuevo sistema económico que se desarrolló 


con exceso, porque quizás lo exigía entonces la defensa del trabajo 
nacional, son dignas de alabanzas en lo que toca a la simplificación de 
monedas, pesos y medidas, al desarrollo de la industria naval y el 
“comercio interior, al fomento de la ganadería; la transformación de 
las bandas guerreras de la Edad Media en ejército moderno, con su 
invencible nervio, la infantería, que por siglo y. medio había de dar 
la ley a Europa; y en otro orden de cosas, muy diverso, la cruenta 
depuración de la raza, mediante el formidable instrumento del Santo 
Oficio y el edicto de 1492; la reforma de los regulares claustrales y 
observantes, que, realizada a tiempo y con mano firme, nos ahorró 
la revolución religiosa del siglo xvi... son aspectos diversos de un 
mismo pensamiento político, cuya unidad y grandeza son visibles 
para todo el que, libre de las pasiones actuales, contemple desintere- 
sadamente el espectáculo de la historia (1). 


A) La herencia anárquica y el restablecimiento del orden 


La primera de las medidas que adoptan los monarcas, la más acu- 
ciante y necesaria, se encamina a establecer el orden en el Reino, con- 


(I) MARCELINO MENÉNDEZ Y PELAYO, Antología de poetas líricos castellanos, 
tomo VI, Madrid, 1896, Prólogo, pág. CLXIX (reproducido en Historia de la poesta 
castellana en la Edad Media, tomo III). 


54 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATOLICOS 


vulsionado y deshecho por la anarquia; y esto lo realizan en circuns- 
tancias dificiles, al tener que defender, al mismo tiempo, los derechos 
de la corona, frente a la Beltraneja, en la guerra de Sucesión provo- 
cada por los portugueses. 

Un testigo de vista, Fernando del Pulgar, nos da la medida de 
cuán necesaria y providencial fué la politica de los Reyes, para atajar 
los males internos de Castilla, ya que a tal grado de depravación ha- 
biase llegado. Particularmente expresiva es la carta que dirigió al obis- 
po de Coria, señalando los atropellos, las iniquidades, los desafueros 
y crímenes que tenían por escenario toda la ancha Castilla: «El 
Duque de Medina con el Marqués de Cádiz, el Conde de Cabra con 
don Alonso de Aguilar tienen cargo de destruir toda aquella tierra 
de Andalucia...; la provincia de León es devastada por don Alonso 
de Monroy, maestre de Alcántara; en Toledo, alcázar de emperado- 
res, grandes y chicos, todos viven una vida por cierto bien triste y 
desventurada; Medina, Valladolid, Toro, Zamora, Salamanca... están 
bajo la codicia del alcalde de Castronuño, Pedro de Mendaña, uno 
de los mayores facinerosos, que ha puesto a. rescate la mayor parte 
de las ciudades de Castilla la Vieja; los procuradores del reino varias 
veces se juntaron para poner remedio, e mirad cuán crudo está aún 
este humor e cuán rebelde, que nunca hallaron medicina para le curar 
y desesperados ya de remedio, se han dejado dello. Las guerras de Ga- 
licia, de que nos soliamos espeluznar, ya las reputamos tolerables y 
aun licitas; el Condestable, el Conde de Treviño, con esos caballeros 
de las montañas, trabajan asaz por asolar toda aquella tierra hasta 
Fuenterrabía, y creo que salgan con ello según la priesa le dan. No 
hay más Castilla; si no, más guerras habria» (2). 

Y en la lamentación del cronista no se reseñan las tremendas lu- 
chas de oñacinos y gamboinos, de las que nos da puntual referencia Lope 
García de Salazar en sus «Bienandanzas e fortunas» (3); ni se alude 
a los bandos rivales de Salamanca, ni a los que dirimian, con no 
menor saña, los agramonteses y beamonteses en Navarra, como tampoco 


(2) PULGAR, Letras, 2s.* (edición de Clásicos Castellanos, Madrid, 1929); Mr- 
NÉNDEZ Y PELAYO, Antología, tomo VI, Prólogo. 

(3) LOPE Garcia DE SALAZAR, Las Bienandanzas e Fortunas que escribió... estan- 
do preso en su torre de. Sant Martin de Moñatorres, Madrid, 1884; MODESTO SARA- 
soLa, Vizcaya y los Reyes Católicos, Madrid, 1950. : 


55 


PABLO ALVAREZ RUBIANO ` 


a la espantosa revuelta de los payeses de remensa contra sus señores 
de Cataluña. i 

No menos expresiva es la pintura que nos hace otro testigo de 
vista, Lucio Marineo Siculo: «Defendiendo el rey Don Fernando y 
la reina Doña Isabel sus regnos de dos grandes exércitos de Portugal 
y Francia; cruelmente fatigadas muchas ciudades y pueblos de Es- 
paña de muchos y cruentisimos ladrones, de homicidas, de robado- 
res, de sacrilegos, de adúlteros, de infinitos insultos y de todo 
género de delincuentes. Y no podian defender su patrimonio ni 
haciendas de éstos, que ni temiían` a Dios ni al Rey, nin tenian se- 
guras sus hijas y mujeres, porque habia mucha gran multitud de 
malos hombres. Algunos dellos, menospreciando las leyes divinas 
y humanas, usurpaban todas las justicias. Otros, dados al vientre 
y al sueño, forzaban notoriamente casadas, virgenes y monjas, y 
hacian otros excesos carnales. Otros cruelmente salteaban, robaban 
y mataban a mercaderes, caminantes y a hombres que iban a ferias. 
Otros que tenian mayores fuerzas y mayor locura, ocupaban pose- 
siones de lugares y fortalezas de la corona real, y saliendo de allí 
con violencia, robaban los campos de los comarcanos, y no sola- 
mente los ganados, mas todos los bienes que podian haber. Ansi- 
mesmo captivaban a muchas personas, las que sus parientes resca- 
taban, no con menos dineros que si los hobieran captivado moros 
o otras gentes bárbaras enemigas de nuestra santa fe» (4). 

Todos los cronistas coinciden en descripciones análogas. Menén- 
dez y Pelayo las recoge y sintetiza, trazando un cuadro sombrio 
del reino de Enrique IV (5). La pluma del insigne maestro ofrece 
una fiel reconstrucción de aquella Castilla perturbada y dolorosa, 
que Isabel y Fernando levantan con mano firme y cuya pacifi- 
cación merecerà la gratitud de los súbditos no contaminados por la 
relajación moral o por bajos egoismos. 

Los propios nobles se habian convertido en salteadores y bandi- 
dos, al abrigo de sus fortalezas. Y como muestra de fechorias, pueden 
citarse las del alcaide de Castronuño que, según cuenta. Pulgar, desde 
sus fuertes hacia tales devastaciones en la comarca, que casi todas 


(4) SícuLo, Opus de rebus Hispaniae memorabilibus, fol. 160. 
(5) MENÉNDEZ Y PELAYO, ob. y 1. cit. 


56 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


las ciudades de Castilla la Vieja se vieron obligadas a pagarle un 
tributo por via de seguro, para poner sus territorios a cubierto de 
sus rapaces asaltos.y correrías. 

La situación anárquica de Castilla se vería todavia agravada por 
la guerra de sucesión, que aun siendo una lucha con Portugal, la 
provocan y fomentan poderosos nobles castellanos, por tener éstos 
clima más propicio para sus personales medros en el ambiente de 
inseguridad y revueltas en que se desenvolvía el reino. 


X * % 


Aunque los historiadores no hayan prestado el interés requerido 
al estado interno de Aragón al subir al trono Fernando el Católico, 
. no Se. crea por ello que los males que padecía este reino eran meno- 
res que ¡os de la atribulada Castilla. 

El desgobierno de la monarquía castellana, que se “sintetiza en la 
equivoca personalidad de Enrique IV, sincroniza con los tiempos 
paralelos de la Corona de Aragón, no menos turbulentos y anár- 
quicos. 

Como en Castilla, el reino aragonés conoce la tensión dramática 
de guerras interiores, con su secuela de crimenes, devastación y 
ruina. Las luchas civiles entre don Juan II y su hijo el Príncipe de Via- 
na, la rebelión de Cataluña, los desmanes de una nobléza poderosa, 
agitaron al reino durante largos años, mientras que el contacto de 
las corrientes renacentistas, por su tradicional politica italiana, socava- - 
ron la moral del pueblo, influido por las costumbres licenciosas que 
los soldados, los clérigos y los politicos traían de la Italia paganizada. 

La obra de Fernando, y, en definitiva, también de Isabel, pues 
ambos actuaban con unidad de criterio sobre todas las tierras de 
España, no fué menos importante para la pacificación de Aragón, ni 
tuvieron que desplegar menos energía e inteligencia los reyes, para 
establecer el orden interno y para fortalecer el prestigio de la autori- 
dad real. I 


37 


`: PABLO ÁLVAREZ RUBIANO: 


` B) La Santa Hermandad 


Para hacer frente a esta situación anárquica, en que España se 
hallaba sumida, los Reyes Católicos apelaron a toda su inmensa ener- 
gia, en su afán de devolver rápidamente la salud al Reino. La fuerte’ 
mano de Isabel, más inclinada a seguir la vía del rigor que la de la 
piedad, asistida por el valor militar y la habilidad politica de Fer- 
nando, levantaron a Castilla de su postración, restableciendo la idea 
del Estado, que estaba como atomizada por la fragmentación feudal, 
y creando un poder fuerte, cuyo brazo ejecutor Se personificó en la 
milicia de la Santa Hermandad (6). 

Los graves males que padecía el país demandaban remedios he- 
roicos, y éstos fueron aplicados frente a todos los privilegios de las 
ciudades y de los nobles, cuya desunión facilitó la obra regeneradora 
de los Reyes, que se anticiparon inteligentemente a toda posible or- 
ganización de las fuerzas hostiles, venciéndolas en sus mismos re- 
ductos. 

En esta acción rápida, urgente, del poder real, fué decisiva la in- 
tervención de la Santa Hermandad, que constituyó el primer cuerpo 


(6) De esta institución se ocupan las obras siguientes : DIEGO CLeMENCÍN, Elogio 
de la Reina Católica Doña Isabel, pág. 135 (Madrid, 1821); Luis DE MONTALVO Y 
Jardin, Hermandades de Castilla, Juicio de esta institución. Apoyo que prestaban 
a la unidad monárquica, (Discurso para la investidura del grado de doctor, Madrid, 
1862.) KONRAD HAEBLER, Ueber die älteren Hermandades in Kastilien (Historische 
Zeitschrift, Munich, 1885, págs. 385-401); idem, Die Kastilischen Hermandades 
zur Zeit Heinrichs IV (1454-1474) (Historische Zeitschrift, Munich, 1886, páginas 
40-50); L. JIMÉNEZ DE LA LLAVE, La Santa Hermandad en Talavera de la Reina 
(Boletín de la Real Academia de la Historia, Madrid, 1893, pág. 98); ANTONIO PAZ 
Y Meni, La Santa Real Hermandad Vieja y la nueva Hermandad general del 
Reino (Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, Madrid, 1897, págs. 97-108) ; 
RAFAEL FUERTES ARIAS, Alonso de Quintanilla, contador mayor de los Reyes Cató- 
licos, tomo I, pág. 131 (Oviedo, 1909); JuLio Puyol, Y ALONSO, Las Hermandades 
de Castilla y León. Estudio histórico seguido de las Ordenanzas de Castronuño 
hasta ahora inéditas (Madrid, 1913); CELESTINO LÓPEZ MARTÍNEZ, La Santa Her- 
mandad de los Reyes Católicos (Sevilla, 1921); PEDRO ANTONIO Muñoz CAsavús, 
Las Hermandades en Aragón. Introducción al estudio general de las Hermandades 
(Universidad, Zaragoza, 1927, págs. 669-723) ; ídem, Los capítulos de la Santa Her- 
mandad de Aragón (Universidad, Zaragoza, 1927, Págs. 905-959). 


58 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


armado, con una organización eficaz (7) para ia lucha contra los sal- 
teadores y toda clase de delincuentes que alteraban con sus desmanes 
la paz de los campos, de los poblados y ciudades de Castilla. Estre- 
chamente vinculada a esta milicia, tribunales especiales aplicaban 
una justicia rapida, cuya ejemplaridad puso freno también a los des- 
afueros de la nobleza. f 
Con fines análogos a los de la milicia creada por los Reyes Cató- 
licos, habian existido Hermandades en tiempos anteriores, organizadas 
circunstancialmente por los vecinos de algunos pueblos y ciudades 
para proveer a la seguridad pública de la comarca y, en Ocasiones, a 
la defensa de sus fueros contra los nobles y aun contra los mismos 


; 4 
o 
< 
A 


Alonso de Quintanilla, contador de cuentas; don Juan de Ortega, 
provisor de Villafranca de Montes de Oca, y Alonso de Palencia, el cro- 
nista, haciéndose eco del clamor general contra la violencia endémica 
que imperaba como ley en los campos castellanos, propusieron en las 
Cortes de Madrigal el establecimiento de fuerzas armadas para comba- 
tirla (8). 


Se dió el mando de 


(7) Para nutrir este cuerpo, cada cien vecinos de ciudades, villas y lugares 
realengos, estaban obligados a pagar el salario de un hombre a caballo (18.000 ma- 
ravedís) y cada ciento cincuenta el de un hombre de armas. 

(8) Aunque ALONSO DE PALENCIA —Crónica de Enrique IV, tomo IV, cap. VI— 
fija en 1475 la fecha de creación de la Hermandad, en Burgos, sólo fué un intento 
que puede aceptarse como precedente, 


59 


PABLO ALVAREZ RUBIANO 


ella, con el grado de capitán general, a don Alfonso de Aragón, duque 
de Villahermosa, hermano bastardo del rey, distribuyéndose las fuer- 
zas en grupos o cuadrillas, con un capitan al frente, para ocupar los 
sitios estratégicos para la persecución de las bandas facinerosas. 

Se creó también la Junta Suprema de la Santa Hermandad, inte- 
grada por representantes de las ciudades, de los prelados y de los caba- 
lleros; presidiéndola, por primera vez, el Obispo de Cartagena, don 
Lope de Ribas. 

Como estatuian las normas creadoras aprobadas por los reyes, 
dicha Junta conocía «en todas las cosas que fuere servicio de Dios e 
nuestro e tambien de nuestros reinos», decidiendo sin apelación en ` 
causas pertenecientes a la Hermandad. Un diputado particular la 
representaba en cada provincia, juzgaba en primera instancia y tenía 
asimismo 1a misión de recaudar el impuesto que sostenía la milicia; 
` mientras en los pueblos de más de treinta casas había dos alcaldes, 
cuya jurisdicción alcanzaba a todos los actos de violencia o herida 
producidos en campo o en poblado. 

Era también competencia de la acción judicial de la Hermandad 
el quebrantamiento de casa, el forzamiento de mujer y la resistencia 
a la justicia (9). 


(9) En la alocución de Alonso de Quintanilla a los procuradores de ciudades 
y villas, reunidos en Dueñas, que recoge por extenso el cronista PULGAR, se detalla 
el móvil, competencia, estructura y organización de la Santa Hermandad. La cró- 
nica, tras del discurso de Quintanilla, consigna sobre ella lo siguiente: «E luego 
estos procuradores, que allí vinieron con poderes bastantes cada vno de sus cib- 
dades e villas e pueblos, fizieron e ynstituyeron vna Hermandad que durase tres 
años, para responder vnos a otros, e se ayudar contra los tiranos e robadores; e 
diputaron ciertos caualleros y letrados, los quales fizieron (e ordenaron cinco) 
casos de Hermandad, en que avían de entender (los oficiales que fuesen puestos 
para ministrar esta Hermandad. Y el primero caso era toda fuerza, o robo, o furto, 
o ferida, fecha en el campo. El segundo, todo robo, o fuerza, o furto fecho en po- 
blado, quando el malfechor se fuese fuera del poblado do lo fizo, o a otro lugar. 
El tercero, todo quebrantamiento de casa. El quarto, toda fuerza de muger. El 
quinto, quando alguno fuese contra la justicia e la desobedeciese). 

E ynstituyeron en Cada cibdad, villa e lugar dos alcaldes de Hermandad, que 
toviesen plenaria juridición para juzgar e determinar en aquellos casos de Her- 
. mandad. Eso mismo, fizieron cierto número de quadrilleros, para perseguir los 
robadores. Iten, diputaron ciertos caualleros, e personas sabias e de buena y sana 
yntención, a quien cometieron el repartimiento del dinero que se avía de coger 
en cada pueblo. E estos diputados acordaron que cada (cient) vezinos (de todas 
las cibdades e villas e lugares de los reynos de Castilla e de León que entraron 
en aquella Hermandad), pagasen (el sueldo e acostamiento de) vn onbre de cava- 


60 


LA LECCION POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


Los procedimientos eran sumarios y ejecutivos y las penas fueron 
desde un principio de un rigor extremado, que si pecó de. crueldad 
sirvió, también, de barrera de contención contra el robo, la violencia 
y el crimen. Los propios nobles, comprendiendo que aquella poderosa 
fuerza podía caer sobre ellos, reclamaron contra su creación al com- 
probar su enorme eficacia. 


Después de largos años de turbulencias, de usurpaciones y de 


llo (él qual siempre estoviese presto con el capitán que le diesen para seguir qual- 
quier malfechor). 

E tomaron por capitán general de la Hermandad que fizieron a don Alonso de 
Aragón, duque del Villahermosa, hermano bastardo del Rey, e eligieron otros ocho 
capitanes, algunos de trezientas, otros de dozientas, otros de cient lancas, a cada 
vno de los quales paganan cada dia sueldo... e acostamiento (que le montaba haber 
para la gente que tenía en su capitanía). Y estos estauan continamente juntos con 
sus armas y cauallos, en los lugares e provincias do les era mandado. Item para 
conocer de los debates que ocurrirían, concernientes a aquellos (cinco) casos de 
Hermandad, e para los determinar, eligieron por presidente a don Lope de- Ribas, 
obispo de Cartagena, vn perlado antiguo e de gran suficiencia, e de muy buena 
conciencia, con el qual estauan de cada provincia vn diputado continamente; y 
éstos señalauan diputados generales para oyr e determinar las cosas que ante ellos 
venían, los quales tenían plenario poderío e jurisdición para determinar, e del 
juyzio d'estos no avía apelación. 

Otrosí, porque los agrauiados con sus querellas no oviesen de trabajar ni gastar 
en venir con sus quexas e agrauios al logar donde estaua el presidente e diputados 
generales, hordenaron que en cada provincia estouiese vn diputado provincial, 
para los oyr e remediar (el qual entendiese en las contribuciones que se avían de 
facer para la Hermandad, de manera que todos pagasen segúnd su facultad, e 
ninguno fuese agraviado en los repartimientos). Otrosí, para entender en todas 
estas cosas, e para dar horden en poner thesoreros e recaudadores, e pagar e 
repartir el dinero a quien e como se devía de dar, porque era cosa de gran con- 
fiança (el Rey e la Reyna) nonbraron e dieron cargo a aquel cauallero Alfonso 
de Quintanilla e al prouisor de Villafranca, que, segúnd avemos dicho, fueron 
promovedores e solicitadores para que la Hermandad se fiziese. E todos éstos 
recurrían por la final determinación de las cosas al Rey e a la Reyna, e'a su Consejo, 

Así fueron constituydas Hermandades, en las quales fueron comprehendidas 
casi todas las gibdades e villas e logares de los reynos de Castilla e de León, e 
del reyno de Toledo, e del Andaluzía, e de Galizia.» (PULGAR, Crónica, tomo I, 
cap. LXX, págs. 239 y siguientes.) 


61 


PABLO ALVAREZ: RUBIANO 


crimenes, la paz interior se hizo estable y duradera. El. propio Fer- 
nando del Pulgar comprobaria en vida que no tenia ya valor alguno 
su patética frase: «Si más Castilla hubiera, más guerras habria». Por 
el contrario, se ensancharía Castilla sin que la interna tranquilidad 
del reino se alterase, porque la organización de la Santa Hermandad 
llegaba a todas partes con su rigidez, con su inflexible constancia, 
que impedía que rebrotase la mala hierba. 

La Hermandad fué creciendo con el tiempo. En 1478 decía Gómez ` 
dé Figueroa en una carta al rey don Juan II, padre de Fernando. el 
Católico: «Ha acabado su alteza el fecho de las ermandades, que es 
con tal reposo daquestos reynos, y aun abatimiento grande de los 
malos y del adversario terror; que son tres mil lanzas y once mil 
peones, sin mil y quinientos que de su guarda tiene, y en esta manera 
ni los dacá ni dallá fazer ninguna cosa pueden sin total destruición... 
asy que reposada y sin ansya de los fechos dacá puede estar V. exe- 
lencia, que aunque, según he sentido, algunos Grandes tengan algunas 
quexas, no son tales que causen. rebelión, ni menos desobediencia, 
porque no se los face tales cosas para que lo deban de fazer, ni las 
quexas dellos ser sy. no muy libianas, las quales parece cosa de mayor 
reyntegración que de desamor ni odio» (10). 

El conde de Haro, don Pedro Fernández de Velasco, condestable 
de Castilla, la adoptó en sus grandes territorios del Norte. La sombra 
protectora de este ejército permanente, se extendió por León, Galicia, 
Andalucía y, años más tarde, llegó también a territorio aragonés, a 
pesar de la oposición de una nobleza fuerte y unida. 

En 1482, a petición de los Reyes, una junta de los procuradores 
y diputados de la Hermandad, acordó acudir con ocho mil hombres 
y dieciséis mil caballerías al abastecimiento de Alhama. 

En el año 1498, restablecido el orden en todo el reino, los Reyes 
Católicos relevaron a los pueblos de la carga de su mantenimiento, 
que pasó por entero a la Corona. También se modificaron sus estatu- 
tos para adaptar la Santa Hermandad a las circunstancias interiores 
del Estado; pero puede decirse, sin otras reservas, que las que nacen 


(10) ANTONIO PAz Y MELIA, El Cromista Alonso de Palencia, Su vida y obras; 
sus *”Décadas” y las Crónicas contemporáneas ; naciones de las *Décadas” y 
notas varias (Madrid, 1914 ; ilustración 154). a . ae a o 


62 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE-LOS REYES CATÓLICOS 


de las diferencias de mentalidad'de una a otra época, que bajo la 
diarquia de Isabel y Fernando, la Santa Hermandad fué un factor 
decisivo para la pacificación de Castilla, para el fortalecimiento del 
‘poder real y como levadura de los grandes ejércitos que luego desple- 
garian el pendón de la monarquía castellano-aragonesa al viento de 
todas las latitudes en donde se dirimía la hegemonía europea. 

Con el tiempo degeneró la institución, pero esto entra ya dentro de 
un capitulo de historia posterior al de los Reyes Católicos. 


C) La revisión de mercedes 


A medida que se fué debilitando el poder de los monarcas anteriores 
a la Reina Católica aumentaba el de los nobles, cuyos excesivos pri- 
vilegios proyectaban una sombra funesta sobre Castilla, porque a 
expensas de ellos cometian las mayores usurpaciones en sus: domi- 
nios, en los que se comportaban como verdaderos señores absolutos. 


(11). 


(11) «...entendieron luego en restituyr el patrimonio real, que estaua todo 
enagenado, de tal manera que el Rey e la Reyna no tenian renta ninguna para 
las cosas necesarias de proveer en el reyno, ni avn para sostener su estado real 
e del príncipe e ynfantes sus fijos; porque el rey don Enrrique lo avía dado e 
disipado sin ninguna moderación, por causa de la diuisión pasada que ovo con su 
hermano el príncipe don Alonso. E este enagenamiento de las rentas reales se fizo 
en muchas maneras; a vnos se dieron maravedís: de juro de heredat, para sienpre 
jamás, por les facer merced en hemienda de' los seruicios, a Otros en pago de 
sueldos e de tenencias de fortalezas que les devían, a otros en hemienda de gastos, 
a otros que los avían comprado del rey don Enrrique por muy pequeños precios : 
porque por la muchedunbre de las mercedes de maravedís de juro de heredad que. 


63 


PABLO ÁLVAREZ RUBIANO 


Ya hemos visto cómo los reyes fortalecen su poder con la creación 
de la Santa Hermandad, que se convierte en el instrumento principal 
para la pacificación de Castilla, pero para completar su obra de re- 
construir el Estado era preciso también robustecer la hacienda. f 

Los Reyes Católicos, que habían hecho la guerra de sucesión con 
las donaciones de la Iglesia y los tesoros de Enrique IV (12), no podian 
consentir el. predominio de las fuerzas económicas de la nobleza, 
cuando éstas tenian en su mayor parte un turbio origen. Y se apres- 
taron a revisar inteligentemente, bajo la salvaguarda de una autori- 
dad fuerte, todas las mercedes otorgadas por sus antecesores en el 
trono. 


De una parte, la Santa Hermandad, que habia terminado con la 
anarquia y con los desmanes de los alcaides y personajes influyentes; 
y de otra, las virtudes, la entereza y el ánimo de Isabel, con la coope- 
ración inteligente y activa de su esposo, granjeándose la admiración 
de su pueblo, pusieron un freno a la reacción de los nobles. 

El último episodio importante de rebeldía estuvo a cargo de Alon- 
so de Maldonado, ex alcaide del Alcázar de Segovia, que, aprovechán- 
dose que los reyes se hallaban en el cerco de Toro, penetró arteramente | 
en la fortaleza, matando a su sucesor, Pedro de Bobadilla, y trató 
de apoderarse de la princesa Isabel. El movimiento subversivo ganó 
adeptos al ponerse al frente de las fuerzas amotinadas el obispo Juan 
Arias, y las tropas leales estuvieron a punto de sucumbir. Pero la 
reina llegó rápidamente desde Toro, con el Cardenal de España y 
el Conde de Benavente, y puso fin a esta sublevación. La energía 
de Isabel y la movilidad de su ejército habían obrado el milagro. Era 
evidente para la nobleza que su lucha contra el trono sería estéril, ya 


se avían fecho, estauan en tan pequeña estimación, que por mill maravedís en 
dineros se davan otros mill maravedís de rentas de juro de heredat.» (PULGAR, 
Crónica, cap. CXV, t. Y, pág. 416.) 

(12) En las Cortes de Medina del Campo de 1475, el clero castellano ofreció 
a los Reyes, para las necesidades de la guerra, la mitad de la plata de las iglesias, 
y Andrés de Cabrera, por su parte, entregó a doña Isabel el personal patrimonio 
del último monarca. š ' 


64 


LA LECCIÓN POLÍTICA. DE.LOS REYES. CATÓLICOS 


que los reyes adquirian cada vez un poder mayor y tenian el pueblo 
a su lado. 


De aquellas Cortes de Toledo, que, como dice Clemencin, fueron 
<memorables por la gravedad de los asuntos que en ellas se ventilaron 
y por la influencia que tuvieron sus decisiones en el estado ulterior de 
la monarquia> (13), nació fortalecida decisivamente la autoridad real. 
El acuerdo ordenando la restitución de las mercedes, rentas y pueblos, 
que habían sido enajenados por la prodigalidad de anteriores monarcas, 
significaba no sólo el robustecimiento de la base económica de la 
Corona, sino también el de su definitivo prestigio, pues aquellos gran- 
des magnates, tan insubordinados y altivos otras veces, no se atrevie- 
ron a rebelarse contra una medida que atentaba gravemenie a sus 
intereses particulares (14). 

Era la medida de la fuerza real, pero también el convencimiento 
de que un nuevo estilo de vida, un nuevo concepto politico, se hallaba 
en marcha. Y la nobleza se somete para integrarse en él, mostrandose 
con un verdadero sentido patriótico (15). Se adivina, a través de aquella 
honda transformación, que el sentimiento de la nacionalidad ha pren- 
dido en las tierras españolas y es compartido por todos. La nobleza 
castellana reconoce la necesidad de la revocación de las mercedes, a 
pesar de que mermaba considerablemente sus rentas. Los parientes 
del rey don Fernando, los más fieles servidores de doña Isabel, son 


(13) CLEMENCÍN, ob. cit., VI, V. 

(14) PÉREZ DE GUZMÁN, en su glosa a las Coplas de Mingo Revulgo, expresaba 
con razón : «Cosa que: fué por cierto maravillosa; que lo que .muchos hombres y 
grandes señores no se acordaron a hacer en muchos años, sólo una mujer, con su 
trabajo y gobernación, lo hizo en poco tiempo.» 

(15) «En honor de la verdad —comenta LAFUENTE—, y para honra de la antigua 
Grandeza de Castilla, debemos decir que en esta ocasión dió una prueba muy seña- 
lada de desprendimiento y de patriotismo, pues, reconocida la absoluta necesidad 
de la revocación que se proponía, todos dieron su consentimiento a una medida 
que menguaba extraordinariamente sus rentas y su fortuna» (MODESTO LAFUENTE, 
Historia general de España desde los tiempos primitivos hasta la muerte de Fer- 
nando VII, tomo VI, Barcelona, 1888, libro IV, cap. II, pág. 288). 


65 


PABLO ALVAREZ RUBIANO 


los primeros en avenirse a la reforma, cundiendo el ejemplo entre 
los grandes señores. 

Para hacer la revisión se partió del principio de la mayor o menor 
legitimidad de las adquisiciones. Así, cuando las mercedes o pensio- 
nes se debian exclusivamente a donaciones graciosas del monarca, 
se perdian por completo; cuando correspondian a servicios prestados 
a la Corona o al Estado, se conservaban. 

Un tribunal especial tuvo a su cargo la revisión, cuyo plan se en- 
comendó al cardenal Mendoza (16), y Su ejecución y arreglo final 
a Fray Fernando de Talavera, confesor de la Reina, quien formó 
el catálogo de las mercedes de gracia y justicia, dando a conocer 
lo que habían usurpado al patrimonio de la Corona los señores y el 
clero en su obra «Declaratorias» (17). 


De la magnitud de la revisión nos da idea no sólo la riqueza 
revertida al tesoro, sino el hecho de que muchas familias quedaran 
arruinadas y las más poderosas sintieran también el peso de la me- 
dida. Los Enríquez vieron disminuídas sus rentas en 240.000 mara- 
vedís anuales; el duque de Medinasidonia, 150.000; y así los 
Mendoza, los Villena, Alba, Ponce, Medinaceli... El mismo duque 
de Alburquerque, don Beltrán de la Cueva, que había seguido las 
banderas de Isabel en la guerra de sucesión, aun cuando la voz pú- 
blica lo señalaba como padre de la Beltraneja, consintió en sufrir 
en sus estados una rebaja de sus rentas que ascendió a la enorme. 
suma de un millón cuatrocientos veinte mil maravedís al año. 

La reforma, al mismo tiempo que abatía el poder de los grandes 
magnates, contribuyó a prestigiar a la nobleza subalterna, que salió 


(16) PEDRO DE SALAZAR Y MENDOZA, Crónica del Gran Cardenal de España Don 
Pedro González de Mendoza (Toledo, 1625, cap. 51). 

(17) A. MORATILLA Tascón, Declaratorias de los Reyes Católicos sobre reduc- 
ción de juros y Otras mercedes (Madrid, 1952); EDUARDO IBARRa, Documentos de 
asunto económico correspondientes al reinado de los Reyes Católicos (1475-1516) 
(Madrid, 1917). 


66 


LA LECCIÓN POLITICA DE:LOS REYES CATOLICOS 


del papel de servir oscuramente en las mesnadas del rey o de los 
grandes; pero fué sabia política de Isabel y Fernando atraer a sus 
filas a una y a otra, separándolas de sus tierras y castillos y convir- 
tiéndolas en cortesanas. 

La reversión de mercedes fué, en fin, la base de las reer eco- 
nómicas y sociales posteriores que estableció la monarquia dual para 
dar consistencia al poder de la corona. Los mismos reyes o funcio- 
narios reales recorren los Estados para imponer la obediencia a los ` 
nobles, y hasta los mas reacios van sometiéndose poco a poco, de 
grado o por fuerza. 


D) La pacificación del reino 


- Simultáneamente con la reconstrucción económica, base de la 
cual fué la reversión de las donaciones, los Reyes continuaron la 
tarea de pacificar por completo el reino, atacando a los nobles en 
los reductos donde todavía eran fuertes y fomentaban luchas intes- 
tinas. Una larga peregrinación real nos señala en la geografia de la 
Península los focos neurálgicos de rebeldía. Trujillo, Cáceres, Sevi- 
lla, donde la Reina recibe las aclamaciones del pueblo, y, constituida 
en tribunal, se dispone a hacer justicia, con ánimo ingrávido, a pesar 
de encontrarse en tierras donde imperaba la rebeldía. 

Aquel gesto regio, la imperturbable calma de Isabel, produjeron 
un efecto rápido y ejemplar entre la revuelta nobleza andaluza. Sobre 
todo fué sintomática la reacción de los dos grandes jefes de las Casas 
de Cádiz y Medinasidonia, cuyas tremendas rivalidades tenían es- 
tremecida y conturbada la comarca. Tanto don Enrique de Guzmán, 
duque de Medinasidonia (18), como don Rodrigo Ponce de León, 
marqués de Cádiz (19), se someten a la justicia de la Reina, a la 
cual entregan las llaves de sus villas y fortalezas, como prueba de 


(18) PEDRO DE MEDINA, Crónica de los duques de Medina Sidonia (Colección 
de Documentos Inéditos, tomo XXXIX); Libro de la vida y costumbres de don 
Alfonso Enríquez de Guzmán, escrito por el mismo (Colección de Documentos Iné- 
ditos, tomo LXXXV), 

(19) Historia de los hechos de don Rodrigo Ponce de León, marqués de Cádiz 
(1443-1488) (Colección de Documentos Inéditos, tomo CVI); EDUARDO PONCE DE 
LEÓN Y FREYRE, El marqués de Cádiz (1443-1492) (Madrid, 1949). 


67 


PABLO ALVAREZ RUBIANO ` 


lealtad, siguiéndoles en el ejemplo numerosos nobles andaluces, que acu- 
dían presurosos a disculparse de sus pasados yerros. 

Pero cuando habia algún personaje, como el mariscal Fernando 
Arias de Saavedra, que se negaba a acatar la autoridad de los mo- 
narcas, éstos-lo sometian por la fuerza. 

La expeditiva justicia de los Reyes hacía flaquear las voluntades 
mas recias y rebeldes. Asi se explica que aquellos que tenían alguna 
culpa que pagar optasen por hurtar el cuerpo a la justicia, como 
ocurrió en Sevilla, de donde huyeron más de 4.00 personas, teme- 
` rosas de los juicios que se ventilaban en ella (20). 

La obra personal y directa de los Reyes, yendo de pueblo en pue- 
blo, de ciudad en ciudad, para establecer el orden y administrar jus- 
ticia, obtuvo sus fines más importantes al mejorar extraordinaria- 
mente la situación del país, que quedó vinculado por entero a la 
autoridad real. I 

En la larga y costosa labor de pacificación del reino, Isabel y. 
Fernando emplearon con preferencia las armas de la persuasión y de 
la diplomacia. Sólo cuando fracasaban éstas usaban del rigor y de 
la fuerza, como lo demuestran las duras campañas, los sacrificios 
y el tiempo que les costó dominar a la levantisca nobleza gallega y 
llevar la paz a las divididas gentes de Canarias, cuyo sometimiento 
se logró en 1480 por una expedición al mando de Pedro de Vera (21). 


(20) WALSH escribe: «El número de querellantes justificó -la opinión de la 
Reina sobre la necesidad de escuchar las quejas. Cada petición que recibía uno 
de los secretarios, era entregada a uno de los consejeros, con el encargo de que, 
en el espacio de tres días, la estudiase diligentemente y devolviese con su dicta- 
men. Ella en persona oía todos los casos dudosos y las apelaciones. Los soldados 
traían diariamente muchedumbre de malhechores, grandes y pequeños, ricos y 
pobres, de todas partes de Sevilla y sus alrededores. Los asesinos y otros grandes 
criminales eran ahorcados sin mayor ceremonia, después de dárseles breve tiempo . 
para confesar. En grandes cantidades se devolvían los bienes a los que de ellos 
habían sido despojados. 

Ante la energía e inflexibilidad de la Reina, llegaron a ella súplicas de gentes 
influyentes, algunas de las cuales ofrecían grandes cantidades si se suavizaba la 
aplicación de las leyes por el tribunal, Pero Isabel era impasible ante las súplicas, 
las críticas y las amenazas. Ante los sevillanos aparecía como una personificación 
fría y sin sangre de la justicia. Hasta los malhechores que aún no habían sido 
denunciados, empezaron a abandonar sus casas en la noche, y cuatro millares de 
personas abandonaron la ciudad en una semana» (WALSH, Isabel de España, 4.2 
edición, pág. 202). 

(213 Conquista de la isla de Gran Canaria. Crónica anónima conservada en un 
manuscrito de la Biblioteca Provincial de La Laguna. Texto e introducción de 


68 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


El epilogo de la anarquia gallega (22) tuvo especialmente res- 
plandores dramáticos. Desde tiempos de Enrique IV, Galicia estaba 


plagada de infortunios. Cuadrillas de bandidos infestaban el país, 


Un movimiento popular, el de los hermandinos, que fué en un 
principio una lucha de los labradores y campesinos contra los nobles, 
contribuía a entenebrecer la situación, sobre todo cuando, bastar- 
deado dicho movimiento, se pusieron al frente de él algunos magnates, 
que se sirvieron de los populares para satisfacer sus odios. 

Los hermandinos fueron al fin derrotados por Pedro Alvarez de 
Sotomayor y el arzobispo Fonseca, en Santiago, y por Sotomayor 
y otros grandes en el castro de Gundián (1469); pero los poderosos 
señores de las tierras continuaron con sus guerrillas. ; 

Como antes en Andalucia, fué necesaria toda la resolución y for- 
taleza de los Reyes para acabar definitivamente con aquel foco de 
perenne anarquia. Respaldados por la ingente fuerza de la Santa Her- 
mandad, enviaron éstos a Galicia comisiones regias, creando un tri- 


BUENAVENTURA BONNET Y ELÍAS SERRA RAFOLS (La Laguna, Instituto de Estudios 
Canarios, 1933); AGUSTIN MILLARES CARLO, Siete documentos de los Reyes Cató- 
licos concernientes a la conquista de la Gran Canaria (El Museo Canario, Las 
Palmas, 1934); MARQUÉS DE LOZOYA, Conferencia. La conquista de Canarias (San 
Cristóbal de La Laguna, 1935); ídem, Los primeros jalones del Imperio hispánico, 
La conquista y colonización de las Islas Canarias (El ‘Debate, 17 mayo 1936); 
PEDRO GÓMEZ ESCUDERO Y SkDEÓÑñO, Historia de la Conquista de la Gran Canaria 
(Goldar, 1936); EMILIO HARDISSON Y PIZARROSO, Sobre la rendición de Gran Ca- 
naria (Revista de Historia, La Laguna, 1941, págs. 42-62); ídem, Las fechas de 
conquista de las Canarias mayores. Gran Canaria se sometió en 1483 (idem, 1946, 
páginas 277-8) ; LROPOLDO DE LA ROSA OLIVERA, Comienzo y fin de la campaña de 
Lugo en Tenerife: 1494-6 (ídem, págs. 279-81) ; BUENAVENTURA BONNET, Gran Cana- 
ria, ¿se sometió en 1483 6 1484? (idem, 1947); idem, Más sobre la conquista de 
Gran Canaria (idem, págs. 358-362) ; LEOPOLDO Dr LA ROSA OLIVERA y ELÍAS SERRA 
RAFOLS, El Adelantado Don Alonso de Lugo y su residencia por Lope de Sosa 
(La Laguna, 1949). 

(22) Sublevación de Galicia en 1483 (España Sagrada, tomo 41); ANTONIO 
LÓPEZ FERREIRO, Galicia en el último tercio del siglo xv (Santiago, 1883); JosÉ 
VILLA-AMIL Y CASTRO, El mariscal Pardo de Cela (Galicia histórica, 1901) ; RICAR- 
DO BALSA DE LA VEGA, Narración breve del modo como los Reyes Católicos se apo- 
deraron del castillo de Sotomayor de Galicia (La Ilustración Española y Ameri- 
cana, Madrid, 1907) ; JUAN DoMÍNGUEZ FONTELA, Jalones para la Historia, Concordia 
de tregua entre el Corregidor de Galicia Don Frey Arias del Río, en representación 
de los Reyes Cabólicos y el Conde de Camiña Don Pedro Alvarez de Sotomayor. 
Año 1476 (Boletín de la Comisión de Monumentos de Orense, 1939, págs. 169-75). 


69 


PABLO ALVAREZ RUBIANO 


bunal de justicia, del que formaban parte don Fernando de Acuña, 
con poderes de gobernador y virrey para las cuestiones administra- 
“tivas y ejecutivas, y el licenciado López de Chinchilla, como corregi- 
dor, a quien competia la parte contenciosa. Les acompañaba, refor- 
zando su autoridad, el capitan Luis de Mudarra, con gran escolta de 
caballería. I f 

Negociaron los enviados regios con los nobles para convenir las . 
fortalezas que debían derribarse, a lo que accedieron sin oposición 
material. Quedó, sin embargo, fuera de todo arreglo, rebelde, irreduc- 
tible y agresivo, Pardo de Cela, a quien el tribunal confiscó todos sus 
bienes y condenó a morir en garrote. 

La captura del obstinado y violento magnate estuvo a cargo del 
capitán Luis de Mudarra, que sólo al cabo de tres años pudo conse- 
guirlo al precio de la traición. La lucha del mariscal fué realmente 
épica, resistiéndose con una bravura indómita en el obispado de Mon- 
donedo, con la única defensa de la fortaleza de Fronseira. 

Una y otra vez rechazó a las fuerzas de Mudarra, causándoles 
cuantiosas bajas. Personaje de perfiles legendarios, sólo la innoble venta 
de sus propios criados pudo vencerle. El indómito mariscal salió del 
fuerte acompañado de su hijo y algunos hidalgos. A la vuelta, los 
prendieron por sorpresa las fuerzas reales, a las cuales habían sido 
vendidos por los criados que quedaron en la fortaleza. El rebelde 
noble fué ajusticiado con los suyos en Mondoñedo, en la plaza pú- 
blica, el 17 de diciembre de 1483, desapareciendo con él el enemigo 
más terrible de los Reyes Católicos en el reino de Galicia. 

Todavia duraron algunos años los disturbios nobiliarios en aque- 
llas tierras, pero en 1486, con la muerte —al parecer violenta— del 
turbulento y avieso conde de Camiña, termina la pacificación de Ga- 
licia, a cuyo fin los comanditarios reales no sólo tuvieron que reducir 
por las armas a los rebeldes, sino también suprimir del verde paisaje 
gallego las tremendas ciudadelas, donde encontraba guarida y defensa 
la turbulenta nobleza. š 

Más de cincuenta fortalezas quedaron arrasadas, dejando a mer- 
ced de las fuerzas pacificadoras a los ladrones y asesinos, que hasta 
entonces habían cometido toda suerte de tropelías y de crimenes im- 


70 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


punemente (23), y privando a los alcaides de sus fortalezas, que eran 
también nidos donde se fraguaba la iniquidad y los preparativos para 
la expoliación de los labradores y campesinos. 

El de Monleón, Rodrigo Maldonado, y el de Castronuño, Pedro de 
Mendaña, fueron los más famosos por sus fechorías y por sus mal- 
dades, pero ambos terminaron por ser reducidos finalmente a la im- 
potencia (24). I 

Si hemos insistido con algún detenimiento en el panorama social 
de la época, iluminado por las llamas anàrquicas que provocaba la 
nobleza, es para que comprendamos mejor las energías latentes de 
un pueblo que puede pasar de la abyección a la normalidad y al 
heroismo en el espacio de breves años, con sólo tener como guias una 
voluntad fuerte, una inteligencia y un sentido de la justicia, como los 
que pusieron a su servicio los Reyes Católicos durante su reinado. 


E) La incorporación de los maestrazgos 


(23) Más de mil quinientos ladrones y homicidas se ausentaron de aquellas 
tierras y se apresó y castigó a otros muchos. 

(24) El cronista Bernáldez sintetiza con estas palabras el fruto conseguido en 
este orden por la labor de la Reina: «Por ella fué librada Castilla de ladrones 
y robos, y bandos y salteadores de los caminos, de lo qual era llena cuando co- 
menzó de reynar; por ella fué destruída la soberbia de los malos caballeros que 
eran traydores y desobedientes a la Corona Real» (Crónica, cap. CCII, pág. 722). 

(25) La orden de Calatrava poseía 56 encomiendas, 16 prioratos, 64 villas y 
muchos fuertes, y una renta anual de 50.000 ducados, suma inmensa en aquellos 
tiempos. La de Alcántara, por su parte, tenía bajo su dominio 36 encomiendas y 
53 castillos y villas. La jurisdicción de la de Santiago, finalmente, se extendía 
sobre 83 encomiendas, 2 ciudades, 178 villas y lugares, 200 parroquias, 5 hospitales, 
5 conventos y un colegio en Salamanca. 


71. 


PABLO ALVAREZ RUBIANO 


Para eliminar los peligros que se derivaban de la existencia de tan 
poderosas instituciones, herencia de un pasado feudal que estaba 
todavia próximo, los Reyes obraron con magistral cautela. La orden 
de Santiago fué su objetivo inmediato, aprovechando el cisma que la 
dividía. El maestrazgo de la orden se hallaba vacante desde la muerte 
de don Juan Pacheco, Marqués de Villena, y era ambicionado, entre 
otros grandes señores, por el hijo de Villena, descartado por su par- 
cialidad a la Beltraneja; por el comendador de Segura de la Sierra, 
don Rodrigo Manrique, conde de Paredes —el padre de Jorge Manri- 
que, el poeta elegiaco de las coplas inmortales—, y por don Alonso de 
Cárdenas, comendador mayor de León. 

Estos dos últimos se titulaban Maestres, por tener ambos parti- 
darios de los Trece Electores de la orden. Pero para defenderse de 
otros candidatos a dicha alta dignidad, que amenazaban tomar las 
villas y fortalezas por la fuerza, el conde de Paredes y don Alonso de 
Cárdenas, leales a Isabel en la contienda dinástica, pactaron sostener 
“cada cual las plazas que tuviesen en su poder, esperando ocasión más 
propicia para la elección, pues el reino se debatía entonces en los 
azares propios de la guerra de sucesión. 

Los Reyes Católicos aprovecharon hábilmente estas disensiones in- 
ternas, que se dirimian también en los campos de batalla. Don Alonso 
de Cárdenas derrotó en Jerez al conde de Feria, y más tarde,.en Gua- 
dalcanal, desbarató a las huestes del duque de Medinasidonia, ase- 
gurando su prestigio (26). Por su parte, don Rodrigo Manrique, se 
adueñó, después de algunas vicisitudes, del castillo de Uclés, cabeza 
del maestrazgo. 

Noticiosa la Reina de la muerte del conde de Paredes, se dirigió 
rápidamente a Uclés, para evitar la elección de un nuevo maestre, 
y poner fin a las contiendas que producían las pretensiones 
a la suprema jerarquía. Llegada a aquella población, reúne a los 
Trece y a los comendadores, y con toda su fuerza persuasiva les 
exhorta para que suspendan la elección y les convence para que ten- 
gan por administrador del maestrazgo al Rey, para lo cual se solici- 
taría la conformidad del Pontífice. 


(26) Cárdenas había dado pruebas a los monarcas de gran lealtad en la guerra 
lusitana; además, de su valor y esfuerzo, podrían derivarse grandes beneficios 
en la futura guerra, que se preparaba, contra los musulmanes. 


72: 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATOLICOS 


La misma prudente politica siguieron para la incorporación de los . 
maestrazgos de las otras dos órdenes. A la muerte del maestre de Ca- 
latrava, don García López de Padilla, quedó el maestrazgo vinculado 
en el Rey de Castilla, por disposición del Papa y convenio con la 
orden. Finalmente, don Alonso de Monroy, maestre de Alcántara (28), 
es depuesto por los Reyes y sustituido por don Juan de Zúñiga, quien 
renuncia para que el monarca ocupe esta alta dignidad. 

La incorporación de las tres órdenes a la corona es también uno de 
los grandes hitos en la historia de la reconstrucción del Estado, que 
los Reyes Católicos llevaran felizmente a término, y es uno de los 
hechos que jalonan el tránsito del mundo medieval a la edad moderna. 
En adelante, la corona cuenta con un ejército permanente y discipli- 
nado; se ha hecho realidad uno de los sueños de los Reyes Católicos. 


F) La justicia como factor esencial del Estado 


La existencia del naciente Estado, que iba tomando cuerpo por mo- 
mentos, necesitaba no sólo de la paz y tranquilidad del país, sino 
también de la interna armonía y trabazón de las instituciones que lo 
sustentaran. À esta tarea acudieron también los Reyes Católicos, que 
tenían una visión clara del Estado moderno, de sus medios materiales, 
de su autoridad, de su misión, en contraste con aquel que ellos habian 
recibido, bajo el signo de la debilidad y de la anarquía de los últimos 


(27) Se convino con el nuevo maestre que la orden contribuiría anualmente 
con parte de sus rentas a la reparación de los castillos emplazados en las fronteras 
de Granada y a las demás necesidades derivadas de la contienda. 

(28) ALONSO DE MALDONADO, Hechos de Don Alonso de Momroy, clavero y 
maestre de la Orden de Alcántara (Memorial histórico español, Madrid, VI, pági- 
nas I-110; nueva edición, con estudio preliminar por Antonio R. Rodríguez Mo- 


flino, 1935). 


73. 


PABLO ALVAREZ RUBIANO 


tiempos de la Edad Media. Por primera vez en España, los Reyes bus- 
can hombres aptos para el desempeño de los cargos públicos y los 
encuentran entre los legistas, lós letrados, la gente docta. El mérito, 
la virtud, el talento, se abren paso por encima de la cuna, el linaje o 
los blasones (29). 

Los mismos nobles se dieron cuenta de que era necesario cimentar 
sus pretensiones a las altas dignidades patrias, con virtudes per- 
sonales antes que con su alcurnia, con la inteligencia antes que con el 
nombre. De este modo consiguieron los monarcas una verdadera selec- 
ción de funcionarios capaces, honrados y fieles, sobre cuyos hombros 
descansaba el peso de las instituciones que daban consistencia al 
Estado. El principio de organización y de distribución de funciones 
está patente en la diarquía famosa, sin perjuicio de la concentración 
del poder que entraña la vigencia constante de la doctrina del 
absolutismo. 

A un ritmo sincrónico, y con la celeridad que le permitían las 
exigencias de la guerra de sucesión y la pacificación del reino, Isabel 
y Fernando sientan las bases de un ejército permanente al servicio 
de la Corona, sanean en lo posible la hacienda pública y organizan la 
administración de justicia, como premisa insoslayable para la recons- 
trucción nacional. Y si, como hemos visto, con talento, perseverancia 
y energía, consiguieron crear un poder fuerte con la Santa Hermandad, 
reintegrar a la Corona los bienes usurpados por una nobleza levan- 
tisca, también supieron, en la hora de las reformas trascendentales, 
rodear a la justicia de los atributos de imparcialidad, igualdad y efica- 
cia que pedían las circunstancias extraordinarias por que atravesaba 
el reino en su tránsito a la época moderna. 

La propia reina Isabel daba el ejemplo administrando por sí misma 
justicia con sabia ejemplaridad. El cronista Gonzalo Fernández de 
Oviedo nos la describe, con ingenua sencillez, en sus Quincuagenas: 
«Acuérdome verla —dice— en el alcázar de Madrid, con el católico 
Rey D. Fernando V de tal nombre, su marido, sentados públicamente 
por tribunal todos los viernes, dando audiencia a chicos e grandes, 


(29) Sobre la importancia en el reinado de los Reyes Católicos de sus colabo- 
radores, se ocupan LOZOYA, ob. cit. (cap. III, págs. 55-73) Y LLANOS Y TORRIGLIA, 
En el hogar de los Reyes Católicos y cosas de su tiempo, Madrid, 1946 (Los cola- 
boradores de Isabel la Católica, págs. 117-20). : 


74 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CA'TÓLICOS 


quantos querian pedir justicia; et a los lados, en el mismo estrado alto 
(al qual subian por cinco o seis gradas), en aquel espacio, fuera del 
cielo del ‘dosel, estaba un banco de cada parte, en que estaban senta- 
dos doce Oidores del Consejo de la justicia e el Presidente de dicho 
Consejo Real, e de pies estaba un escribano de los del Consejo, llamado 
Castañeda, que leía públicamente las peticiones; e al pie de las dichas 
gradas estaba otro escribano de cámara del Consejo, que en cada peti- 
ción asentaba lo que proveía. E a los costados de aquella mesa, donde 
esas peticiones paraban, estaban de pie seis ballesteros de maza, e a 
la puerta de la sala desta audiencia real estaban los porteros, que libre- 
mente dejaban entrar, e así lo tenian mandado, a todos los que querían 
dar peticiones. Et los alcaldes de corte estaban allí para lo que con- 
venía o se habia de remitir o consultar con ellos. En fin, aquel tiempo 
fué áureo de justicia; e el que la tenía, valiale. He visto que después 
que Dios llevó esta Santa Reina, es más trabajoso negociar con un mozo 
de un secretario, que entonces era con ella, e su consejo, e más 
cuesta» (30). 

Sabía la Reina que para el cumplimiento de las leyes era indis- 
pensable que los tribunales de justicia gozaran de prestigio y autori- 
dad, y nada contribuía tanto a ella como su presencia, siempre que 
era posible, para conseguir que las providencias dirigidas al restable- 
cimiento de la tranquilidad pública y del orden social. estuviesen 
animadas por un espíritu recto, inflexible y justo. Su misma severi- 
dad la justificaba la relajación general de las costumbres y la enor- 
midad de los delitos cometidos, que exigían una justicia ejemplar y- 
reparadora. f 

Podríamos citar multitud de hechos que revelan el carácter inco- 
rruptible de la Reina, en cuanto de administrar justicia se trataba. Uno 
sólo bastaría para confirmarlo, el de Alvaro Yáñez, de Lugo (31), 
comerciante de Medina del Campo y poseedor de una de las mayores 
fortunas de su tiempo. Yáñez había obligado a un escribano a otorgar 
una escritura falsa, para apropiarse de una herencia, después de lo cual 
le asesinó para que no se descubriese el fraude. Pidió la viuda del es- 
cribano justicia a los Reyes, y Alvaro Yáñez fué preso, probándosele 


(30) FERNÁNDEZ DE OVIEDO, Quincuagenas, Quinquagena III, Estancia 11. 
(31) PuLGar, Crónica, tomo I de la edición de Carriazo, págs. 428-9. 


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PABLO ALVAREZ ‘RUBIANO 


el delito. Ante esta contingencia, el comerciante ofreció, si se le sal- 
vaba su vida, cuarenta mil doblas de oro para la guerra contra los 
musulmanes. Era una cantidad fabulosa, que excedia las rentas de la 
Corona de Castilla al subir al trono Isabel, pero a pesar de que algunos 
consejeros estimaban que debia aceptarse la oferta, y de la gran nece- 
sidad en que se hallaba la hacienda real, con motivo de la guerra de 
Granada, el elevado sentimiento de la justicia que animaba a la Reina, 
triunfó por encima de las consideraciones materiales. Mandó, pues, 
que se aplicara la ley, y Alvaro Yáñez fué condenado a muerte. Y, sesún 
cuenta Pulgar, para que nadie pensara que habia dispuesto hacer 
aquella justicia movida por la codicia, ya que conforme a las leyes 
los bienes del ajusticiado se confiscaban y se aplicaban a la Corona, 
ordenó que pasaran a los hijos de Yàñez. 

Fernando del Pulgar refiere olro caso que pone, igualmente, de re- 
lieve el arnor a la justicia, de la Reina. Estando ésta en Valladolid tuvo 
lugar una disputa, en el mismo palacio de la soberana, cerca de la habi- 
tación donde ésta se hallaba con sus damas, entre don Ramiro Núñez 
de Guzmàn, señor de Toral, y don Fadrique Enriquez, hijo del Almi- 
rante y primo hermano del Rey don Fernando. Cuando el hecho llegó 
a conocimiento de doña Isabel, dispuso, como primera providencia, 
que ambos personajes quedaran presos en sus respectivas rnansiones. 
Pero don Fadrique, no haciendo caso de la orden, se ausentó de Valla- 
dolid. La Reina entonces acordó la libertad de don Ramiro, a quien 
concedió su seguro de que no recibiria daño ni injusticia. A los pocos 
dias, haciendo caso omiso de las órdenes de la Reina, Enriquez envió 
a tres de sus hombres para apalear a su enemigo, en ocasión en que 

- éste, montado en una mula, pasaba por la plaza de la villa. 

Consigna el cronista, que no bien hubo sabido Isabel el ultraje 
cometido con una persona a quien ella había tomado bajo su salva- 
guarda, montó a caballo, aunque caía a la sazón una gran lluvia, mar- 
chando sola al castillo de Simancas, propiedad del Almirante, en donde 
supuso que el ofensor estaria refugiado. E hizo con tal velocidad el 
camino, prosigue Pulgar, que sólo pudieron darle alcance los capitanes 
de su guarda cuando ya había llegado al castillo. 

AMí requirió al Almirante para que entregase su hijo a la justicia. 
Como éste le respondiera: «Señora, no le tengo, ni sé dónde está», 
Isabel le conminó la entrega devlas fortalezas de Simancas y de Rio- 


76 


LA LECCION POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


seco, que le pertenecian. Con todo, no habiendo sido hallado don Fa- 
drique, volvióse la Reina a Valladolid. Del gran pesar que tuvo, por lo 
que consideraba el desprestigio de su autoridad ante el quebrantamien- 
to de su seguro y por la fatiga de la infructuosa jornada, se vió pre- 
cisada a guardar cama, y como le preguntasen si estaba enferma, 
respondió: «Duéleme este cuerpo de los palos que dió ayer don Fa- 
drique contra mi seguro». 

A los pocos dias, el Condestable de Castilla, tio de don Fadrique, 
llevó a éste a palacio, pidiendo indulgencia a la Reina, en atención 
a la edad de veinte años que el joven tenia. Demandó éste el perdón 
de la soberana, pero doña Isabel no le quiso recibir, mandando a un 
alcalde de su corte. que públicamente le llevase preso por la plaza de 
Valladolid, conduciéndole a la villa de Arévalo, para entregarle al 
alcaide de aquella fortaleza, quien, con arreglo a las instrucciones reci- 
bidas, le tuvo en prisiones muy estrechas, en lugar que nadie le veía, 
salvo el carcelero que le llevaba el alimento. Después de algún tiempo, 
el preso fué desterrado a Sicilia, siéndole ordenado por la Reina, que 
no entrase en Castilla sin su mandamiento o permiso, bajo grandes 
penas. 

Sucedió más tarde que Núñez de Guzmán, no satisfecho con el 
castigo dado por doña Isabel, quiso tomar venganza por sus manos. 
Con este propósito, le esperó en una calle de Medina del Campo, pero 
nada ocurrió por la mediación de los que le acompañaban. Por este 
hecho, los Reyes mandaron proceder contra él por la vía .de la justi- 
cia, y le fueron tomados todos los bienes, rentas, castillos y fortalezas 
que poseía en los reinos de León y de Castilla. Don Ramiro, entonces, 
se fugó, huyendo a Portugal (32). 

La incorruptible firmeza de un carácter como el de Isabel, 
que no podian ablandar el halago o la flaqueza, había de sus- 
citar forzosamente una benefactora influencia:en la administra- 
ción de justicia, de la que eliminó el fraude, el privilegio, la corrup- 
ción y el soborno. La transformación de la moral pública fué 
consecuencia lógica del rigor y de la eficacia con que eran aplicadas 
las leyes. 


(32) PULGAR, Crónica, tomo I, cap. CXXI, pags. 441-4. Su extracto, en JUAN 
ORTEGA Rusio, Historia de España, tomo III, Madrid, 1909, págs. 38-40. 


77 


PABLO ALVAREZ RUBIANO 


: porque la 
igualdad de la justicia que los bienaventurados principes hacian era 
tal, que los inferiores obedecian a los mayores en todas las cosas 
licitas e honestas a que estan obligados; y asimismo era causa que 
todos los hombres de cualquier condición que fuesen, ahora nobles 
y caballeros, ahora plebeyos y labradores, y ricos y pobres, flacos o 
fuertes, señores o siervos, en lo que a la justicia tocaba, todos fuesen 
iguales> (33). 

En los reinos donde, poco antes, según cuenta Pulgar en su cró- 
nica, dominaban los «omes malos e criminosos, que tenian diabólicas 
osadias e atreuimientos dañados, e facian e cometian grandes crime- 
nes e muertes e otros feos delictos en las cibdades y en los pueblos e 
en los canpos e en las casas, e generalmente en todas las partes de 
sus reynos e señorios, sin ningúnd temor de la justicia» (34), súbita- 
mente se imprimió en los corazones de todos, por miedo a la justicia, 
tal respeto, que nadie osaba sacar armas contra otro, ni ofenderle de 
palabra u obra. La paz y la seguridad colectivas eran prueba evidente 
de que se habian echado los cimientos de un sistema judicial, de 
una Organización de la justicia que aplicaba la ley cabal y rápidamen- 
te. El pueblo español tomó confianza en los tribunales, cuyos fallos 
median por igual al labrador que al caballero. El sometimiento a la 
justicia era general. Como dijo un docto español —Sempere y Guari- 
nos—: «Un decreto con las firmas de dos o tres jueces era más res- 
petado que antes un ejército» (35). 

Sin embargo, todo el alto sentido de la equidad, tal como la con- 
cibiera la Reina, y la misma estructura de una organización en sus 


(33) Lucio MARINEO SÍCULO, ob. cit., libro XIX, 

(34) PULGAR, Crónica, tomo I, cap. CXV, pág. 423. 

(35) JUAN SEMPERE Y GUARINOS, Resumen de la Historia de las antiguas Cortes 
de España (Madrid, 1834). : 


> 


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LA LECCION POLÍTICA DE LOS REYES CATOLICOS 


lineas básicas, no hubieran producido un cambio total en la orienta- 
ción de la justicia española (36), de no ir acompañadas, como lo 
fueron, por una serie de reglas minuciosas, - precisas, para garantía 
del procedimiento. En primer lugar, la audiencia o chancillería, sin 
residencia fija hasta entonces, se establece en Valladolid, ordenando 
su funcionamiento para ponerla a cubierto de la intervención de la 
Corona y proveyendo las plazas de magistrados entre los juriscon- 
sultos más reputados y competentes. f f 

Se proveyó, igualmente, para que los administradores de la justicia 
activasen el despacho de los procesos, dando a los acusados garan- 
tias para su defensa, y persiguiendo la venalidad de los jueces, lo que 
habia sido una de las causas del desprestigio y de la inoperancia de 
las leyes en los reinados anteriores. Para lograr los mejores resulta- 
dos, se creó la institución de los visitadores, que estaban encargados 
‘de inspeccionar los tribunales y juzgados de todo el reino, y se regló 
también la defensa de pobres, mediante el pago, de los fondos públi- 
cos, de un letrado, a «quien se encomendaba seguir los pleitos de los 
que no podian costearlos por sí mismos. 

La visita semanal de los jueces a las cárceles, para examinar su 
estado, el número de presos, la clase de sus delitos y el trato que 
recibían, era otra prueba de que los Reyes no limitaban el interés de 
la justicia a su fallo, sino que atendian también a todo lo referente 
al cumplimiento de la pena. Por último, la reglamentación de la 
justicia llegó al extremo de castigar, con rigor, a los que sostuvieran 
causas notoriamente injustas. 


` 


G) Legislación 


Si en cuestiones secundarias ponian los Reyes singular empeño, 
ren aquellas de mas entidad sobrepujaban su interés para resolverlas. 
Asi ocurrió cuando sintieron la necesidad de dotar al Estado de un 


(36) CLEMENCÍN, ob. cit.; FERNANDO Cos-GAYÓN, Historia de la ddministración 
pública en España en sus diferentes ramos (Madrid, 1851); JUAN RICO Y AMAT, 
Historia política y parlamentaria de España desde los tiempos primitivos hasta 
nuestros días (Madrid, 1860) ; AMALIO MARICHALAR Y CAYETANO MANRIQUE, Historia 
de la legislación y recitaciones del Derecho civil de España (Madrid, 1861-72; 
t. IX); MANUEL DANVILA Y COLLADO, El poder civil en España (Madrid, 1885-7). 


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PABLO ALVAREZ RUBIANO 


sistema de legislación regular y completo, cuya falta constituía una 
sensible laguna en la justicia de Castilla (37). La observancia simul- 
tánea de las Partidas, inspiradas en el Derecho romano, y el Fuero 
Real, cuyos preceptos eran expresión del derecho tradicional español, 
habia creado una situación juridica confusa, a partir de la publica- 
ción en 1348 del Ordenamiento de Alcalá, que dió vida legal al Código 
de Alfonso X, ya que se contradecian muchos de sus preceptos, per- 
turbando la regular aplicación de la justicia. 

Era evidente de todo punto que los citados cuerpos legales, junta- 
mente con las demás leyes y pragmáticas que se habian dictado, dejaban 
de tener, con mucho, el carácter de un código general y uniforme, 
que se precisaba para alcanzar universal aplicación. 

Don Fernando y doña Isabel reconocieron este vacio e intentaron 
su remedio, señalando en una famosa pragmática la obligación de 
ajustarse en sus fallos a las opiniones de los juristas más calificados 
en Derecho romano, como Bártolo, Baldo, Juan Andrés y el Abad. La 
medida tiene carácter circunstancial, dada la urgencia del remedio; 
pero para una solución de mayor altura encargan, durante las Cortes 
de Toledo, al ilustre jurisconsulto Alfonso Díaz de Montalvo, para 
que emprenda la ardua, laboriosa y difícil empresa de formar la nue- 
va compilación (38), cuyo fruto lo constituyen las Ordenanzas Rea- 
les de Castilla, que se publicaron divididas en ocho libros, a las que 
precede un prólogo explicando el motivo y plan de la obra, que com- 
prende los Ordenamientos de las Cortes y cédulas reales, desde 1348 
hasta 1484, l 

El célebre jurisconsulto, oidor y refrendario de la audiencia, tardó 


(37) Además de las Ordenanzas de Montalvo y de las Pragınáticas de Ramírez, 
que comentamos en el texto, se promulgaron en el reinado las ordenanzas de Her- 
mandad, de alcabalas (1491), municipales de Madrid (1494) y Sevilla (1502 y 1512), 
Cédula de abogados (1496), leyes de procedimiento (1493), ordenanzas sobre gremios 
y las conocidas Leyes de Toro, elaboradas siendo ya Reina doña Juana (1505). En 
las Vascongadas se promulgaron las ordenanzas de 1484, del licenciado Chinchilla, 
dadas. a Bilbao en 1484, con objeto de contener y castigar las luchas civiles de las 
banderías vizcaínas, y otras aun más severas. Y en los estados de Aragón se im- 
primió en Cataluña una compilación de Derecho catalán, y en Valencia una de 
Fueros en 1482 (desde los de don Jaime a los de Alfonso V) y la de Privilegios 
de' 1515 con el título de «Aureum opus regalium privilegiorum Civitatis et Regni 
Valentiae». 

(38) Análogo encargo se hizo también a Galíndez de Carvajal, sin que éste 
publicase su trabajo. ' 


$0 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


cuatro años en concluir la ingente obra, que constituye un notable 
monumento de la historiografía jurídica española. 


Los Reyes tuvieron buen cuidado de extender la aplicación de las 
Ordenanzas a todo el reino, ordenando, a este fin, que todas las ciu- 
dades, villas y lugares de más de doscientos vecinos, tuviesen un ejem- 
plar de las mismas, para que por ellas juzgasen los alcaldes (39). 

El código de Montalvo sirvió para dar uniformidad a la justicia 
en Castilla, y más tarde fué la base esencial para la elaboración de 
la Nueva Recopilación. 

Todas las leyes dictadas con posterioridad a la vigencia de estas 
ordenanzas, hasta el año 1503, fueron compiladas, mediante autoriza- 
ción real, por el escribano Juan Ramírez, constituyendo a modo de 
un apéndice o complemento de las de Montalvo. Y aun fué aspiración 
de Isabel, consignada en su codicilo, reducir a un solo cuerpo de dere- 
cho el Fuero Real, el Ordenamiento de Montalvo y las Pragmáticas 
de Ramírez, comprendiendo con singular agudeza que la codificación 
era el mejor medio de facilitar la recta administración de justicia, 
bajo la vigilancia de la Corona, cuya autoridad quedó reforzada en 
las citadas compilaciones, que redujeron a justos límites los privi- 
legios de la grandeza. 


H) Instituciones políticas: Consejos, Secretarios, Cortes 


La fragmentación política que daba un carácter anárquico a la socie- 
dad medieval, desaparece bajo los Reyes Católicos y se unifica el poder, 


(30) Algunos de los tratadistas clásicos de nuestro Derecho histórico negaron 
la vigencia del Ordenamiento. Sin entrar a dilucidar críticamente el planteamiento 
jurídico de su promulgación, es evidente, como afirma Minguijón, que obtuvo una 
sanción indirecta (SALVADOR MINGUIJÓN, Historia del Derecho español, tercera 
edición, Barcelona, 1943). 


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PABLO ALVAREZ RUBIANO 


que se hace paulatinamente concéntrico, al triunfar definitivamente 
la doctrina del absolutismo sobre los antiguos usos y abusos nobilia- 
rios y, en cierto modo también, sobre los privilegios y fueros comar- 
cales o locales. 
El hecho característico del Estado moderno, que crean los Reyes 
Católicos, consiste en que la autoridad de la corona es efectiva y no 
se halla condicionada por transacciones mas o menos vergonzosas con 
los poderes oligárquicos. (40). La fuerza material: respalda el cumpli- 
miento de las disposiciones emanadas del órgano soberano. Pero de 
nada serviría la reconstrucción del Estado si, como complemento, no 
se le dotara de los medios necesarios para mantener su eficacia y, con 
ella, el normal desenvolvimiento de sus funciones. 
- Los Reyes Católicos siguieron esta política. El Estado fué en sus 
manos cada vez más fuerte, y lo más admirable es que apenas si tu- 
vieron que modificar la estructura de sus órganos. Es la voluntad 
real la que hace el milagro de fundir los elementos dispersos, para 
incorporarlos a la gran obra histórica que se fragua en su época, bajo 
la imponderable capitanía de las dos figuras más grandes de nuestra 


historia. 


Los órganos de que se valen los monarcas para el ejercicio de sus 
potestades y prerrogativas (41) son, aparentemente, los mismos, pero 
en su sustancia han cambiado radicalmente, profundamente, al infun- 
dirles ese aliento vital, esa voluntad firme y derecha, que daba carác- 


(40) Para el estudio del absolutismo político de las monarquías del Estado mo- 
derno, son fundamentales, entre otras, las obras de JORGE VON BELOW, Territorium 
und Staat (1923); ROHDEN, Die Haupt-probleme des politischen Denkes von der 
Renaissance bis zur Romantik (1925); ALLEN, A history of political thought in the 
Sixteenth century, etc. 7 

(41) FRANCISCO MARTÍNEZ MARINA, Discurso sobre el origen de la Monarquia y 
sobre la naturaleza del gobierno español (Madrid, 1813); JUAN Rico v Amat, Histo- 
ria politica y parlamentaria de España desde los tiempos primitivos hasta nuestros 
días (Madrid, 1860). 


82 


LA LECCION POLÍTICA DE LOS REYES CATOLICOS 


ter a las decisiones de Isabel y Fernando, y cuya influencia esta tan 
patente en ellos durante el gran periodo de 1474 a 1516. 

Continua, pues, en el orden politico el régimen de Consejos, que 
alcanza en esta etapa su mayor prestigio y su maximo rendimiento. 

El Consejo Real, cuya antigiiedad se remonta a los origenes de la 
monarquia, y que en España adquiere bajo los Trastamaras un fun- 
cionamiento normal, se vigoriza definitivamente por obra de los Reyes 
Católicos, quienes lo convierten en la institución fundamental de la 
monarquia. Las Cortes de Toledo de 1480 dispusieron que estuviera 
constituido por un prelado, tres caballeros y hasta ocho o nueve letra- 
dos, conservando el titulo y la facultad de asistir con voz, pero sin 
voto, los arzobispos, obispos, duques, marqueses, condes y maestres 
de las órdenes, que habian gozado, por razón de su dignidad, del 
cargo de consejeros. La nueva estructura determinó el predominio de 
los letrados, cuya mayor preparación juridica dió altura a sus conse- 
jos y decisiones (42). l 

Las ordenanzas reguladoras del funcionamiento del Consejo Real 
atendían no sólo a la forma de las deliberaciones, sino también a todas 
las circunstancias de la vida de la institución, como la de que siguiera 
siempre. a los Reyes y se aposentara en el mismo palacio o en alguna 
casa cercana, la hora de las reuniones, el nombramiento de ponentes, 
la dirección de los debates y las votaciones finales, cuyo empate, si 
lo había, lo resolvía el Rey, quien dictaminaba siempre en última 
instancia. 

En su época más antigua, la competencia del Consejo abarcaba 
todos los asuntos de gobierno y de justicia, aparte de los que los 
Reyes le sometian libremente, pero, con el tiempo, al acumularse el 
trabajo y la misma diversidad de las materias sujetas a deliberación, 
determinaron la necesidad de desgajar sucesivamente grupos de asun- 
tos, que constituyeron función de otros Consejos, ya que éstos fueron, 
como dice el Marqués de Lozoya, la clave del sistema estatal del 
Imperio (43). 


(42) La relación de los consejeros que suscriben los documentos conservados 
en el Registro General del Sello, desde 1474 a 1480, puede verse en la «Advertencia 
preliminar» del volumen II del Registro General del Sello (Valladolid, 1951), pá- 
ginas XIII-XVI. 

(43) MARQUÉS DE LOZOYA, ob. cit., pág. 122. 


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PABLO ALVAREZ RUBIANO 


En 1480 encontramos ya dividido el Consejo Real, que coexiste con 
otros Consejos, formando todos ellos la base orgánica de la potestad 
consultiva preparatoria, para fundamentar el poder de decisión de 
los Monarcas. Leamos en la prosa arcaica del cronista Pulgar, su orga- 
nización y competencia: «En aquellas Cortes de Toledo, en el palacio 
donde el Rey e la Reyna posauan, todos los días avía cinco Con- 
sejos, en cinco apartamientos que avía en el palacio real: en el vno 
estaua el Rey e la Reyna, con algunos de su Consejo que ellos llama- 
van, para ver e entender en la enbaxadas de los reynos estraños que 
venían a ellos, e en las cosas que se tratauan en corte de Roma con el 
Santo Padre, e con el rey de Francia, e con los otros reyes, e para las 
otras cosas que heran necesarias de se proveer por expediente. En 
otra parte estauan perlados e doctores, que entendían en oyr las peti- 
ciones que se davan, e en dar cartas de justicia, e éstos tenían tanto 
trabajo en ver deniandas e respuestas e procesos e ynformaciones que 
venian de todas las partes del reyno ante ellos, queno podiendo sufrir 
el trabajo, por ser muchas las causas, e de diuersas calidades, repar- 
tían entre si los cargos para hazer relación en aquel Consejo, e des- 
pués todos juntos vían las relaciones de los procesos, e davan secreta- 
mente sus votos, e pronunciavan todos juntos las sentencias definitivas 
en las causas; aviéndolas primero platicado, oyendo las disputas de 
los letrados. 

»En otra parte del palacio estavan caualleros e doctores naturales 
de Aragón, e de Cataluña, e de todo el reyno de Seçilia, e de Valengia, 
que veyan las peticiones e demandas, e todos los otros negocios de los 
que venían de aquellos reynos antel Rey e ante la Reyna; e éstos 
entendían en los oyr e expedir, porque heran ynstrutos en los fueros 
e costunbres de aquellas partidas. En otra parte del palacio estauan 
los diputados de las Hermandades de todo el reyno, que veyan e expe- 
dían todas las cosas concernientes a las Hermandades, segúnd las leyes 
que tenían. En otra parte estauan los contadores mayores e oficiales 
de los libros de la hacienda e patrimonio real; los quales facian las 
rentas, e librauan las gracias y mercedes, e otras cosas que el Rey e 
la Reyna facian, e avian de determinar las causas que convenian a 
la hacienda e patrimonio real. 

»De todos estos Consejos recorrían al Rey e a la Reyna con qual- 
quier cosa de facultad que ante ellos venía. E las cartas e prouisiones 


$4 


LA LECCIÓN POLÍTICA.DE LOS REYES CATÓLICOS 


que dauan eran de grand ynportançia; firmauanlas en, las espaldas 
los que estauan en estos Consejos, e el Rey e la Reyna firmavan de 
dentro. Otrosy, los tres alcaldes que trayan en su corte librauan (fue- 
ra del palacio real) las querellas e demandas ceviles e criminales que 
ante ellos se movían, e entendían en la justigia e sosiego de la corte. 
E en esta manera el Rey e la Reyna proveyan en todas las cosas de 
sus reynos e señorios» (44). 


Deslindadas las materias, cada Consejo tuvo un objetivo propio y 
limitado. Continuó funcionando el Consejo Real con carácter consul- 
tivo, pero en los Consejos privativos de cada materia de gobierno —el 
de política internacional, el de apelación para los asuntos judiciales, 
el de Aragón para las relaciones con los reinos de esta Corona, el de 
la Santa Hermandad, el de Hacienda, el de la Inquisición, el de las Orde- 
nes—, tenían los Reyes el dictamen, la ayuda y la colaboración: es- 
pecializadas para su vasta obra de gobierno (45). 

Más tarde, con análogas características, nacería el «Consejo Real y 
Junta de guerra de Indias», que, modificado en tiempos de Carlos V, j. 
bria de ser la institución a través de la cual se ordenaria durante tres 
siglos la obra legislativa, social y económica de España en América. 

Si los Consejos fueron en el orden corporativo la piedra angular 


(44) PuLcar, Crónica, tomo I, cap. CXV, págs. 421 y siguiente. 

(45) LUIS DE SALAZAR Y CASTRO, Origen, institución y autoridad del, Consejo de 
Castilla (manuscrito, siglo xvi, Biblioteca Nacional); MARIANO ALCOCER MARTÍNEZ, 
Consejo Real de Castilla (Revista Histórica, Valladolid, 1925, págs. 33-44); Ídem, 
Consejo de Cruzada (Revista Histórica, Valladolid, 1925, págs, 114-23) ; ídem, Con- 
sejos de la Cámara, de Hacienda, de Estado, de Indias, de Ordenes, de Gabinete, 
de Portugal, de Aragón, de Navarra, del Almirantazgo, de Flandes, de Italia, Chan- 
citlerias de Valladolid y de Granada (Revista Histórica, Valladolid, 1925, páginas 
145-57) ; ídem, Consejo Supremo de Inquisición (Revista Histórica, Valladolid, 1925, 
páginas 65-74) ; J. BARRIOBERO Y ARMAS, Los Consejos de Estado del pasado al 
presente (Boletín de la Real Academia de la Historia, 1927, págs. 66-91); SEGIS- 
MUNDO Royo-VILLANovA, El Consejo de Estado en España (Ejército, Madrid, 1941, 
número 2, págs. 133-158) ; José MARÍA CORDERO TORRES, El Consejo de Estado, su 
trayectoria y perspectivas en España (Madrid, 1944). 


85 


.PABLO ÁLVAREZ RUBIANO 


sobre que descansaba la politica de la monarquia católica, en el orden 
personal tuvieron los Secretarios esa misma o mayor importancia, ya 
- que fueron eficaces instrumentos como auxiliares de los Reyes. 

Oficialmente existieron dos, uno para Castilla y otro para Aragón, 
pero habia también otros Secretarios de menos relieve, pero no de 
menor utilidad. Reclutados entre la pequefia nobleza o entre los letra- 
dos y gente docta, en ellos encontró la Corona una inestimable ayuda, 
porque tuvieron los Reyes buen cuidado de.escoger a los mejores (46), 
a los más aptos y honrados, y sus colaboraciones y ayudas habrían 
de ser por ello valiosas y justas, hasta el punto de que muchas de las 
grandes realizaciones políticas que se llevaron a cabo durante la época, 
lo fueron siguiendo el criterio de estos hombres, de no muy alta cuna. 
y a las veces de mediana condición social (47). 


‘cen los Reyes Católicos. Las Cortes funcionan regularmente en los 


(46) «Tuvieron en su Consejo y oficios y cerca de sus personas —dice Galíndez 
de Carvajal— hombres insignes y en número conveniente: tuvieron gran casa y 
corte acompañada de Grandes y varones principales, a los cuales honraron y subli- 
maron conforme la calidad de su grado, ocupándoles en cosas en que les podian 
servir, y cuando se ofrecia ocasion tenian memoria de les hacer merced ; con que 
todos andaban satisfechos y deseosos de servir en el gobierno del reino y de su 
Consejo: tuvieron mas atencion de poner personas prudentes y de habilidad para 
servir, aunque fuesen medianas, que no personas grandes y de casas principales. 
En su hacienda pusieron gran cuidado, como en la eleccion de personas para cargos 
principales de gobierno, justicia, guerra y hacienda; y si alguna elección se erraba 
(que sucedia pocas veces) al punto lo emendaban, no dejando crecer el daño, sino 
remediandolo con presteza; y para estar más prevenidos en las elecciones tenian 
un libro, y en él memoria de los hombres de mas habilidad y méritos para los 
cargos que vacasen; y lo mismo para. la provision de los obispados y dignidades 
eclesiásticas» (Anales breves del reinado de los Reyes Católicos don Fernando y 
doña Isabel, Biblioteca de Autores Españoles, tomo LXX, pág. 533). 

(47) El marqués de Lozoya (ob. cit., pág. 131) menciona de entre ellos a «Her- 
nando' de Zafra, el verdadero artífice de la rendición de Granada; Fernando Al- 
varez de Toledo, incansable despachador de negocios, predilecto de los .reyes, por 
quien pasaron durante muchos años todos los asuntos del gran reinado; Juan de 
Coloma, Pedro de Quintana, Pedro Aviñón, Pedro Garmechino, Juan Ruiz de 
Calcena, Miguel Pérez de Almazán». En el Catálogo del Registro General del 
Sello figuran, correspondiendo a los años 1478-1480, los siguientes: Alfonso de 
Alcalá, Juan Ruiz del Castillo, Luis del Castillo, Francisco de Medina, Juan Pérez 
de Medina, Gaspar de Ariño, Alfonso de Avila, Diego de Santander, Juan Ruiz 
de Lobera, Alfonso del Castillo, Pedro de Camañas, Fernando Alvarez de Toledo, 
Luis González, Diego de San Miguel, Alonso del Mármol, Cristóbal Fernández de 
Sedano, Alvar Rodríguez del Castillo, Juan Pérez de Larrarte, Juan Sánchez de Cei- 
nos, Diego de Varea, Diego de Castañeda, Sancho Ruiz de Cuero y Fernán Núñez 
(Ob. cit., vol. ID. 


$6 


LA LECCION POLITICA DE LOS REYES CATOLICOS 


diversos reinos (48) y perviven igualmente la mayoria de los cargos y 
dignidades antiguas, conservando su antaño prestigio, como el de Can- 
ciller o Condestable, pero perdiendo su poderio cuando asi lo requiere 
la nueva concepción politica del Estado. 

Es mas, algunas de las Cortes celebradas en Castilla, tuvieron una 
importancia capital para el destino de la nación, como las celebérri- 
mas de Toledo del año 1480, que, entre otros acuerdos trascendentales, 

-trataron de moralizar la administración comarcal o local, al mismo 
tiempo que reforzaban el centralismo del Estado. A este fin se valen 
de una institución tradicional, la de los corregidores o jueces rea- 
les (49); sustituyen en algunos municipios los cargos electivos o here- 
ditarios por otros de nombramiento real, o envian pesquisidores para 
conocer de los abusos que se cometian en los pueblos y poner el reme- 
dio adecuado, o veedores para comprobar las cuentas. 

Esta clara la intención de los Reyes de llevar a los mas apartados 
lugares el aliento renovador de su politica, unitaria en sus principios 
y efectos, pero respetuosa con la tradición. institucional y orgánica, 
que no hacen sino depurar y orientar hacia los altos destinos histó- 
ricos que a España le estaban reservados. 


D Unidad popular armónica 


El Estado que con tanto acierto, con tanta perseverancia y energía 
supieron reconstruir los Reyes Católicos, levantándolo desde sus pro- 
pias ruinas, tenía que asentarse en la unidad del pueblo, que consti- 
tuye su elemento humano, 

Por fuerte y amplio que sea el poder del Estado, necesita, como 
complemento indispensable, la armonía interna de la colectividad que 
representa y de cuyo destino es responsable. 

En la etapa medieval anterior, la nobleza usufructuaba todos los 


(48) JUAN SEMPERE, Resumen de la Historia de las antiguas Cortes de España 
(Madrid, 1834); MARQUÉS DE MIRAFLORES, Sobre las Cortes de España en los tres 
últimos siglos (Madrid, 1850) ; ANTONIO SÁNCHEZ MOGUEL, Naturaleza política y lite- 
raria de las cortes peninsulares anteriores al sistema constitucional (Madrid, 1894) ; 
DEMETRIO Ramos, Historia de las Cortes tradicionales de España (Burgos, 1944). 

(49) FERNANDO DE ALBI, El corregidor en el Municipio español bajo la Monar- 
quía absoluta. Ensayo histórico-crítico (Madrid, 1943). 


$7 


PABLO ÁLVAREZ RUBIANO 


derechos, incluso los que correspondían a la Corona. Hemos seguido 
paso a paso la politica, frente a este estado de cosas, de los Reyes 
Católicos, que perseguia, ante todo, la reivindicación de la autoridad 
real. Pero esta obra habria quedado incompleta si, al mismo tiempo, 
no hubiera buscado también liberar a las clases humildes de la tira- 
nia que sobre ellas pesaba. Por eso Isabel fué una Reina popular, que 
tuvo en sus grandes empresas el apoyo, decidido y unánime, de su 
pueblo. De ahi la legislación amplia y generosa en favor de los plebe- 
yos, según indicaremos al tratar de la política social de los monarcas 
fundadores de nuestra nacionalidad. I 


88 


HI 
LA ORIENTACION POLITICA 


Con las necesarias limitaciones hemos intentado hacer la semblanza 
humana de los Reyes Católicos, destacando sus cualidades, sus virtu- 
des politicas, bosquejando el retrato fisico y moral de quienes fueron 
los creadores de España y de su Imperio; para estudiar después cómo 
lograron la reconstrucción de un Estado en ruinas, cual el que reco- 
gen, y no sin lucha, a la muerte de Enrique IV. Ahora nos corresponde 
exponer en este capitulo, aunque sea sólo sucintamente, dada la indole 
‘del presente trabajo, la orientacién politica que imprimen, en todos 
los órdenes, a la máquina estatal, para hacer posible la consecución 
de esa magna obra histórica que es la formación de nuestra nacio- 
nalidad. 


A) Unidad peninsular 


El sentido unitario es la característica esencial de la política de los 
Reyes Católicos: unidad peninsular, unidad religiosa, unidad social, 
unidad jurídica. Cualquiera que sea el objetivo perseguido. se hallará 
impregnado de esta constante histórica. 

La expresión geográfica fué, desde tiempos remotos, uno de los 
elementos que unían o desunian a los pueblos hispánicos. Superada 
la etapa de la dominación romana, los pueblos que se arraigan en el 
ancho solar de la Península, después de la disgregación del Imperio, 
sienten una aspiración hacia la unidad territorial, al calor de la vieja 
ascendencia gótica. La irrupción musulmana desvanece este primitivo 
germen unitario, que volverá a surgir con más o menos intensidad a 
lo largo de toda la Edad Media. La curva descendente, la general 
retirada de los pueblos cristianos ante el empuje islámico, produce 
una impresión desoladora. Pero bien pronto, el reducto cristiano de 
Asturias, fundado por Pelayo, da señales de resurgimiento. El sueño 


91 


PABLO ALVAREZ RUBIANO 


antiguo vuelve a cabalgar junto a los caballeros cristianos, que des- 
cienden hacia el sur, para reducir el area geografica donde señorean 
los musulmanes. 

El empuje, claro está, no es uniforme ni constante. Hay épocas en 
que, debilitadas las fuerzas de ambos combatientes, se impone la tre- 
gua, el espiritu de no agresión, y hasta, muchas.veces, de convivencia. 
Entretanto, se han formado pequeños reinos cristianos, que viven con 
independencia y que de tiempo en tiempo chocan entre si, a pesar de 
su unidad religiosa y étnica. 

Al advenimiento al trono de Isabel, la fuerza àrabe en la Peninsula 
era minima; el reino de Granada perdura, simplemente, porque Cas- 
tilla se debilita y desangra en luchas intestinas. Pero al coger las rien- 
das del poder unas manos fuertes, que serian paradójicamente las 
femeninas de Isabel, sus dias estaban contados (1). Y, en efecto, el 
año de gracia de 1492 se rinden al ejército castellano-aragonés las 
fuerzas del débil Boabdil. Toda España queda bajo el dominio cris- 
tiano, pero, sin embargo, no esta lograda todavia la unidad territorial. 

El matrimonio de Isabel y Fernando, sintesis afortunada del amor 
y de la conveniencia politica, habia sido la levadura inicial. El rescate 
de Granada constituyé el afortunado presente de las largas, cruentas 
y heroicas gestas de Reconquista; pero a la unidad peninsular se 
oponian Navarra y el reino luso. 

Los Reyes Católicos, para completar su acción bélica victoriosa, 
realizan una inteligente politica de matrimonios, al concertar los enlaces 
de sus hijos, con el anhelo de lograr un heredero unico para todos los 
reinos cristianos de la Peninsula. El principe Miguel, hijo de Isabel, 
la primogénita de los Reyes de España, y del rey Manuel I de Portugal, 
fué ese heredero, cuya temprana muerte malogró el destino unitario 
de una grandiosa nacionalidad hispánica. Pero la urdimbre estaba 
hecha y en ella fundaria, años más tarde, sus derechos a la corona de 
Portugal, el biznieto de los Reyes Católicos, Felipe II. 


(x) La aportación más reciente al estudio de la guerra de Granada, es la de 
ANTONIO DE LA TORRE, Los Reyes Católicos y Granada (Hispania, Madrid, 1944, pagi- 
nas 244-307 y 339-475; edición ampliada, Madrid, 1946). El propósito de la obra es 
efectuar un cotejo de las crónicas coetáneas con las cartas del Rey Católico conser- 
vadas en el Archivo de la Corona de Aragón y con el itinerario provisional del Rey 
en sus andanzas por Andalucía, durante la contienda, igualmente existente en el 
Archivo citado. š 


92 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


Desaparecida la reina Isabel, el matrimonio de Fernando con Ger- 
mana de Foix —auténtico «matrimonio por razón de Estado», como 
asevera Doussinague (2)—, estuvo a punto de malograr la unidad na- 
cional. Pero la muerte del fruto de estas segundas nupcias, alejó 
el peligro de desunión de Aragón y Castilla, al propio tiempo que el 
Rey Católico completaba su obra unitaria, incorporando a la corona de 
esta última el reino de Navarra, en un acto de auténtica maestría 
política. 

Juana la Loca hereda todos los territorios españoles, que consti- 
tuyen un solo reino, en el que se concreta triunfante la unidad penin- 
sular, perseguida con tanto ahinco por los Reyes Católicos, excepción 
hecha de Portugal, que seguiría, finalmente, su propio derrotero 
histórico. 


B) Unidad religiosa 


Fueron los Reyes —Isabel con ahincada fe; y Fernando, a pesar 
de sus humanos yerros—, católicos fervientes, con una rigidez de prin- - 
cipios que contrastaba con la convivencia de árabes, judíos y cristia- 
nos, que daba un aspecto singular y pintoresco a gran número de ciuda- 
des medievales españolas. 

Esta armonía de razas, más aparente que real, pues se alteraba con 
frecuencia con revueltas y disturbios, ha dado ocasión a los detrac- 
tores de los Reyes para censurar acerbamente su política racial, sin 
tener en cuenta la inestabilidad de un equilibrio circunstancial, que 
había de romperse por fuerza, dado el antagonismo latente entre los 
diversos grupos étnicos, con sus leyes, sus costumbres y su religión, 
localizados dentro de los muros de las urbes hispanas. i 

La clarividencia de la Reina se anticipó a cualquier posible con- 
flicto, a todo conato de violencia popular, tan facil de prender en las 
muchedumbres enfurecidas por odios raciales. El ejempio de episodios 
de esta naturaleza, que estan más próxinios a nosotros y que han teni- 
do sangrientas consecuencias, justifica sobradamente la expulsión de 


(2) Jos M. DOUSSINAGUE, Fernando el Católico y Germana de Foix. Un matri- 
monio por razón de Estado (Madrid, 1944). 


93 


PABLO ALVAREZ RUBIANO 


los judíos, decretada, con toda clase de garantias humanas, por los 
Reyes Católicos, a pesar de que significaba, de momento, una sensible 
depresión económica en el barómetro de las finanzas nacionales. 

Pero aparte de que la inconcebible mezcolanza de pueblos, racial 
y religiosamente antagónicos, que no hubiera sido posible en aquella 
época sobre ninguna de las naciones europeas, producia una discordia 
permanente, sin posible conciliación para una política nacional de 
altura, como la que estaba ya en la mente de los monarcas españoles, 
era también una circunstancia histórica que se oponia a los designios, 
aspiraciones y deseos de un estado unitario. 

La historiografia liberal del pasado siglo, deslumbrada con el oropel 
de los derechos, harto fràgiles, nacidos al calor de la Revolución fran- 
cesa, midió por ellos la politica religiosa de los Reyes Católicos, juz- 
gàndola con severos epítetos, cuando es lo cierto que estaba dictada 
por una necesidad vital para el porvenir de la naciente nacionalidad, 
cuya pervivencia exigía una comunidad tal que no ofreciese fisuras 
de orden racial o religioso (3). i 


(3) Ballesteros comenta con acierto cómo «el liberalismo, cuando se trata de 
(la expulsión de) los judíos pulsa las cuerdas más sensibles de su lira y acude a 
demostrar el dislate económico perpetrado por el fanatismo de la Monarquía». Al 
enjuiciar la medida, expresa acertadamente : «En el pragmatismo de la política de 
los pueblos siempre ha sido mala consejera la blandura, si se cruzan altos designios, 
trances decisivos y momentos trascendentales. No pecaron por debilidad los mag- 
nánimos Reyes, que nunca escatimarían la misericordia, si era compatible o no se 
oponía a la buena marcha de la dirección del Reino. Con violencia para sus piadosas 
inclinaciones, escogieron en muchas coyunturas el áspero camino de las crudas reso- 
luciones, porque así convenía al bien de España. Y pluralizamos, pues en ambos 
hállase, por igual, tendencia tan provechosa para el futuro español.. 


»¿Fué un error económico la expulsión? Tal vez. Se privaba a la economía de 
aquellos ciudadanos tan expertos en el cambio, creadores de riqueza, conocedores 
como nadie del crédito, individuos útiles a la sociedad donde vivían. Junto a ello 
subsistía el peligro religioso y de raza, que estorbaban el propósito ardiente de.uni- 
dad, el anhelo de fusión. La penuria, la misma pobreza era preferible si podía elimi- 


94 


LA LECCIÓN POLITICA DE LOS REYES CATOLICOS 


No estaba dictada por el odio a los judios, sino por amor a su pue- 
blo. La generosidad de la Reina se manifiesta incluso en la orden de 
expulsión, que es consecuencia del clamor popular del que se hacen 
eco la asamblea de Sevilla y los concilios de Aranda, Sevilla y Madrid, 
ya que en todo caso abre a los judíos el camino de la conversión, para 
que puedan incorporarse totalmente al destino común de la España 
cristiana. Las hogueras de odios recientes que se han encendido en 
plena edad contemporánea, contrasta evidentemente con la benevo- 
lencia de nuestros dos soberanos, que pisaban todavía sobre el frágil 
mundo del medievo. 


* * 6 


El sentimiento de justicia de la politica religiosa se reconoce aun 
mas a la luz de las duras medidas que adopta con el propio clero, 
para desterrar la relajación de costumbres en que vive. Y lo mismo 
las altas dignidades eclesiásticas (4) que las poderosas órdenes, han 
de someterse a las reformas que introduce la Reina, auxiliada eficaz- 


narse un peligro, una enfermedad que afectaba a la medula del organismo nacional, 
En la contienda entre los intereses materiales y el espíritu, debía triunfar éste, que 
era el porvenir de la Patria, el camino del Imperio.» (BALLESTEROS BERETTA, Fernando 
el Católico, el mejor Rey de España, «Ejército», Madrid, 1941, núm. 16, págs. 61 
y siguiente.) 

(4) El Padre Fernández de Retana describe con estas palabras la lamentable 
situación del alto clero de España en aquella época : «El Arzobispo Carrillo, mun- 
dano y guerrero, perturbador de dos reinados, dejó prole espúrea, y no se recató de 
dar el mal ejemplo de perpetuar el escándalo en el mármol, mandando poner su 
sepulcro junto al de su hijo Troilo; Cisneros se encargó de separar los sepulcros y 
corregir las inscripciones, El Prelado de Santiago, Fonseca, deja en herencia el 
arzobispado a su hijo espúreo Alonso, y casa al otro hijo Diego con doña Francisca 
Zúñiga, condesa de Monterrey, y deja en Salamanca un gran palacio para su man- 
ceba: la Salina, de éste decía Cisneros que "no faltaba sino que hiciera de la prelacía 
un mayorazgo familiar”. 

»Bl propio Cardenal Mendoza tuvo "en sus mocedades”, cuando ya era Obispo 
de Calahorra, dos hijos, en la célebre y corrompida dama portuguesa doña Juana, 
esposa del Impotente; uno, don Rodrigo, nació en Guadalajara y fué después mar- 
qués del Zenete; el otro, don Diego, vió la luz en el palacio de los Mendozas, del 
Real de Manzanares, y fué conde de Mélito. 

»Y aún más adelante, fuera ya de las ’’mocedades’’, tuvo otro, llamado don Juan, 
en la dama vallisoletana doña Inés de Tovar. Todo ello a plena luz del mundo, 
pues tuvo luego la tranquilidad (que hoy nos pasinaría) de solicitar de los Reyes la 
legitimación de la prole, que le fué otorgada, por lo civil, por decreto de 1476 
y 1489, y en lo eclesiástico, por bula de Inocencio VIII de 1488. A los prelados 
Diego de Anaya, a los de Mondoñedo y Coria, los tacha Palencia, sin distinción, de 
”viciosos””, 

»Omitiremos otros muchos casos verdaderamente de poca edificación, pero baste 


95 


PABLO ALVAREZ RUBIANO 


mente por Jiménez de Cisneros, en defensa de la pureza de la fe de 
. Cristo. En esta lucha reformadora, no la detendrá ningún obstáculo, 
ni incluso la enemiga de los Pontifices, a los que no consentirá que 
se interpongan en el camino emprendido para lograr en su pueblo 
la perfecta comunidad cristiana, al abrigo de las flaquezas y relaja- 
ciones que producirán en Alemania a un Lutero, y, con él, las guerras 
de Religión, que durante siglos perturbaron la vida de los pueblos de 
Europa. : > ` 

La moralización de la clerecia y de la vida conventual] es para los 
Reyes una premisa insoslayable de su politica religiosa, y afrontan 
decididamente el problema de eliminar la disipación de clérigos y 
frailes, que era moneda corriente a fines del siglo xv, hasta el punto 
de que lo corroboren no sólo los testimonios literarios de la época, 
sino una copiosa documentación, que contiene órdenes relativas a las 
mancebas de abades y «barraganas de clérigo» (5). 

Semejante estado de confusión, en la que el propio poder recono- 
cia y regulaba públicamente situaciones de ilícita moralidad, cuya 
existencia tenia que producir, por. fuerza, efectos perniciosos en las 
costumbres del pueblo, no podía ser tolerado en una nación cató- 
lica, rigida, por unos monarcas que tenian tan arraigado el sentimiento 
religioso y una visión tan clara de los deberes que corresponden a 
cada uno de sus súbditos, y, especialmente, a aquellos que estaban 
obligados a propagar y defender la pureza de la fe cristiana. 

Se aplicaron, pues, a la tarea de desterrar de sus dominios la estam- 
pa licenciosa de una vida de desenfreno y disipación, que quedó retra- | 
tada con todo vigor y realismo en las páginas inmortales de la 
Celestina, del Libro de Buen Amor, del Corbacho o de las procaces 
coplas del Provincial y de Mingo Revulgo, para lo cual obtuvieron 
del Papa Alejandro VI un breve que les autorizaba a nombrar prela- 
dos y varones capaces, que visitasen los conventos «con facultad para 


decir que, fuera del gran Cisneros, de Talavera y algún otro, pocos dignatarios 
eclesiásticos había que guardasen la integridad y respeto debidos a su estado». 
(RETANA, Isabel la Católica, tomo II, Madrid, 1947, pág. 309). 

(5) El Catálogo del Registro General del Sello consigna dos disposiciones de 
1475 sobre las penas de las mancebas de clérigos (vol. I, pág. 14) y ordenando el 
cumplimiento de las leyes y ordenanzas dadas acerca de las mancebas de los abades 
y demás personas eclesiásticas (pág. 23), y otras cuatro más del año 1478 que 
vuelven a referirse al mismo tema (vol. II, págs. 12, 129, 143 y 177). 


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LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


inquirir, informar y reformar in capite et in membris los dichos mo- 
nasterios, corregir y castigar mediante justicia, y restablecer en ellos. 
la vida santa y religiosa> (6). 

Y análogas medidas coercitivas adoptaron para eliminar el boato 
de los obispos, abades o prebendados de las iglesias ricas, además de 
sus públicas inmoralidades. La obra reformadora abarcó al clero secu- 
lar y regular, y sus puntos más salientes fueron los que atañían al 
cabildo de Toledo y a la orden franciscana, en los que Cisneros tenía 
el mayor interés, deseoso de que sus descarriados hermanos de orden 
volviesen a la observancia estricta de las reglas del santo fundador (7). 

La propia reina Isabel intervenía, personalmente, en la reforma de 
los conventos de religiosas, adonde acudía para hacer labor con las 
monjas, ejerciendo sobre ellas una influencia que fué provechosa para 
enderezarlas en el camino de las viejas virtudes claustrales (8). 


(6) - Se inserta la bula de Alejandro VI en el vol. III del «Semanario erudito» de 
Valladares, con informe de don Santiago Agustin Riol a Felipe V, en 16 de Junio 
de 1726. 

(7) Sm1é describe así los procedimientos de Cisneros para conseguir la moraliza- 
ción de los conventos : «Una fogosa exhortación invitaba a la comunidad a abandonar 
la vida muelle y relajada para volver a la pureza de costumbres y a la observancia de 
las reglas fundacionales. Si esto bastaba, no había más. Si no bastaba, venía la 
excomunión, individual o extendida a todos los del convento, y la pérdida del há- 
bito para los contumaces» (Isabel la Católica, 2.* edición, Madrid, 1951, pág. 78). 
Y ALTAMIRA, por su parte, escribe: *«Cisneros procedió... aplicando el sistema 
seguido por los Reyes Católicos para acabar con la anarquía civil. Comenzó por 
visitar los conventos de su Orden (franciscana), expulsando a los recalcitrantes, 
mandando-prender al abad. de Santo Espíritu de Segovia, castigando sin contempla- 
ciones. Se dió el caso de que cuatrocientos frailes prefirieron emigrar al Africa y 
convertirse al mahometismo; pero Cisneros, ayudado por los Reyes Católicos, no 
cejó en su campaña purificadora, que el Papa, requerido por los monarcas espa- 
fioles, aprobó. De la Orden de San Francisco la reforma pasó a las demás : domini- 
cos, carmelitas, agustinos, etc.» (Historia de España y de la civilización española, 
4.2 edición, tom. II, Barcelona, 1929, págs. 439 y sigte.) 

(8) «En las Memorias de la Real Academia de la Historia (tomo VI, Ilustración 
VIII) pueden verse los modos de la Reina en la reforma de las Ordenes Religiosas. 
Visitaba, sin dar relieve a la visita, como por atención o curiosidad, los conventos 
de monjas, y llevaba la rueca o la costura, para reunirlas con el pretexto de asociar!as 
a sus labores, y conversar sin apresuramiento, ni solemnidad de interrogatorio 
inquisitivo, hasta enterarse por descuido de esta o de aquella hermana de lo que le 
importaba conocer. Logrado esto, en fuerza de dulzura y agrado, las exhortaba, 
como una buena madre, a dejar la vida frívola y desarreglada y a guardar severa- 
mente la clausura y las reglas monásticas. ”De tal modo les captaba los corazones, 
que fué raro el convento que visitó en que más o menos no recogiera el fruto de 
su piadoso trabajo y deseo”. En los casos de resistencia contumaz empleó, sin 
embargo, los modos fuertes, imponiendo la observancia y asegurando la clausura 
efectiva». (SILIÓ, ob. y 1. cits.) 


97 


PABLO ÁLVAREZ RUBIANO 


La obra reformadora se completó, además, por la acertada elec- 
ción que los Reyes hicieron para otorgar mitras, abadías y otras dig- 
nidades eclesiasticas, ejerciendo las atribuciones que habían arrancado, 
a fuerza de tenacidad y a veces de intransigencia, del poder de Roma. 
En lugar de los segundones de la alta nobleza, nombraron a varones 
obscuros, hidalgos estudiosos, formados en la virtud y en la sabiduria 
en los Colegios Mayores de las Universidades, los cuales serian con el 
tiempo la gran fuerza de la Iglesia católica española, que tanta influen- 
cia habia de ejercer en Trento para el destino de la cristiandad (9). 


fué el órgano que tuvo a su cargo este especial cometido (10). No eran 


nuevos ni la institucién ni el órgano, pues consta su existencia en el 
siglo x11 como Tribunal diocesano, y llega hasta fines del siglo xv, en 
que los Reyes Católicos lo utilizan y le dan una extraordinaria com- 
petencia para salvaguardar la unidad religiosa de Espana, amenazada 
‘por el judaismo latente de los conversos, por el rescoldo de inmorali- 
dad que habian dejado las costumbres orientales de los musulmanes 
y por la misma disipación del clero. 


(9) El PADRE FERNÁNDEZ DE RETANA sintetiza así esta parte de la política reli- 
giosa: «Estas reformas trascendentales, establecidas por la Reina en sus estados 
en lo tocante al clero, y el tesón con que luchó: contra viento y marea para implantar 
en sus dominios prelados dignos y dignatarios eclesiásticos con verdadero espíritu 
sacerdotal, fueron la base de la futura grandeza de nuestra Iglesia; y de este 
esfuerzo grandioso nació, medio siglo adelante, aquella pléyade de teólogos y de 
prelados de talla monumental, que se presentaron en Trento y obligaron a decir 
a las gentes "que el Concilio de Trento fué tan ecuménico como español”.» 
(Ob. cit., tomo II, pág. 317.) 

(10) Excediendo del plan que nos hemos trazado, el estudio de esta famosa 
institución, nos limitaremos a indicar solamente las aportaciones más objetivas y 
recientes sobre Inquisición : la de HENRY CHARLES Lua, A history of the Inquisition 
in Spain (4 vols., Nueva York, 1906-8; 2.2 edición, 1922), y la más moderna de 
BERNARDINO LLORCA, La Inquisición en España (Barcelona, 1936), con abundante 
bibliografía. 


98 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


de que algunos poseían cargos eclesiásticos. Pero aun dada la grave- . 


dad de la herejia, en 6 de febrero de 1481, el Cardenal de España 
publica un edicto de gracia, al que se acogen miles de personas con 
culpas heréticas, a las que se condena únicamente a penas canónicas. 
Sólo después actúa el Santo Oficio contra la herejía recalcitrante (11). 

La Orden de Santo Domingo suministra los dos primeros inquisido- 
res, Miguel Morillo y Juan de San Martín, continuando su brillante 
tradición en defensa de la fe. Y por bula de 31 de enero de 1482 se 
constituye el Tribunal Supremo de la Inquisición, cuya presidencia 
recae también en otro dominico, fray Tomás de Torquemada, quien 
suscita toda la animadversión de la historiografía liberal, que ha desfi- 
gurado con sombrías pinceladas su obra, para denigrarle sin medida y 
sin justicia (12). Pero los estatutos para la organización y funciona- 
miento de la Inquisición, que se deben a su celo juridico, son una prueba 
evidente de que la pasión ha ofuscado a sus detractores, pues en ellos 
resplandece un verdadero espíritu de justicia, estableciendo con minu- 
ciosidad y detalle las reglas de procedimiento para la defensa de los 
encartados, tomando toda suerte de garantías para evitar fallos injustos. 

No se puede juzgar una institución de este tipo bajo supuestos ju- 
rídicos propios de una mentalidad actual y sin tener en cuenta los 
fines de unidad religiosa que perseguía y cuya consecución ahorró a 
España, sin duda, el horror de las luchas de Religión, que ensangren- 
taron posteriormente el suelo de Europa. Pero el odio al poderío espa- 
ñol esparció la especie de un tribunal terrorífico, para desacreditar la 


(11) BERNARDINO LLORCA, Los originales de las primeras instrucciones de la 
Inquisición española, Contribución al estudio de los procedimientos de este Tribunal 
(Anales de la Asociación Española para el progreso de las Ciencias, Madrid, 1942, 
págs. 829-849). : 

(12) E. LUCKA, Torquemada und die Spanische Inquisition (Viena y Leipzig, 
1926); R. SABATINI, Torquemada and the Spanish Inquisition; a history (Houghton, 
1930; edición francesa, Paris, 1937) ; MARGUERITL JOUVE, Torquemada, grand Inquisi- 
teur d’Espagne (Paris, 1934; version española, Santiago de Chile, 1935); WILLIAM 
THomas WALSH, Personajes de la Inquisición (traducción por Isabel de Ambía, 
prólogo de Cayetano Alcázar, Madrid, 1948). : 


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PABLO ALVAREZ RUBIANO 


dominación de España en la Europa del siglo xvi, y el cliché convencio- 
nal perdura a lo largo de la centuria siguiente. 

En el siglo xvir los enciclopedistas la toman como bandera para 
denigrar nuestra Obra histórica, a cuya acción contribuyen, también, 
algunos españoles, como el clérigo afrancesado don Juan Antonio Llo- 
rente, que publica una historia de la Inquisición plagada de falseda- 
des (13), contra las que no supo reaccionar un hispanista de tan honda 
raigambre como el norteamericano Prescott. El mismo debate sobre la 
Inquisición en las Cortes de Cádiz dió pie para que continuase per- 
viviendo la tendenciosa contrafignra de la institución en el ambiente 
de romanticismo del siglo x1x. l 

No entra en nuestros propósitos abordar el examen crítico de la 
Inquisición española, uno de los temas que todavia màs apasiona en 
la Historia. Nos limitaremos a reproducir estas sensatas consideracio- 
nes del profesor Ballesteros Beretta: <...estimamos errónea la postura 
de los extremistas que combaten o ensalzan la Inquisición, ofuscados 
por ideologias contrapuestas de tipo religioso o político, y de tiempos 
muy posteriores a la actuación del Santo Oficio. Uno de los mayores 
dislates críticos es el juzgar los acontecimientos del pasado con un 
criterio de nuestros dias. Los Reyes hispanos cumplian un articulo 
esencial de su programa, que era el de conseguir, por todos los medios, 
la unidad religiosa. Necesidad sentida de modo apremiante en España, 
donde religiones diversas habian convivido con admirable tolerancia 
de siglos, impuesta por los hechos, pero que ya no podia continuar 
por el ansia de unidad y el deseo de fusión compartido por gober- 
nantes `y gobernados» (14). 


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Para lograr enteramente sus fines en orden a la politica religiosa, 
los Reyes Católicos habían comenzado por reivindicar, con aquella 
maravillosa energia que les caracterizaba, las prerrogativas de la 
corona en los nombramientos eclesiásticos, pues todos sus desvelos, 
todas sus medidas y disposiciones para moralizar las costumbres del 


O 


(13) JUAN ANTONIO LLORENTE, Historia crítica de la Inquisición de España 
(Barcelona, 1870-1880, dos vols.) ; Id., Anales secretos de la Inquisición española. 
Memoria histórica (Madrid, 1932). 

(14) BALLESTEROS, Fernando el Católico, el mejor Rey de España, pág. 61. 


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LA LECCION POLÍTICA DE LOS REYES CATOLICOS 


clero habrian sido prácticamente inútiles, si la provisión de bene- 
ficios y dignidades para las iglesias españolas se hubiera hecho en 
la Corte de Roma, sin intervención de los soberanos, máxime cuando 
ésta se apoyaba en derechos antiguos, tradicionalmente reconocidos. 

La entereza con que defienden los Reyes sus privilegios frente a 
las presiones de los Pontifices, llevados de su afán de que los obispa- 
dos recayesen en personas idóneas y españolas, que se consagraran 
a su elevado ministerio ( 15), llega a extremos que, historiadores como 
Prescott y Walsh, la subrayan como índice revelador de todo un 
carácter. 

Algunos hechos sirven de ejemplo y dibujan, además, la acusada 
personalidad de los monarcas, que no dudan enfrentarse con el poder 
temporal de los Papas. Se hallaban los Reyes en Medina del Campo 
a principios del año 1482, y procedieron desde allí, apoyándose en la, 
jurisprudencia canónica del Reino, a la provisión de obispados -va- 
cantes, haciendo la correspondiente suplicación a Roma para la con- 


(15) Copiamos del P. RETANA: «Era entonces corriente que los Obispos no 
residieran en sus diócesis, ni las conocieran siquiera de vista, contentándose con 
disfrutar las rentas, llamándoles por ello los pueblos ”cogedores de rentas”. Asi, 
el turbulento Cardenal Carvajal, Obispo de Sigiienza, no residió en España; en 
Coria se sucedieron cuatro obispos de mero título y renta, siendo el primero el 
célebre César Borja, hijo del Papa, que ni siquiera fué sacerdote, y murió alanceado, 
junto a Viana de Navarra; y el último, Busleyden, obispo de Besanzón, que no vino 
más que una vez a España, y fué tolerado por los Reyes por conservar la paz con 
Felipe el Hermoso, cuyo privado era dicho prelado; de Pamplona lo fué el Cardenal 
Palavicini, que nunca residió en ella; de León, el perverso Cardenal Alidosio, que 
fué fortuna nunca residiese; fué traidor al Papa, y murió asesinado, cosido a 
puñaladas por un sobrino de aquél; en Mallorca era tan corriente la no residencia 
de los prelados, que el cabildo solía poner en las actas: "sede quasi vacante”; en 
Orense, a la muerte de don Diego Fonseca en 1482, se suceden los obispos Antonio 
Palavicini Gentil, y Orlando de la Rovere, que residían en Roma, y así en otras 
diócesis y abadías. ; 

»Lo irracional y monstruoso de este abuso, que había de ser objeto de graves 
decretos en el Concilio de Trento, salta a la vista... Se vendían los cargos y nom- 
bramientos, se asesinaba a personajes y cardenales para cobrar sus rentas, se 
nombraba cardenal a Hipólito de Este a loş quince años de edad, y al hijo del 
Papa, sin ser clérigo; para molestar a los Monarcas, nombra el Papa obispo de 
Perpiñán a su deudo, Francisco Lóriz; de Valencia, a su sobrino Juan Borja, y de 
Coria, a Juan López, todos ellos indignos y residentes en Italia; y es más: por 
precio de 20.000 y más ducados cada uno, nombra nueve cardenales, entre ellos 
cinco españoles : Juan Castelar, Francisco Remolino, Francisco Sprats, Jacobo Casa- 
nova y Francisco Ilozis, todos ellos hombres de nada buena fama, aventureros 
huídos de sus tierras. Sólo cito algunos casos de los relacionados con España, pues 
las páginas de la historia eclesiástica de esta época son de todo punto lastimosas 
de leer.» (Ob. cit., tomo II, págs. 264-5). 


101 


PABLO ALVAREZ RUBIANO ` 


firmación del nombramiento. Pero el propio Sixto IV habia provisto, 
haciendo caso omiso del derecho de patronato de los monarcas, el obis- 
pado de Cuenca en un sobrino suyo, que era el cardenal de San Giorgio, 
mientras que el nombramiento real para dicha sede recaia en el obispo 
de Córdoba, Alonso de Burgos (16). 

Sin duda, sus débiles antecesores en el trono de Castilla, se hubie- 
ran avenido al hecho, pero el regalismo de Isabel y Fernando era de 
mas firme contextura y no consintieron en modo alguno esta provi- 
sión, haciendo saber al Pontifice que se sirviese proveer las iglesias 
de España en los naturales de estos reinos que ellos le proponian 
en el suplicamento y no de otro modo. El temple de los Reyes se 
manifestaba, pues, con un sentido rotundo, al oponerse a un nombra- 
miento del Pontifice, porque estaba hecho en contra de su voluntad y 
recaia en un extranjero. 

Y aunque Sixto IV replicó severamente que, como cabeza de la 
Iglesia, tenia plena facultad de proveer en todas las de la cristiandad, 
sin tener que consultar la voluntad de ningún principe, sino el bene- 
ficio de la iglesia, los Reyes Católicos continuaron manteniendo fir- 
mes su posición jurídica, fundamentándola en el derecho de sus 
progenitores, que con grandes trabajos y sacrificios habían rescatado 
las tierras que detentaban los moros, implantando en ellas la fe de 
Cristo; de donde nacía aquel derecho de patronato para la designa- 
ción de los cargos eclesiásticos en sus reinos y señoríos. 

Durante algún tiempo se mantienen ambas potestades en sus res- 
pectivos puntos de vista, y si grande era la firmeza del Papa en soste- 
ner su nombramiento a favor de su sobrino, no era menor la de los 
Reyes en llevar a la silla de Cuenca a su capellán Alonso de Burgos, 
para lo cual mandaron numerosas embajadas a Roma con el fin de 
convencer al Pontifice de su derecho. Sobrevino la crisis al no ser 
atendidas estas embajadas ni tenidas en cuenta sus alegaciones juri- 
dicas. Los Reyes, entonces, dieron orden a sus súbditos para que salie- 
ran de Roma, orden que fué cumplida por todos, y dieron a entender 


(16) El Cardenal de San Giorgio se llamaba Antonio Jacobo de Véneris y era 
ya Obispo de León; el propósito era que cobrase las rentas de ambos obispados 
desde Roma. Fray Alonso de Burgos, religioso dominico, capellán de la Reina, de 
ilustre linaje de conversos, es el célebre «fray Mortero» de las populares coplas 
que corrían entonces por la corte. 


102 


LA LECCION POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


al Soberano Pontífice su propósito de invitar a todos los principes 
cristianos, a un concilio general, donde se tratase de éste y otros asun- 
tos pertenecientes al gobierno de la Iglesia. 

La enérgica actitud de los monarcas españoles impresionó a Sixto IV, 
temeroso de un rompimiento, por. lo que despachó un enviado a Cas- 
tilla, el genovés Domingo Centurión, para que negociara un arreglo 
con los Reyes Católicos; pero éstos, al saberlo, se negaron a recibirle, 
enviándole a decir que puesto que el Santo Padre se conducía con ellos 
más ásperamente que con los demás principes cristianos, siendo los 
españoles los más obedientes acaso a la silla apostólica, podía aban- 
donar cuanto antes sus reinos, sin cuidar de proponer embajada algu- 
na, pues sabían no sería conforme a sus regias prerrogativas, que 
estaban dispuestos a sostener en derecho. 

La contundente admonición, dictada por las quejas que se tenian 
de la corte de Roma, al tratar inconsideradamente a sus embajadores, 
hizo mella en el ánimo del enviado pontificio, quien humildemente 
renunció a las inmunidades y privilegios que como tal tenia, some- 
tiéndose enteramėnte a los monarcas y a las leyes de España, pero 
confiando que le oyeran benignamente. l f 

La humilde respuesta y la mediación conciliatoria del Cardenal de 
España lograron que el embajador italiano fuese admitido a audien- 
cia. Una vez mas, los Reyes Católicos, inflexibles en la defensa de los 
derechos de -la Corona y del Reino, consiguen, gracias a su entereza, 
el triunfo de sus propósitos. Las negociaciones posteriores a este epi- 
sodio entraron ya por caminos de concordia con la Santa Sede, con 
el resultado de convenir en que los Reyes nombrarian, y el Papd, a 
suplicación suya, proveeria las dignidades de las principales iglesias 
españolas en personas naturales de estos reinos, dignas, idóneas, capa- 
ces y de conocida virtud. Revocó también el Pontifice el nombramiento 
del cardenal de San Giorgio para el obispado de Cuenca,. al cual tras- 
ladó la Reina a su confesor, fray Alonso de Burgos, con lo que termi- 
naba con el triunfo de las prerrogativas reales la contienda que habia 
promovido un antagonismo circunstancial, pero aspero y. peligroso, 
entre el Papado y la monarquia espanola (17). 


(17) PULGAR consagra a este episodio el capítulo CXXV de su Crónica (edición 
de Carriazo, tomo I, págs. 452-5); se halla referido también en las Quincuagenas 
de FERNÁNDEZ DE OVIEDO. 


103 


PABLO ÁLYAREZ RUBIANO 


A partir de entonces, Isabel y Fernando pueden elevar libremente 
a las sillas episcopales que vacaban a los varones mas aptos para la 
dirección de las iglesias y el servicio del culto, y, si es necesario, los 
buscan en el retiro de los claustros y les apremian para que acepten, 
aun en contra de su voluntad, las dignidades a que los consideraban 
acreedores por su virtud y por su sabiduria. 

Don Fernando, por su parte, siguió la misma linea regalista en los 
territorios aragoneses, defendiendo el derecho de patronato de la coro- 
na para la provisión de los cargos eclesiásticos, en contra de los deseos 
del Pontífice. Citaremos los incidentes a que dió lugar la vacante de 
la silla episcopal de Tarazona, como ejemplo de esta politica. 

Confirió el Papa dicha sede a un curial de la corte de Roma, An- 
drés Martinez, sin que mediara consentimiento por parte del Rey, 
quien destinaba dicho obispado al cardenal don Pedro Gonzalez de 
Mendoza. La acción del Pontífice sentó tan mal a don Fernando, que 
intimó al nombrado para que renunciase a aquella iglesia en manos de 
Su Santidad, bajo la amenaza de desnaturalizarle de todos sus reinos 
como castigo. : 

Por otra parte, mandó a decir al Papa, por medio de sus embajado- 
res, que era de inmemorial costumbre que las iglesias catedrales de 
Aragón se proveyesen a pedimento de los monarcas, empleando el 
mismo argumento que el esgrimido para defender análogo derecho en 
Castilla, al hacer hincapié en que las tierras de su reino habían sido 
ganadas a los infieles y esto le conferia la facultad, usada de antiguo, 
para la provisión de las dignidades eclesiasticas. 

Para la defensa de este criterio enviaron los Reyes Católicos, desde 
Caceres, al obispo de Tuy, don Diego de Muros; al abad de Sahagún, 
fray Rodrigo de la Calzada, y a don Juan Arias, canónigo de Sevilla, 
quienes negociaron en Roma, con arreglo a las instrueciones recibi- 
das (18), la permanencia de las prerrogativas regias en la provisión 
de obispados y dignidades de sus iglesias, a fin de que no recayesen 
en ningún caso en extranjeros, por ser contrario a las leyes y orde- 
nanzas de las antiguas Cortes, tanto de Aragón como de Castilla. 


(18) Zurrra, Anales de la Corona de Aragón, libro XX, capitulo XXXI, inserta 
la «Instrucción que dieron los Reyes Católicos al obispo de Tuy, y al abad de 
Sahagún, y al doctor Juan Arias, todos de su Consejo y sus embajadores en Roma, 
acerca de los negocios que habían de entender en aquella corte», copiadas del 
Archivo de Simancas. 


104 


LA LECCION POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


No debemos pensar, de lo expuesto, que el regalismo de los mo- 
narcas estuviese animado del menor deseo: de imponer el peso de su 
fuerza en aquello que era atribucién de la Iglesia, ya que su hondo 
y sincero catolicismo se lo impedian, sino mas bien era la consecuen- 
cia de aquel espiritu, proverbial en ellos, con que defendieron, en to- 
dos sus aspectos, los derechos de la Corona, hasta el punto de que 
siendo tan sincera su fidelidad a la potestad del Pontífice, el ardor que 
empleaban para salvaguardar las regias prerrogativas, como guarda- 
dores celosos de sus Estados, pudiera parecer en apariencia desacato 
a la autoridad espiritual o temporal del Papado (19). 


C) Política internacional 


La política internacional de los Reyes Católicos se define a la muer- 
te de Juan Il, en 1479, cuando Aragón y Castilla forman un conjunto 
unitario. | 

Los dos reinos habían tenido en el pasado una proyección: exterior 
hasta cierto punto antagónica. Mientras Castilla seguia, con una fide- 
lidad ininterrumpida, a partir de Enrique de Trastamara, la alianza 
con Francia, la dinastía de Aragón siente el peso de la presión france- 
sa en su frontera peninsular y en los caminos de su expansión medite- 
rránea. La nueva nacionalidad española, producto de la fusión de 
ambos reinos, adopta la concepción política aragonesa en sus relacio- 
nes internacionales, guiada primordialmente por el genio diplomático 
de don Fernando, que, forzosamente, había de tener la adhesión entu- 
siasta de una mujer tan clarividente como era la reina Isabel. 

Veamos ahora cuáles son los fundamentos y directrices que mueven 
a los monarcas en el tablado europeo de su época. 

Tradicionalmente, ha venido sosteniéndose por los historiadores 
la tendencia antifrancesa de la política exterior de los Reyes Católi- 
cos (20), centrando en ella el móvil primordial de todas las interven- 


(19) El P. RETANA, al narrar éstos y otros incidentes análogos, comenta : «A 
nadie se le oculta que, aunque la razón canónica estaba por el Papa, la razón prác- 
tica de los tiempos y la verdadera defensa de la moral cristiana estaban por los 
Reyes» (Ob. cit., II, pág. 274). 

(20) GRACIANO SELA, Política internacional de los Reyes Católicos (Madrid, 1903) ; 
Juan PÉREZ DE GUZMÁN Y GALLO, Dogmas de la política de Fernando V el Católico 


105 


PABLO ÁLVAREZ RUBIANO 


ciones españolas en la geografia de Europa de su tiempo. Evidente- 
mente, desde este punto de vista, si atendemos solamente a la realidad 
de los hechos, la politica internacional de esta etapa parece un nuevo 
capitulo, victorioso para España, de la secular contienda entre Aragón 
y Francia. Fernando renueva los laureles de su dinastia gloriosa, y 
su conquista de Nápoles supone la culminación de la expansión medi- 
terránea de los Condes de Barcelona, de Jaime I, de Pedro III, de 
‘Jaime II, de Pedro IV, de Alfonso el Magnánimo. 

La incorporación definitiva del Reino conquistado por Alfonso V, 
significa, pues, un jalón más de aquella orientación que, iniciada en 
las Baleares, consiguió para la Corona de Aragón la posesión de 
Sicilia, de Córcega, de Cerdeña, de las plazas del Norte de Africa, de 
los ducados de Atenas y Neopatria, avanzadas máximas en Oriente, 
convirtiendo el Mediterráneo, viejo mar de la civilización del Lacio, en 
un lago aragonés. El esfuerzo conjunto del Gran Capitán en el orden 
militar, y de Fernando en el político y diplomático, fué la causa deter- 
minante de la victoria española en las guerras de Italia contra los 
franceses. 

El Rey Católico, heredero de la vieja pugna medieval, conseguía, 
una vez más, para Aragón, el triunfo sobre sus rivales y antagonistas, 
y, para precaver en el futuro todo rebrote de la contienda, se dedica 
con afán a forjar un círculo de hierro en torno a Francia, concertando 
alianzas matrimoniales con los naturales enemigos de la monarquía 
vecina, logrando, en fin, su cerco diplomático. «Golpe maestro», «juga- 
.da definitiva en el tablero de la Historia» (21). 

Y, sin embargo, hay algo más hondo en el pensamiento de Fernan- 
do. Una política internacional basada solamente en el odio a una 
nación, no puede ser fecunda, no responde tampoco a la idiosincrasia 
ecuménica de España. Un móvil de mayor trascendencia fué, a no du- 
dar, la clave de la política del Imperio, la razón de ser de nuestra 
escuela de diplomacia, cuyo fundador fué el Rey de Aragón. 


(Madrid, 1906. Discurso de entrada en la Real Academia de la Historia), y casi 
todas las obras generales. 
(21) BALLESTEROS, Fernando el Católico, el mejor Rey de España, pág. 60. 


106 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


El alcance y fundamentos de la politica internacional de los Reyes 
Católicos constituye el contenido de este capitulo. En la lucha contra el 
poder de los árabes en la Peninsula, Castilla habia soportado su peso 
y su amenaza hasta el último instante. Aun cuando hacia la segunda 

. mitad del siglo xv, los musulmanes españoles se hallaban debilitados 
y en relación de inferioridad con las fuerzas cristianas, el peligro de 
una ayuda exterior procedente de los bereberes de la otra orilla del 
Mediterráneo no desaparece sino con la rendición de Boabdil al ejér- 
cito de los Reyes Católicos. Era, pues, natural, que, consumada la 
Reconquista, Castilla mirase a Africa en la orientación de su 
poderío hacia fuera; del mismo modo que los intereses tradicionales 
de Aragón en la Italia dividida de la época habían de condicionar 
forzosamente la política internacional de Fernando. 

Pero en la política italiana intervenía también otra gran potencia: 
Francia. Los Reyes Católicos tuvieron que actuar repetidas veces con- 
tra ella, cuando sus intereses se contraponian, y este antagonismo es- 
tratégico y político es el que ha dado pie para calificar la política ex- 
terior de don Fernando con el marchamo de un antifrancesismo a 
ultranza. 

Las nuevas corrientes historiográficas, en las que destaca la razona- 
da y serena aportación de Doussinague (23), demuestran que no es 
esto cierto de un modo absoluto. Puede decirse que el rey aragonés bus- 
ca, en todo momento, la paz con Francia, siguiendo quizá el dogma polí- 
tico de que es necesario conservar la armonía que imponen los intere- 
ses de la vecindad. 


(22) José M. DOUSSINAGUE, La politica internacional de los Reyes Católicos 
Madrid, 1944, págs. 8 y sigtes.). 
(23) Ob. cit. 


107 ` 


PABLO ÁLVAREZ RUBIANO 


Aragón estaba ligado al rey de los franceses por el pacto de Barce- 
lona, que contenía, incluso, clàusulas vejatorias, por las que pasaron 
los Reyes Católicos ante el deseo de obtener pronto la devolución de 
los Condados de Rosellón y la Cerdaña, que detentaban todavia los 
franceses de resultas de las guerras civiles de Cataluña contra Juan II. 
Pues bien; a pesar de la afrenta que suponia la vigencia de este trata- 
do, es probable que Fernando el Católico no lo hubiese roto de no 
consumarse la amenaza de Carlos VIII contra el reino de Nápoles. 

Sus intereses en el Mediterráneo y en Italia son los que le hacen 
ponerse en el camino de la expansión francesa de la Casa de Anjou. 
Y envía a Italia a sus fuerzas más aguerridas, al mando de Gonzalo 
Fernandez de Córdoba, que adquiriría pronto inmortales laureles. 

_Los franceses ocupan el reino de Nápoles, pero la réplica del Gran 
Capitan, es fulminante, obligando a retirarse plaza tras plaza a las 
fuerzas invasoras, que capitulan en Atela. 

La otra contienda armada en tierras de Italia ocurre años más 
tarde, reinando ya en Francia Luis XII, cuyas fuerzas se habían apode-' 
rado de Milán, sin que el Rey Católico, a pesar del evidente peligro 
que entrañaba este hecho, moviese su poderoso ejército coritra los 
franceses. Prefirió, en cambio, encauzar sus esfuerzos hacia donde 
apuntaba toda la política exterior, hacia el camino de Oriente, en la 
encrucijada de las dos grandes civilizaciones que se disputaban el 
predominio universal. Y en el servicio de esta política, Gonzalo de Cór- 
doba toma Cefalonia a los turcos (24) y ahuyenta sus escuadras del 
Mediterráneo. Sólo cuando Luis XII, dueño de Milán, reincide en las 
pretensiones de su antecesor sobre Nápoles, encuentra otra vez enfren- 
te a Fernando, quien transige en el reparto de este reino para evitar la 
guerra con una potencia cristiana. 

Por mucho tiempo se ha venido censurando al Rey Católico el 
arreglo de Nápoles y cargándoselo a la cuenta de esa política tortuosa 
y artera que se le adjudica con harta injusticia, como ha demostrado a 
la luz de los documentos de la época el historiador y diplomático Dous- 
sinague; pero, en realidad, el Rey Católico llega a este convenio, que 
representa para él un gran sacrificio, tratando de eliminar toda posi- 


(24) JULIO FUENTES, Gonzalo de Córdova en Cefalonia («La Lectura», Madrid, 
19o9, págs. 39-50). 


108 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


bilidad de choque con Francia, pues no le movia el apetito de dicho 
territorio, sobre el que siempre creyó que tenía un legítimo derecho, 
por pertenecer a la corona de Aragón, de cuyo trono se había desga- 
jado por la segregación testamentaria realizada por Alfonso el Magná- 
nimo en favor de su hijo bastardo. 

Sin embargo, la segunda guerra por Nápoles llega inevitablemente 
a causa de la intransigencia de los franceses y nuevamente triunfa 
sobre ellos el genio militar de Gonzalo de Córdoba, en la batalla de Ce- 
riñola (25). La derrota italiana solivianta a Luis XII, que, para contra- 
rrestar sus efectos, penetra en la Cerdaña, pero Fernando rechaza a los 
franceses hasta la frontera. 

En lo que se ha llamado política antifrancesa: se observa claramente 
la prudencia del Rey Católico, quien sólo recurre a las armas en última 
instancia, cuando el enemigo ataca los puntos sensibles de las posi- 
ciones aragonesas. 

Conviene destacar cómo en todo momento se le ve fiel a una con- 
ducta de armonía con los reinos cristianos, cuya potencia no quiere 
debilitar, según se ha visto con Francia y como ocurre también con 
la guerra que sostiene contra la República de Venecia, en la que se 
limita a desalojar los puertos invadidos de Nápoles, pero sin destruir 
‘el poderío veneciano que, sobre el mar, es una garantia contra el 
Turco. 

Y es que Fernando presiente el inmenso peligro de la Media Luna, 
antes que ningún otro estadista de su tiempo; de un lado, por razones 
_de tradición, pues no en balde es heredero de Alfonso V el Magnáni- 
mo, que había ensanchado los intereses mediterráneos de la Corona 
de Aragón; como una aventura más de su vida, por.las rutas de Italia, 
al propio tiempo que hace ver, con su ejemplo, al orbe cristiano, 
la tremenda amenaza que significa para su seguridad la ocupación de 
Constantinopla por los turcos; de otra parte, porque el Rey Católico 
llevaba dentro de sí una concepción política internacional de geniales 
alcances, que estaba por encima de la visión diplomática de los poli- 
ticos de su época. 

Pacificado el reino, después de la guerra de sucesión a la corona de 


(25) Junio FUENTES, Ceriñola, abril 1503. Capítulo de un libro inédito (Madrid, 
1912). 


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PABLO ALVAREZ RUBIANO 


_ Castilla; terminada gloriosamente la Reconquista; realizada la unidad 
nacional, los Reyes Católicos comprenden que es necesario proseguir 
la lucha contra los infieles al otro lado del estrecho, en el Norte de 
Africa. . 

Los acontecimientos y guerras de Italia impiden realizar estos pro- 
pósitos de un modo inmediato. Pero en cuanto las guerras con la 
casa de Francia o con los Principes italianos dejan sus manos libres, 
reemprenden su estrategia contra los musulmanes vecinos. En 1497 se 
conquista Melilla, y Cefalonia tres años mas tarde. 

Pero las lineas principales de su plan las trazaria Fernando el Ca- 
tólico después de la muerte de Isabel, llenando una etapa histórica que 
marca, después de la perturbadora intervención de Felipe I, el predo- 
minio, en las armas y en la diplomacia, de la nación española. 

Como avanzada para el remate de su gran objetivo, que no es Fran- 
cia, sino el abatimiento del poder otomano, Fernando el Católico ha 
ido conquistando los puntos estratégicos que le dan el dominio del 
Norte de Africa: Peñón de Vélez de la Gomera, Cazaza, Melilla, Ma- 
zalquivir, Orán, Mostaganen, Mazagrán, Tenes, Argel Tedeles, Bujía, 
Gigel y Tripoli. 

Con estas plazas y las posesiones en Italia puede decirse que el 
Mediterráneo occidental era enteramente un mar hispánico, y cons- 
tituía el primer eslabón de la cadena estratégica que el gran estadista 
tiende para la culminación de su guerra contra el infiel, siguiendo las 
huellas esbozadas por su tio el Magnánimo (26), que negoció incluso 
con el soberano de Morea para un ataque contra los turcos. 

Los dos monarcas de la Corona de Aragón habían intuido genial- 
mente el peligro, anticipándose al resto del orbe cristiano, que, enerva- 
do por la maravillosa floración estética del Renacimiento, no reacciona 
hasta que el Gran Turco toma Constantinopla y los territorios balcá- 
nicos adyacentes, y amenaza con sus escuadras todas las rutas me- 
diterráneas. 

La paz entre los países cristianos era preciosa para Fernando, pues 
solamente con la unión y la armonía de ellos podría levantarse una 
fuerza eficaz para destruir la potencia turca. «Yo deseo la paz de la 


(26) FRANCESCO CERONE, La politica orientale di Alfonso di Aragona (Nápoles, 
1903) ; Joaquin Mirer Y Sans, La política oriental de Alfonso V de Aragón. Expo- 
sición del libro de F. Cerone (Barcelona, 1904). 


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LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


cristiandad —decia el rey aragonés a su embajador en Roma— con 
seguridad de los Estados assi por el reposo y benefficio della como 
por que con la dicha paz yo podré mas libremente y con mas fauor, 
proseguir la guerra de los infieles que es mi mayor desseo...» 

Con estas palabras Fernando el Católico definia su pensamiento en 
orden a la politica europea de su tiempo, que forzosamente habia de 
seguir el rumbo por él anticipado, ante las oleadas arrolladoras y-anti- . 
cristianas que vendrían de Oriente. 

Si con entera justicia el norteamericano Walsh ha llamado a la 
Reina Católica «el último Cruzado de Occidente», ¿cómo negar a su 
esposo, que se aprestaba, con grandes preparativos, a pasar en perso- 
. na a Africa, en 1511, con propósitos de conquistar los reinos de Túnez, 
Tremecén y Bujía, análogos timbres de gloria? Su actitud concuerda, 
evidentemente, con la que habrá de ser consustancial con la España 
del siglo xvi, y su política es el obligado antecedente de las de Car- 
los V y Felipe II, que no hicieron más que desarrollar —y, ciertamen- 
te, con menor fortuna— el ideario del Rey Católico. 


D) América y la política colonizadora 


El portentoso descubrimiento de América, que es un acontecimiento 
cumbre, de singulares esencias en la historia de la humanidad, se rea- 
liza por providencial designio bajo el patrocinio de los Reyes Católicos, 
en el mismo año en que éstos dan remate feliz a la Reconquista, con 
la rendición del reducto moro de Granada. 

La gesta colombina, que se fragua en sus inicios merced a la in- 
tuición genial de Isabel, quien acoge con maternal presentimiento del 
orto geográfico las desconcertantes ideas del visionario genovés y les 
da sustancia hispánica, introduce en el orbe cristiano un rumbo de 
impresionante grandeza. El mar tenebroso e incognoscible abre por 
primera vez a la civilización el secreto de un continente lleno de ma- 
ravillosas reservas, cuyo conocimiento promoverá un cambio radical 

en la marcha del mundo. 
| El grito enfebrecido que Rodrigo de Triana lanzara desde la proa 
de su carabela, al vislumbrar aquella tierra- desconocida, tendría in- 
mediatamente resonancias extraordinarias en todos los pueblos de 


111 


PABLO ALVAREZ RUBIANO 


Europa. Habria que remontarse milenio y medio en la Historia para 
encontrar, con la venida del Mesias, un suceso histórico de mas tras- 
cendental entidad, como expresaba el cronista López de Gómara (27). 

Los propios descubridores, desde los héroes anónimos hasta Colón, 
no acertaron a imaginar toda la trascendencia del hallazgo a mitad 
del camino emprendido hacia las Indias orientales. Pero a medida que 


las nuevas expediciones iban reconociendo los contornos inmensos, la 


visión de un continente nuevo, con inexploradas riquezas y posibili- 
dades, agigantaba el heroismo de los navegantes y.conquistadores espa- 
ñoles. 


sobrehumana tarea todas las fuerzas de que disponen (28). 


A fines del siglo xv el reino se hallaba despoblado por las guerras 
continuas. La conquista y colonización hubo de hacerse, pues, con tan 
escasos efectivos humanos, que produce verdadero asombro imaginar 
hoy su marcha a través de una naturaleza selvatica, luchando contra 
los indigenas y contra los peligros de la propia fecundidad de las 
tierras. Y no es menos asombrosa la consolidación de los vastos 
dominios, que van incorporando a la corona de España, en campañas 
prodigiosas, los grandes adalides de la conquista. La increible gesta 
de Hernan Cortés, de perfiles épicos, venciendo con escasos medios, 
con hombres agotados por la fatiga, a los que sostenia sólo el temple 
maravilloso de la raza, al poderoso imperio de Moctezuma; Ja audaz 


. y fructifera incursión hacia el sur de las escasas tropas de Pizarro y 


(27) FRANCISCO LÓPEZ DE GÓMARA, Hispania Victrix. Primera y segunda parte 
de la «Historia General de las Indias...» (Biblioteca de Autores Españoles, t. XXII, 
pág. 156). 

(28) En toda la empresa del descubrimiento late arrolladora la idea religiosa. 
«El sentido religioso jamás se nubló ni estuvo ausente de nuestros soberanos al 
planear y ejecutar la expedición atlántica», afirma CERECEDA (Semblanza espiritual, 
pág. 252) y lo confirma con el siguiente texto de FERNÁNDEZ DE OVIEDO : «Ni es de 
maravillar si tan católicos rey e reina, movidos a buscar ánimas que se salvasen 
más que tesoros y nuevos Estados para que con mayor ocupación y cuidado reina- 
sen, acordaron de favorescer esta empresa y descubrimiento... Estas y otras muchas 
venturas cupieron en aquellos buenos reyes nuestros, por ser tan verdaderos siervos 
de Jesucristo y deseosos del acrescentamiento de la sagrada religión suya.» («His- 
toria general y natural de las Indias», I, pág. 19.) 


112 


LA LECCION POLÍTICA DE LOS REYES CATOLICOS 


Almagro; la pericia de los grandes navegantes, explorando paso a 
paso las dilatadas costas americanas. 

Los Reyes Católicos sientan las bases para una: colonización gra- 
dual, orgánica, tanto en su estructura material como en las necesida- 
des de la religión o del espiritu. 


La obra colonizadora ofrece, en su conjunto, una solidez pétrea 
impresionante, a pesar de que a veces fallase en algunos de sus aspec- 
tos. Era, desde luego, inevitable que tentase a los aventureros, a los 
hidalgos de pan llevar, extremeños y castellanos, la deslumbradora 
imagen de las Indias doradas. 

El fracaso económico de las primeras expediciones, al no encon- 
trar tan a mano la riqueza presentida, provocaría algunas violencias 
sobre los indios, para que el trabajo de éstos les compensara de las 
fatigas y riesgos inherentes a su condición de soldados. Pero en cuan- 
to los misioneros hicieron saber a Isabel las extralimitaciones que se 
cometian con los indios, surge con ímpetu irreprimible del corazón 
de la soberana el amor hacia los que considera como nuevos súbdi- 
tos, reprobando airadamente todo brote esclavista del colonismo. Y en 
esta posición netamente cristiana de la Reina, henchida de una au- 
gusta maternidad histórica (30), se funda el contenido social, de insu- 


(29) En un principio era el arcediano de Sevilla, don Juan Rodriguez de Fon- 
seca, más tarde obispo sucesivamente de Badajoz, Burgos y Palencia, el auxiliar 
de los Reyes en todas las materias concernientes a los descubrimientos, conquista 
v colonización de los nuevos territorios. Ya en 1510 actuaba el «Consejo Real y 
Junta de guerra de Indias», presidido desde 1512 por el obispo Fonseca. La insti- 
tución, sin embargo, no habría de cobrar vida propia hasta el reinado del Em- 
perador. I 

(30) Vid. SILI1Ó, Isabel la Católica (cap. XXVIII, «Espíritu y materia», pági- 
nas 329-339); CARLOS PEREYRA, Las huellas de los conquistadores (Madrid, 1942) ; 
CONSTANTINO Bayle, España en Indias (Madrid, 1942); FRANCISCO GÓMEZ DE MBR- 
CADO Y DE MIGUEL, Isabel I, Reina de España y madre de América. El espiritu y 
la obra de la Reina Católica en su testamento y codicilo (Granada, 1943). 


113 


PABLO ALVAREZ RUBIANO 


perables virtudes juridicas, que poseen en su esencia las Leyes de 
Indias. 

La continua presencia de la Reina Católica en el descubrimiento 
de América, realizado a expensas de la Corona de Castilla, y en los 
primeros años de su colonización, no excluye, por ello, la de su esposo, 
cuya participación, aunque no sea tan visible, esta por descontada a 
la luz de la critica histórica. La inquieta y reflexiva personalidad de 
don Fernando no podia estar ausente de un suceso de tal magnitud, 
y si intervienen, segtin es bien sabido, sus secretarios aragoneses, faci- 
litando la empresa y la elaboración de las capitulaciones de Santa Fe, 
que dieron forma juridica a la aventura colombina salvaguardando 
los derechos de Colón y de España, no puede dudarse de que detrás 
de sus servidores mas directos, se hallaba la influencia manifiesta del 
monarca aragonés. 

La misma proyección histórica posterior a la muerte de Isabel, 
salvado el peligroso paréntesis que abre en el rumbo de nuestra His- 
toria la intervención en los asuntos de Castilla de Felipe el Hermoso, 
revela claramente la experta mano, los claros talentos de don Fernan- 
do, que, sin la incomparable colaboración de su primera esposa, pro- 
sigue la obra colonizadora de América, sin que ésta se resienta en su 
finalidad material, ni en su aliento evangelizador, porque permanece 
fiel al espiritu solidario de la diarquia, que hizo posible la prodigiosa 
gesta. 

Precisamente, es bajo.su segunda regencia, porque se habia supe- 
rado la etapa desorientadora de los primeros descubrimientos, con sus 
poderosas, pero anárquicas individualidades, cuando se organiza una 
expedición de amplios y serenos objetivos colonizadores, la que ha- 
bía de mandar el austero y rígido castellano Pedrarias Dávila (31). 

Con tal motivo surgió, por obra de Fernando el Católico, la crea- 
ción de un régimen colonial genuinamente español: era, en rigor, la 
primera que oficialmente organizaba España, y el Rey Católico podía 
moverse desembarazadamente en ‘aquel terreno, sin traba alguna que 


(31) PABLO ALVAREZ RUBIANO, Pedrarias Dávila. Contribución al estudio de la 
figura del Gram Justador”, Gobernador de Castilla del Oro y Nicaragua (Ma- 
drid, 1944); MANUEL SERRANO Y SANZ, Preliminares del Gobierno de Pedrarias Dá- 
vila en Castilla del Oro («Orígenes de la dominación española en América. Estudios 
históricos», Nueva Biblioteca de Autores Españoles, tomo XXV). 


' 114 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATOLICOS 


viniera a interpolarse entre el pensamiento de la metrópoli y las pre- 
rrogativas que la Corona concediera al descubridor y sus descendien- 
tes. Por ello don Fernando, renacida por otra parte la esperanza en la 
obra del descubrimiento, acomete con juvenil entusiasmo la organiza- 
ción de la gran empresa dirigida a aquellas tierras. 

En ella se encuentra la base de las conqúistas posteriores, partien- 
do de Tierra Firme, que por sus prometedoras riquezas fué designada 
por el propio Rey con el nombre de Castilla del Oro. Se establecia el 
orden juridico en la vasta colonia; se reguló el trabajo de los indios y 
el derecho de los colonos; se daba, en fin, a la gobernación una ade- 
cuada jerarquización de poderes, imagen del gobierno de Castilla. 

Si en adelante los colonizadores se extralimitan en las funciones 
que les corresponden, no por eso disminuye el valor del ordenamiento 
estatuído por el Rey Católico. Los yerros humanos de los que habrían 
de aplicar las disposiciones acordadas, no pueden imputarse a la cuen- 
ta del genial estadista, que sigue en la política de Ultramar la linea 
espiritual mas elevada, cuyo punto inicial rubricaron las dos figuras 
a las que España debe su unidad espiritual y su grandeza histórica. 

En la obra de los Reyes Católicos, de tan fecundas realizaciones 
en el orden interno y en el campo de la política europea, América cons- 
tituye la última y la mas genial de las cumbres alcanzadas a lo largo 
de cuarenta años de reinado. La muerte de Isabel, primero, y doce 
años màs tarde, la del Rey, no rompe la continuidad histórica de su 
obra. El cardenal Cisneros la prosigue en toda su pureza, como lo de- 
muestra, en torno al ‘antagonismo suscitado entre los que ensalzan o 
menosprecian el trabajo de los indigenas, el intento, con miras evan- 
gélicas, de establecer en Indias el gobierno de los Padres Jerónimos. 


E) Política económica 


Unas veces por propia iniciativa, con aquel laudable empeño que 
les caracteriza en la vigilancia de todos los aspectos de la vida del 
reino, o forzados por circunstancias económicas desfavorables, los 
Reyes Católicos intervienen también en el desarrollo de la rudimenta- 
ria economia medieval, con una política ordenadora que trata de evitar 


115 


PABLO ALVAREZ RUBIANO 


o paliar las dificultades por que atraviesa, en algunos años críticos, 
la inmensa mayoría de la población (32). 

Según testimonios de los extranjeros que la visitan a fines del 
siglo xv, Castilla se nos muestra como una región poco poblada y de 
escasos medios de vida. Los Reyes Católicos intentaron aumentar su 
riqueza, pero tropezaron con obstáculos casi insuperables. De un lado, 
la dificultad de legislar sobre cuestiones económicas en una época en 
que no podía calibrarse con exactitud sus efectos, ya que la Economía, 
como ciencia política, sólo adquiere virtualidad en nuestros días. De 
otro, los reveses y catástrofes de orden natural acaecidos bajo su man- 
dato, acentuaron las dificultades. 

Sucesos como la peste de 1480, las inundaciones de 1485, la pérdida, 
casi total, de la cosecha en Andalucía en 1489, los terremotos en el 
sur de España en 1504, las sequías y malas cosechas que registra el 
Cura de los Palacios, influyeron desfavorablemente en el ordenamiento 
de la política económica de los monarcas. ; 

El cuadro desolador que nos describe Bernàldez es indice de las 
dificultades que tuvieron que vencerse para apuntalar la economia 
del reino. «Despoblábanse muchos lugares: andaban los padres e ma- 
dres con los hijos a cuestas, muertos de hambre, por los caminos, e 
de lugar en lugar, demandando por Dios, y muchas personas murie- 
ron de hambre, y eran tantos los que pedian por Dios, que acaecia 
llegar cada día a una puerta veinte o treinta personas, de donde que- 
daron infinitos hombres en pobreza, vendido todo cuanto tenían para 
comer» (33). : 


(32) Demostraban los Reyes con esta atención por los asuntos referentes a 
la vida económica del país, que tenían conciencia del verdadero problema nacional. 
El profesor DON EDUARDO IBARRA ha publicado muy curiosas y atrayentes inves- 
tigaciones acerca del desarrollo de la economia en esta época: Noticia de los tra- 
bajos realizados en la cátedra Ge Historia de la Economia social en Espana durante 
el curso 191 t 


(Madrid, 1917); El problema de las 
subsistencias en España al comenzar la Edad Moderna. La carne («Nuestro tiempo», 
Madrid, 1926); Il problema cerealicolo sotto i Re Cattolici, 1475-1516, Il calmiere 
del grano nel 1502 («Rivista Internazionale di Scienze Sociali e Dicipline Ausiliari», 
Roma, 1936); El problema cerealista en España durante el reinado de los Reyes 
Católicos (1475-1516) («Anales de Economía», Madrid, 1941 y 1942). 

(33) ANDRÉS BERNÁLDEZ, Historia de los Reyes Católicos Don Fernando y Doña 
Isabel (Biblioteca de Autores Españoles, tomo LXX, Madrid, 1878). En términos 
análogos se expresa ALONSO DE SANTA CRUZ, Crónica de los Reyes Católicos (edición 
de Carriazo, Sevilla, 1951), con particular referencia al año 1507. 


116 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


Era absolutamente indispensable una politica proteccionista, para 
salvaguardar la misma existencia física de sus súbditos. La falta de 


brazos para el laboreo de las tierras origina un déficit en la produc- 
ción del trigo, que obliga a fomentar la importación de este cereal, 
para satisfacer las necesidades de la población, mientras que, por otra 
parte, se prohibe la entrada de vinos, aceites y frutas, para revalori- 
zar el mercado de estos productos en Andalucia, Castilla y Levante. 

La atención de los Reyes es constante,. pues las fluctuaciones que 
ocasionaba la carestia de articulos esenciales de consumo, y, a veces, 
aunque con menor frecuencia, su abundancia, requeria la interven- 
ción urgente y decidida del poder del Estado. 

Cuando se piensa que la obra pacificadora del reino, la guerra de 
sucesión, la dura y costosa empresa de la Reconquista, las campañas 
de Italia y del Norte de Africa y el descubrimiento y colonización de 
Indias, se realizan teniendo que luchar, paralelamente, con una depre- 
sión económica, que viene dada tanto por la pobreza del suelo como 
por la acumulación, en un breve lapso de tiempo, de condiciones na- 
turales adversas, de calamidades sin cuento, la personalidad de los 
Reyes se agiganta, aun cuando sus medidas en la órbita económica 
no tuviesen la eficacia que en otras esferas de su gobierno. Pero aun 
asi, su politica económica revela al estadista de talento. 

Algunos ejemplos lo demuestran sobradamente. Ante la escasez de 
trigo no cabia otra solución que importarlo, para evitar el hambre del 
pueblo, y ante la especulación de los precios imponen el régimen de 
tasas (34). Es exactamente lo que han hecho los Estados modernos en 
la última guerra, y si en nuestros dias, con todo su aparato coactivo 
y las garantías técnicas de toda indole, el sistema no ha sido del todo 
eficaz, mal lo podria ser en la etapa histórica de los Reyes Católicos. 

Por los errores económicos propios de la época, en general, se nota 
un marcado menosprecio de la agricultura, pero aun asi procuraron 
diligentemente fomentar el cultivo y ayudaron a la clase labradora en 
la medida compatible con la superior importancia que concedian a 
la ganaderia y las manufacturas. Existía, con todo, abundancia de 
campos incultos en Castilla (35) y una insuficiencia de la producción 


(34) La tasa de los granos, impuesta en 1491, fué suprimida en 1504. 
(35) 


117 


PABLO ÁLVAREZ RUBIANO 


en los principales mantenimientos, si bien algunos productos, tales 
como el vino, el aceite y las frutas, en determinadas regiones, eran 
abundantes, lo que permitia su exportación. 

Pero en donde los monarcas llevaron a cabo una notable labor fué, 
en este orden, en la ordenación ganadera, que constituia la base de la 
riqueza de Castilla, para lo cnal vitalizan el Concejo de la Mesta, que 
tradicionalmente regulaba todas las cuestiones referentes a este factor, 
esencial en la economiía del pais. 


F) Politica social 


El ordenamiento del trabajo, la protección al esfuerzo fisico del 
hombre en la producción industrial o agricola, la retribución justa y 
proporcionada, las garantias para la salvaguarda de la salud, son aspec- 
tos varios del llamado Derecho Social, que se aplicó, con mayor o me- 
nor virtualidad, en la época y bajo la directa inspiración de los Reyes 
Católicos. 

El intervencionismo real, proteccionista y humanitario, contiene 
en si la estructura y la esencia de lo que hoy constituye una. de las 
principales bases jurídicas de los pueblos modernos: la legislación 


laboral. 


(36) Entre las principales producciones sobre los gremios, citaremos: J. 
FERNÁNDEZ DE LA SOMERA, Lo que fueron nuestros Gremios en la España Imperial 
(«Razón y Fe», 1940, págs. 248-258) ; J. L. Díez y GUTIÉRREZ O'NEIL, Los gremios 
de la España Imperial (Madrid, 1941); MARQUÉS DE LozoYa, Los gremios españoles 
(Madrid, 1944). Sobre previsión social, las del profesor ANTONIO RUMEU DE ARMAS, 
Los seguros sociales en nuestro pasado histórico (Madrid, 1943) e Historia de la 


118 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


En las Ordenanzas Reales de Castilla, los monarcas habían hecho 
constar como principio juridico, el que <la justicia ayunta en igualdad 
de derechos a los Soberanos con los bajos», es decir, la igualdad ante 
la ley, que es una conquista sólo alcanzada en los tiempos modernos. 

Por fuerza ha de convenirse que cuando reyes absolutos sientan 
una norma de derecho de tal trascendencia, es porque tenian una con- 
ciencia jurídica depurada, un ideal de justicia que explica la crea- 
ción de ese incipiente derecho social, que es honor de nuestra patria. 


y la preservación de la salud del trabajador. Baste citar como ejemplo 


práctico de esta última prescripción, que en las leyes de Indias se pro- 
hiben las pesquerías de perlas, -porque resultaba peligroso para la vida 
de los indígenas; o también el gesto de Solórzano Pereira, que siendo 
gobernador y visitador de las minas de azogue de Huancavelica, prohi- 
bió en ellas el trabajo nocturno de los indios. 

Pero aparte de la política social de los Reyes en las Indias, de la que 
es pieza principal los principios ordenadores que, como un monumento 
imperecedero, figuran en el testamento y codicilo de Isabel para la pro- 
tección y defensa del derecho de los indios (37), el ordenamiento de tra- 
bajo tiene en la metrópoli una copiosa legislación. Las pragmáticas 
para la elaboración y venta de los paños; la de 1494 sobre los borda- 
dores de telas; la de 1496, para los armeros de Oviedo; la de 1499 para 
los zapateros; las ordenanzas de 1491, 1499 y 1515, que regulan los 
roperos de Córdoba, y las que se dictaron para los oficios de fundido- 
res, Chapineros, sastres y jaboneros, y, sobre todo, el ordenamiento 


previsión social en España. Cofradías, Gremios, Hermandades, Monteptos (Madrid, 
1944). Acerca del aspecto histórico del Derecho social: Apuntes para uma teoría 
de las fuentes del Derecho del Trabajo español (Madrid, 1941), de E. PkREZ BOTIJA ; 
Apuntes para la Historia del Trabajo en España (Madrid, 1950 y sigtes.), de LBÓN 
Martin-GRANizo ; CARMELO VIÑAS MEV, España y los orígenes de la política social, 
y Estudios de Historia Social de España (Madrid, 1949). 

(37) FRANCISCO GÓMEZ DE MERCADO Y DE MIGUEL, Isabel I, Reina de España 
y madre de América. El espiritu y la obra de la Reina Católica en su testamento 
y codicilo (Granada, 1943). 


119 


PABLO ALVAREZ RUBIANO 


general de 1511, son muestras de la actividad social desplegada durante 
el largo reinado (38). . 

A la hora de las compensaciones, que eliminaron en lo posible, 
dentro de la estructura social de la época, los antiguos abusos feuda- 
les, la legislación favoreciendo a los plebeyos fué considerable. Por 
una pragmática, que lleva fecha de 28 de octubre de 1480, se concedió, 
sin excepción, a los solariegos de Castilla, la facultad de trasladarse 
de residencia, con sus bienes, ganados y frutos. 

Por su parte, la sentencia arbitral de Guadalupe, de 21 de abril de 
1486, hizo posible la emancipación de los payeses de remensa de Ca- 
taluña (39), alcanzando así los labradores catalanes la liberación per- 
sonal, que no lograron las grandes masas rurales de otros estados de 
Europa hasta fines del siglo xvin o principios del xIx. 

Estas y otras disposiciones similares, aunque de menor importan- 
cia, prueban el interés de la Reina por conseguir la supresión de todo 
cuanto significase abuso, que provenia de un derecho excesivo por 
parte de la nobleza, para liberar a los plebeyos, a los desheredados y 
a los humildes, de toda opresión inhumana. 


G) Política cultural y artística 


En un reinado tan excepcional y fecundo como el de los Reyes 
Católicos (40), en el que todas las empresas estaban animadas por 
móviles espirituales, el desarrollo y el esplendor de la. cultura tenía 
que alcanzar elevadas cumbres. La vinculación de Aragón a la polí- 
tica italiana había de traer, por lógicos contactos, la influencia rena- 
centista, pero aun asi España ofrece aspectos singulares en la asimila- 
ción de los ideales del Renacimiento, por su tendencia a seguir la 


8 


(39) ELIAS SERRA RAFOLS, Fernando el Católico y los payeses de remensa, La 
solución del pleito agrario en Cataluña (Tesis doctoral, Lérida, 1925) ; JAIME VICENS 
Vives, La política de Ferran II durant la guerra remenga («Estudis Universitaris 
Catalans», Barcelona, 1933, págs. 251-272); ídem, Historia de los remensas en el 
siglo xv (Barcelona, 1945). 

(40) Los autores suelen personificar este movimiento en la Reina, pues aun 
cuando Fernando había recibido también esmerada educación clásica, por obra del 
latinista Francisco Vidal de Noya, traductor de Salustio, no cuidó tanto como su 
esposa el cuidado y desarrollo de esta corriente. 


120 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


tradición medieval teológica, por su fidelidad al sentido trascenden- 
tal del humano espíritu, en contraste con la euforia que se desata en 
otras áreas europeas, que buscan ahincadamente en las formas externas 
de la cultura grecorromana, en la aspiración hacia el predominio de 
lo bello, la meta ideal de su vida. 

Sin embargo, en sus esencias mas definitivas, el Renacimiento 
influye, naturalmente, en el destino de España, que se resiente a fines 
del siglo xv de cierta regresión hacia lo mudéjar, gracias al cuidado 
de los Reyes Católicos, los cuales impulsan la cultura hacia el aire re- 
novador de las nuevas corrientes. 

El humanismo penetra en la corte castellano-aragonesa, y la pro- 
pia Reina da ejemplo, estudiando Gramática con doña Beatriz Galindo, 
y haciendo venir de Italia, para educar a sus hijos, a grandes maes- 
tros como Antonio y Alessandro Geraldino, que, juntamente con otros 
humanistas extranjeros, llegados también a Castilla —Anglería, Luca 

` Marineo da Badino—, influyen decisivamente en la educación de una 
aristocracia que hermana el ejercicio de las armas con el cultivo del 
espiritu (41). I 

La cultura de las infantas doña Juana y doña Catalina merecen 
los elogios de Erasmo y de Luis Vives, mientras Pedro Mártir de An- 
glería, a quien la reina nombra «maestro de los caballeros de mi corte 
en las artes liberales», nos revela la afluencia de jóvenes nobles que 
acudían a su casa para acrecer sus saberes. I 


Los Reyes no sólo vigorizan la vida de las viejas Universidades, 
sino que crean otras nuevas, juntamente con numerosos Colegios y 


(41) Siculo y Anglería tuvieron por discípulos en letras clásicas a los personajes 
más destacados de la época, tales los arzobispos de Zaragoza y Granada, los obispos 
de Salamanca, Plasencia, Barcelona y Osma, el cardenal de: Monreal, el abad de 
Valladolid, los marqueses de los Vélez, Denia y Tarifa, los condes de Oliva y 
Tendilla, el duque de Arcos, el Condestable don Pedro de Velasco y otros muchos. 
Las damas de la corte participaron también, por el ejemplo de la Reina, en los 
estudios clásicos. Alcanzaron notoriedad en este orden Beatriz Galindo, Juana de 
Contreras, Lucía de Medrano y Francisca de Nebrija. 


121 


PABLO ALVAREZ RUBIANO 


Universidades menores, que esparcen sus ensefianzas por toda la geo- 
grafia del reino. En 1498, el propio Cisneros coloca la primera piedra 
de la Universidad de Alcalá, que años más tarde daria cima a la im- 
presión de la Biblia Poliglota (42). 

Tan vasta es en este orden la obra cultural de los Reyes, que bajo 


su reinado se fundan las Universidades de Sigüenza, Toledo, Santiago,- 


Avila y Valencia, lo que, juntamente con el extraordinario desarrollo 
de la imprenta, la difusión de la Gramática de Nebrija, que contri- 
buye a la pureza del idioma, y el florecimiento de la literatura con una 
Obra capital como la Tragicomedia de Calixto y Melibea, son el mejor 
índice para contrastar las excelencias de una política. 

La herencia artistica de este periodo es también considerable y se 
halla impregnada de un sentido de grandeza y de dignidad, reflejo 
del magno y sobrio contenido que caracteriza al célebre reinado (43). 
Especialmente la arquitectura, logra plasmar en piedra, con gran fide- 
lidad, el estilo imperial. 

Para que la semblanza sea perfecta se ha bautizado con el nombre 
de la Reina aquel estilo que representa la última fase del gótico con 
matices netamente hispánicos. Y aunque la mayoría de los artistas 
que lo cultivan son extranjeros —los Colonia, Juan Guas, Gil de Siloé, 
Copin, los Egas—, son absorbidos por el genio hispánico que está 
patente en sus obras, en los monumentos que en Avila, Segovia, en la 
ancha Castilla, pregonan a los cuatro vientos la grandeza de la más 
fecunda época de nuestra Historia. 

Las artes plásticas gozaron igualmente de protección propicia para 
su espléndido desarrollo, que se hace también extensiva a la músi- 
ca (44), originando uno de los períodos culturales más originales y 
brillantes. I 


(42) Lozoya la califica «empresa imperial de cultura lingüística y de primor 
en el arte tipográfico, que, por entonces, no seria capaz de intentar ninguna otra 
Universidad de Europa» (Ob. cit., págs. 191 y sigte.). 

(43) Reflejan claramente las manifestaciones artísticas de la época el carácter 
fundamental de esta etapa histórica, de transición y enlace de dos tipos de vida 
y cultura diferentes: el gótico, que se resiste a morir, y el clasicismo renacen- 
tista, importado de Italia. : 

(44) La música en esta época ha sido estudiada de manera documental y cien- 
tífica por el P. HIGINIO ANGLES, La música en la Corte de los Reyes Católicos, 
«I. Polifonia religiosa», Madrid, 1941. : 


122 


IV 
LA LECCION POLITICA DE LOS REYES CATOLICOS 


A) Bases para una interpretación histórica 


Al deducir la Jección politica de la entraña del reinado de los Reyes 
Católicos, hemos de sentar previamente las lineas generales que, a 
nuestro juicio, deberá ofrecer una interpretación de la Historia, a la 
luz de las modernas corrientes filosóficas e historiograficas. 

La guiebra de un orden pacifico, que tenia por base el hombre en 
si, con sola su razón, y la creencia en un progreso constante, ha im- 
puesto también el descrédito de las ideas filosófico-históricas de los 
siglos xvir y xrx, que buscaban explicar el curso de la humanidad, 
de acuerdo con pretendidas leyes rectoras. La inmensidad de la crisis 
moderna ha hecho que el hombre sienta un tremendo vacío ante: las 
sombrías perspectivas de un porvenir incierto. is 

Garcia Morente, el ilustre catedrático de la Universidad Central, 
que encontró poco antes de su muerte la luz y el consuelo de la reli- 
gión de sus mayores, nos ha referido en un memorable discurso, que 
contiene las doctrinas fundamentales del pensamiento católico ante 
la Historia (1), cómo el hombre sin Dios, encarnación de Ja soberbia 
cientifica del pasado siglo, ha vuelto los ojos hacia lo alto, para encon- 
trar en él su camino de salvación. 

De la misma manera, el pueblo español necesitó hacer acopio de 
energías, ayudado por la Providencia divina, para encontrar el cami- 
no de su verdadera Historia, enraizada en el destino común de la 
cristiandad. Nuestra historia más próxima, tibia aún de dolorosas 
memorias, es un ejemplo que nos muestra palpablemente un designio 
providencialista en el acontecer histórico, que nos redime de los errores 


(1) MANUEL GARCÍA MORENTE, Ideas para una Filosofía de la Historia de España 
(Universidad de Madrid. Discurso correspondiente a la apertura del curso acadé- 
mico 1942-1943, Madrid, 1942). Nueva edición, Madrid, 1943. Reproducido también 
en su obra Idea de la hispanidad, 3.4 edición, Madrid, 1947. 


125 


PABLO ALVAREZ RUBIANO 
y de la desnuda aridez del racionalismo, incapaz de alumbrarnos nin- 
gun horizonte en las grandes épocas de crisis, cuando el espiritu se 
siente sobrecogido ante la inestabilidad de las instituciones y de la 
propia vida. 

Entonces se advierte claramente lo aventurado que resulta para 
el hombre querer señalar cauces al destino de la humanidad y la fala- 
cia de la razón para aprisionar, con su frágil lógica, los imprevisibles 
e inescrutables hechos de la historia. Como dice Garcia Morente: «Sus- 
tituir la Providencia divina, con su dimensión de infinita fecundidad, 
por un esquema racional más o menos ingenioso, es como matar la 
vida o como reducir a geometría la riquísima variedad de las formas 
naturales. Por amplias y flexibles que sean las mallas del esquema 
racional, nunca podrán caber en ellas las inimaginables posibilidades 
que nos ofrece la realidad histórica» (2). 

En este criterio del ilustre filósofo se encuentran los elementos 
necesarios para fundamentar una posición que, aceptando como base 
suprema de toda humana interpretación el providencialismo histórico, 
nos permita utilizar los dones de la inteligencia, que recibimos de Dios, 
para el esclarecimiento de los hechos, hasta allí donde la razón humana 
pueda alcanzar, deduciendo del pasado de cada pueblo su posible pro- 
yección histórica, que es el contenido propio, sin más vanidades ridícu- . 
las, de la Filosofía de la Historia. 

Con esta guía, que nos abre un camino de seguridades, podemos 
remontar el hilo de la peripecia del pueblo español en el pasado, bus- 
cando en lo más intimo de su esencia, de lo que le da carácter, estilo, 
personalidad y le diferencia de otros pueblos, su razón de ser en el 
futuro, sus posibilidades de pervivencia para cumplir la misión a que 
ha sido destinado por Dios. 

Y una tal Filosofía de la Historia de España nos obliga a inquirir 
la esencia de lo español, que ha sido definido con indudable fortuna 
por una palabra de hondas resonancias espirituales: Hispanidad (3). 


(2) Morente, Ob. cit., pág. Is. 

(3) RAMIRO DE MAEZTU, Defensa de la hispanidad (Madrid, 1934); MANUEL 
Garcia MORENTE, Idea de la hispanidad (Buenos Aires, 1938; 3.2 edición, Madrid, 
1947) ; JUAN FRANCISCO YELA UTRILLA, El problema de la Hispanidad («Revista de 
la Universidad de Oviedo», 1941, págs. 5-29); ANTONIO J, GUTIÉRREZ MARTÍN, ¿Qué 
es la Hispanidad? («Ejército», Madrid, 1941, págs. 27-29); LUIS MARICHALAR, VIZ- 
CONDE DE EZA, El concepto de Hispanidad (Conferencia, Madrid, 1942) ; Jost IGNACIO 


126- 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


Es indudable que la idea hispanica aparece en germen, forman- 
dose en nuestra historia mas remota, pero adquiere madurez y signi- 
ficación durante el reinado de los Reyes Católicos, cuando el alma 
española se desborda por el ancho mundo e imprime en la historia la 
huella de un estilo de vida y civilización peculiares, que constituyen 
todavía hoy una reserva moral de incalculable eficacia para el mundo 
atribulado de nuestros días. 

Bajo Isabel y Fernando, la idea española se hace dinámica y se 
vierte hacia fuera con un impulso genético de asombrosa fecundidad. 
España se convierte en creadora de pueblos, en hacedora de historia. 

Y al hacer historia y crear nuevos pueblos, lo hace a su imagen y 
semejanza, como una parábola de la voluntad divina, y les da su len- 
gua, su religión, su cultura, su arte, su espiritu. Es maravillosa la 
aportación del hombre español en esta hora crucial de nuestra histo- 
ria, animada de-increibles e insospechadas energías. 

Pero no cabe considerarlo aisladamente, porque ha nacido dentro 
de una colectividad, recibiendo su esencia, su estilo, su alma; de 
modo, que al materializar en obras de arte, de cultura o de fe su yo 
creador, está influido de la sustancia de su propio pueblo, en el que 
también influye, a su vez, como artista o como cientifico. La historia 
de un pueblo quedaria incompleta si se desgajara de ella todo cuanto 
ha creado el hombre en el campo de las Bellas Artes o de la ciencia, 
ya que un excesivo afán de especialización nos conduciría a fragmen- 
tar el contenido de la historia, cuya visión auténtica sólo es posible 
contemplándola en su conjunto, concibiéndola en su unidad, y única- 
mente asi, nos dará la medida de su grandeza. 

De ahí que, en rigor científico, consideremos equivocada la idea 
de una historia del arte español, del derecho, de la filosofía o de la 
economía, aunque sea defendible su existencia por necesidades peda- 
gógicas, puesto que la historia de las instituciones, de las artes, y, en 


ESCOBAR, MARQUÉS DE LAS MARIsMAS, La Hispanidad ante el actual momento his- 
tórico («Revista de Estudios Políticos», Madrid, 1943, págs. 163-178); B. W. DIFFIE, 
The ideology of Hispanidad («Mid-America. An historical review», Chicago, 1943, 
páginas 457-482); SANTIAGO ANDRÉS ZAPATERO, Del Imperio Español a la Hispani- 
dad. Breves reflexiones sobre' la historia imperial de España (Barcelona, 1950) ; 
F. Mayán FERNÁNDEZ, El sino de la hispanidad. Análisis de las fuerzas ideales y 
de los fundamentos de la actuación de España en el mundo (Madrid, 1943); PIERRE 
Jorrt, Initiation à Espagne. Espagne, Hispanité, Chrétienté (Barcelona, 1945); 
RAFAEL GIL SERRANO, Nueva visión de la Hispanidad (Madrid, 1947). 


127 


PABLO ÁLVAREZ RUBIANO 


general, de cualquier manifestación de la cultura española, forma parte 
esencial e integrante de la historia general de España. 


B) El ejemplo perdurable 


Hemos estudiado en sus aspectos más salientes el reinado de los 
Reyes Católicos, señalando su trascendental importancia para el curso 
de la historia de nuestro pueblo. Y aunque. lo hayamos tratado alguna 
vez de pasada, nos toca ahondar ahora en las causas que hicieron 
posible el triunfo de una política que enderezó el rumbo incierto, casi 
catastrófico, de un estado medieval; fundió en una unidad orgánica 
la España fragmentada y dividida, y la adentró con sentido nacional 
en el libro de la historia de la humanidad, de cuyo destino fué árbi- 
tro, sostén y guía durante siglos. oo 

La primera causa de esta honda y radical transformación, y la más 
visible a nuestros ojos, es el propio genio político de los Reyes Ca- 
tólicos. i 

Pero esto sentado, y después de valorar como se deben las grandes 
virtudes de gobernante de los Reyes —el talento, la sensibilidad, el 
tenaz empeño, la humana discreción de Isabel; la sagacidad, la inteli- 
gencia, la resolución y diplomacia de Fernando—, después de esto, 
como digo, debemos aludir a la otra causa fundamental de la grandeza 
española, las virtudes raciales del pueblo, cuando éste se siente go- 
bernado por una mente clara, por una inteligencia superior, por una 
voluntad recta. i 

Hemos contemplado al pueblo de Castilla hundido en una abyección 
general, bajo un rey incapaz y débil, como Enrique IV, y, sin embargo, 
en la misma generación, este mismo pueblo se eleva a las cumbres del 
heroismo. 

Enrique IV no encuentra ningún capitán que prosiga las campañas 
de la Reconquista, ningún talento organizador que ponga orden en 
el viejo solar castellano. 

Los Reyes Católicos, después de pacificar el reino con una serie. 
de sabias medidas, con una politica reflexiva y madura, de cuyo 
desarrollo hemos hecho ya una exégesis amplia, organizan el ejército 
que había de dar un feliz remate a la obra de la Reconquista. 


128 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


El hecho en si, sin otro anàlisis, pudiera darnos la impresión de 
que algo milagroso se ha producido. Sin embargo, los Reyes Católicos, 
de innegables y excepcionales condiciones politicas, no poseian vir- 
tudes taumaturgicas. Los Gonzalo de Córdoba, los Cisneros, los secre- 
tarios y consejeros eminentes, no fueron creación suya, sino su hallazgo. 
He aqui la lección politica que nos ofrecen: España es un pueblo 
capaz, dúctil, gobernable, y en su masa se dan con frecuencia las indi- 
vidualidades poderosas que, bien orientadas, pueden rendir ingentes 
servicios. 

Recordemos cómo en épocas difíciles para el porvenir de Roma, los 
grandes emperadores españoles —Trajano, Adriano, Teodosio— die- 
ron nueva savia al Imperio, mientras que el genio filosófico del cordo- 
bés Séneca, del poeta Lucano, del satírico Marcial, del retórico Quinti- 
liano, elevaban la cultura y el espíritu de la sociedad romana. En 
ellos alentaba el genio y la vitalidad de una raza robusta, que se mani- 
fiesta, paralelamente, en los momentos culminantes de muestra historia: 
bajo los Reyes Católicos; en la conquista y civilización de América; en 
el siglo áureo de nuestras letras; en la epopeya de la Independencia. 

Pero pueblo también de contrastes, de posiciones extremas, cuando le 
falla la clase directora, cuando no le animan grandes ideales, suele caer 
en la indolencia, en la desgana espiritual, en un conformismo fatalista, 
de abrumadoras y metafísicas resonancias. 

Hace falta para que el alma colectiva de nuestro pueblo esté abierta 
a todas las posibilidades del humano destino, que sus mentes rectoras 
se coloquen a la altura de su fuerza latente, lo que no ha ocurrido, con 
la permanencia requerida, a lo largo de la historia de España. Asi como 
hay naciones que encuentran para cada momento de su historia al polí- 
tico adecuado, a veces poco brillante, pero efectivo, nuestro pueblo ha 
caminado con harta frecuencia a la deriva, por carecer de un guía capaz 
que le orientara y le condujese por el buen camino. Veamos, pues, las 
cualidades que debe reunir ese gobernante, a la luz de la llama viva, 
inextinguible y eterna, que encendieron, con su ejemplo,.los Reyes 
Católicos. l ; i 

En el absolutismo monárquico, el príncipe es el astro alrededor del 
cual giran los diversos elementos que integran la máquina del Estado. 
Por algún tiempo, y algunos tratadistas, túvose a Fernando el Católico 
como el prototipo del Principe de Maquiavelo. Pero sin negar que algu- 


129 


PABLO ALVAREZ RUBIANO 


nas de las virtudes que atribuye el célebre escritor florentino a su pro- 
totipo ideal de hombre de gobierno, las poseía en grado sumo el monarca 
aragonés, éste es mas bien la antitesis del principe imaginado por Ma- 
quiavelo: inmoral, racionalista, moviéndose siempre a impulsos de 
motivaciones materiales. s: I 

Es en el héroe de Baltasar Gracián o de Saavedra Fajardo (4), donde 
hay que buscar la imagen del mejor rey de España, según le calificó un 
maestro de historiadores, el príncipe sometido a la ley de Dios, que cifra 
en la defensa de la fe el más alto de sus ideales políticos. 

Salvando la enorme distancia histórica, el estadista cristiano de nues- 
tros grandes moralistas, y, en su proyección humana, el que encarnó en 
vida Fernando el Católico, tienen una vigencia ejemplar para cualquier 
gobernante de nuestro tiempo. 

El político ha de estar sometido constantemente, sin posible pausa, a 
las exigencias de su cargo, como lo estuvieron Fernando e Isabel a la 
servidumbre del oficio de rey, oficio duro e ingrato si los hay, que 
demanda la total entrega, la anulación de la persona al servicio del 
ideal: profesado con fe y con conciencia de sus deberes y de su respon- 
sabilidad. ¡Que se dé con exceso a su sagrada misión de gobernar con 
tino la nave de su pueblo, como Carlos V, de actividad incansable, pero 
prematuramente vencido por la fatiga; como Felipe II, Rey burócrata y 
sedentario por excelencia; antes que descargar sobre otros hombros 
la responsabilidad que sólo pesa sobre él; antes que pecar por defecto 
o por inadmisible defección! 

Tal es la ineludible exigencia que los Reyes Católicos tuvieron 


(4) Destacamos de la abundante bibliografía en torno a nuestros dos grandes 
moralistas y tratadistas políticos, con referencia al primero la obra, ya mencionada, 
de FERRARI, Fernando el Católico en Baltasar Gracián, y del segundo la de SABINO 
ALONSO-FuEYO, Saavedra Fajardo. El hombre y su filosofía (Valencia, 1949), plena 
de sugerencias y motivaciones derivadas, con finura de análisis, de la producción 
del gran escritor. A nuestra literatura política del siglo de oro preocupó conside- 
$ el problema de las cualidades y condiciones del hombre político (vid. 
recientemente ha sido editada la obra de FADRIQUE FURIÓ CERIOL, El Concejo y 
Consejeros del Principe (edición, introducción y notas por Diego Sevilla Andrés, 
Valencia, 1952), a cuya materia consagra los capítulos II, «Del Consejero y princi- 
palmente de sus calidades en quanto al alma» (págs. 119-150), III, «De las calidades 
del Consejero en quanto al cuerpo» (págs. 151-7) y IV, «De la eleción del Conse- 
jero» (págs. 158-69). Para el estudio teórico de la cuestión pueden utilizarse las 
obras de ORTEGA Y GASSET, Mirabeau o el Político (Obras completas, III); LEOPOLDO 
EULOGIO PALACIOS, Prudencia Política (Madrid, 1945); Donoso Cortts, etc. 


130 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


siempre presente a lo largo de su vida, y cuya virtud heredaron 
los dos primeros monarcas de la hegemonia de la Casa de Aus- 
tria; y en el espejo de esta dedicación ininterrumpida, ardua, tenaz, 
con la santa obsesión del cumplimiento de las regias obligaciones, debe 
poner su mira más alta el gobernante .a quien la Providencia le con- 
ceda la enorme y dificil tarea de conducir y regir el destino de la 
patria. 

Lección también de incalculable eficacia, donde acaso radique la 
virtud politica mas sutil, la ofrecen con indelebles caracteres nuestros 
Reyes Católicos en la perspicacia, en el tino con que saben escoger a 
los que han de auxiliarles en la pesada tarea de gobernar el Estado. 
Isabel y Fernando escogen siempre al más apto, al más capaz, al más 
honrado. No suelen seleccionar en el estrecho círculo de la corte, donde 
no es fácil hallar el mérito, bajo la capa ostentosa de la adulación, 
sino en los Colegios Mayores, en las Universidades, en la paz de los 
claustros, refugio de sabiduría, en los campos de batalla, iroquel del 
verdadero soldado. 

Así encuentran a secretarios que son modelo de competencia, letra- 
dos anónimos, hidalgos de poco más o menos, pero eficacisimos instru- 
mentos para llevar adelante la compleja dirección del Imperio. Y elevan 
desde su recoleto retiro conventual a las más altas dignidades, con- 
virtiéndolo en el colaborador eminente de su obra política, a un humilde 
fraile franciscano, que conquistaría un puesto en la historia con el 
nombre de Cardenal Cisneros. Y ponen al servicio de su ideal imperial, 
como capitán de las campañas italianas, a un soldado valeroso, pero 
todavía sin relieve, que será célebre en el orbe entero por sus hazañas 
y por sus geniales concepciones estratégicas. 

En ocasiones, ni siquiera conocen al hombre que encumbran, o 
no se encuentra éste en el círculo de sus simpatías, pero los Reyes 
no advierten más que sus cualidades para el cargo, su capacidad. 
Sabido es cuán intemperante le resultaba a don Fernando la figura del 
Cardenal, con su rigidez, con su absorbente autoritarismo; y cuán in- 
tolerables son, para el gusto sobrio de los monarcas, las maneras 
altivas, el brillo barroco del Gran Capitán; pero ambos son preciosos 
colaboradores para los fines del Estado, y soportan sus defectos por- 
que valen más sus virtudes. 

Pero, en general, los hombres que merecen la confianza de los 


131 


sN 


PABLO ÁLVAREZ RUBIANO 


Reyes, se sienten arrastrados por su ejemplo y se entregan sin vaci- 
laciones, sin reservas, como atraidos por una radiación magnética a 
la causa presidida por la Corona, poniendo en ella un afán de supe- 
ración, una voluntad y una inquebrantable constaacla para la defensa 
de los grandes intereses nacionales. 

La fe que alienta en los soberanos es la que inflama el corazón de 
los súbditos; el ideal de los Reyes llena también la vida del pueblo, 
que afirma en el ambiente de la gran época la huella poderosa de su 
genio. Dice bien un ilustre historiador, comentando el hecho: <Encon- 
traron siempre las personas que necesitaban, porque supieron crear 
un ambiente propicio a la germinacién de las mas excelsas cualidades 
humanas. Es el ambiente el que hace a los hombres y los gasta, y el 
que sepa ofrecer una tarea no dejará nunca de encontrar quien se la 
sirva. Las individualidades poderosas capaces de todo lo noble y gran- 
de, duermen cuando no encuentran ambiente propicio para desarro- 
llarse. Acaso entre aquella multitud amorfa de una generación que no 
encontró quien le ofreciera un ideal, había grandes políticos e insig- 
nes generales, poetas y músicos excelsos, que no encontraron el agui- 
jón y el estímulo de un príncipe y de una corte. Pero hay en los 
auxiliares de los Reyes Católicos, algo que en vano encontraríamos 
en los palacios cuatrocentistas. Hay un callado entusiasmo, una con- 
sagración al ideal colectivo, a la gran empresa de todos, que Isabel 
ha sabido encender en el corazón de todos cuantos le rodean. La reina 
no verá nunca en sus auxiliares, en sus amigos, el instrumento que 
se arroja una vez que se ha utilizado. Les ama y es amada por ellos. . 
No es ya aqui la supremacía del principe que elige y desecha sus 
instrumentos, sino la compenetración de todos, reina y vasallos, en el 
gran deber común» (5). 

Ningún ejemplo más aleccionador para nosotros. ver cómo una 
generación que se consume en internas luchas es capaz de levantar 
su espíritu hacia lo alto y descubrir que esta honda transformación 
se produce porque el pueblo español ha encontrado en la épica de la 
Reconquista, las campañas de Italia, el Descubrimiento y la expansión 
mundial del cristianismo, el poderoso motor de su existencia histórica. 

Una sociedad como la de Enrique IV, desunida por las diferencias de 


(5) MARQUÉS DE Lozoya, Ob. cit., págs. 57 y siguiente. 


132 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATOLICOS 


raza, de religión y de cultura, no puede tener ideales colectivos, no 


puede tener siquiera ideales, y el materialismo sólo conduce a la 
desesperación y al aniquilamiento. 


El pueblo tuvo fe en la justicia de los Reyes y sintió una interna 
satisfacción, porque es valedero para todas las épocas históricas que 
la corrupción de una sociedad ha comenzado siempre por las clases 
que la dirigen. 

Para realizar su maravillosa y fecunda obra politica, los Reyes 
Católicos no sólo tienen un cabal conocimiento de los hombres que les 
auxilian en el desenvolvimiento de los fines del Estado, sino también 
de las tierras españolas con toda su peculiar y multiforme variedad. 
Y de la misma manera que aprovechan las condiciones, la capacidad 
y la inteligencia de los primeros, con una perfecta adecuación a las 
funciones que les atribuyen, tienen en cuenta también las realidades 
geográficas, las costumbres y el derecho propio de cada región, para 
ensamblarlas en la unidad de la patria, para acomodarlas a la politica 
general del reino, sin violentar sus privativas esencias. También aqui 
los Reyes Católicos ofrecen a la posteridad una perdurable lección. 
Ni centralismo rigido ni antagonismos regionalistas, sino el reforza- 
miento del poder nacional respetando y favoreciendo el impulso vital 
de los elementos territoriales y politicos que constituyen el armazón 
del Estado. 

Los Reyes Católicos conocieron y amaron profundamente a España. 
El amor fué el acicate que espoleó sus claros talentos, para llevar a 
su pueblo a los más altos y gloriosos destinos, mientras que el exacto 
conocimiento del pais, que recorrieron incansablemente, reiterada- 
mente, les dió la medida de su fortaleza. De este hecho nace la armo- 
nia politica del reinado, el imponderable equilibrio de la fuerza interior 


133 


PABLO ÁLVAREZ RUBIANO 


y su proyección más allá de las fronteras. No se acomete ninguna em- 
presa, ninguna aventura de orden internacional, que no se halle apo- 
yada en las reservas económicas, humanas y espirituales de la nación. 
Cuando en los reinados posteriores se altera este equilibrio, con una 
expansión internacional que excede de las posibilidades patrias, no 
obstante ser: una muestra del heroísmo y de la vitalidad de la raza, 
entonces se aprecia aun más, en todo su inmenso valor, la prudencia 
de los monarcas católicos, que puede servir de modelo para el gobier- 
no de un' pueblo. 

Y si en el orden exterior obraban con tanta cautela, aunque sus 
realizaciones tuvieran hondas y extraordinarias resonancias históri- 
cas, en el gobierno interior extremaron si cabe la ponderación, con 
tan sabias medidas, que logran transformar el país sin alterar sensi- 
blemente su contextura orgánica, sin reducir los derechos y las liber- 
tades de cada uno de los reinos que ellos integraron en una unidad 
superior, haciéndoles participes, solidarios, de los grandes ideales que 
encarnan en la nueva nacionalidad. Es un ejemplo revelador, frente a 
la aparatosa populacheria de la demagogia, de que pueden llevarse 
a cabo las más sublimes empresas, tanto en el orden material 
como en el del espíritu, por cauces normales; de que son hacederos 
los cambios más profundos en una nación sin contrariar sus consus- 
tanciales esencias; de que la adhesión de un pueblo se conquista con 
una politica honrada, realista, que le muestre caminos difíciles, pero 
asequibles; de que el heroismo colectivo se estimula con la propia 
virtud del gobernante. 


$ + & 


Los grandes hechos históricos que jalonan con eterna gloria el 
reinado de los Reyes Católicos, habianse cumplido ya a la muerte de 
la Reina, acaecida en Medina del Campo el día 26-de noviembre de 1504. 

El peso de las desgracias familiares había quebrantado aquel tem- 
ple excepcional de su espiritu, que soportó con cristiana resignación 
la pérdida del primogénito Juan, la de su nieto Miguel, que parecía 
destinado a reinar bajo un solo cetro sobre todas las tierras peninsu- 
lares; la de su amada hija Isabel, y las desdichas mentales de doña 
Juana. Pero tanto infortunio reunido acabó por minar la delicada 
naturaleza de Isabel, que todavía sacó fuerzas de flaqueza, durante 


134 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATÓLICOS 


su enfermedad, para cumplir el último de sus deberes como Reina y 
como fundadora de España: su testamento politico (6). 

¡Con qué visión profética señala en él a sus herederos el rumbo 
que convenia a nuestros intereses nacionales, aconsejando la perma- 
nente defensa de Gibraltar, llave del Mediterraneo y de las posesiones 
en Africa, necesarias para salvaguardar nuestras fronteras marítimas! 
¡Cuánto amor hay en las preocupaciones sociales, fijando cómo debian 
de ser tratados los indios, aquellos súbditos lejanos del Imperio! ¡Qué 
intuición la suya al considerar el futuro de España girando en torno 
a Africa y a América, como una constante histórica! 

Años más tarde completaría don Fernando, con el suyo (7), satu- 
rado de sabias y sagaces concepciones políticas, todo un programa, 
desgraciadamente incumplido, para el futuro histórico de nuestra 
patria. 

La muerte de la Reina llenó de luto a su pueblo, cayó sobre la gente 
hispánica como una sombra funesta, llena de estremecidos augurios. 
Su consecuencia inmediata fué la separación de los dos reinos, que 
había ligado el matrimonio de Isabel y Fernando bajo una -unidad 
de destino histórico, que simbolizó el escudo imperial, con el yugo 
— imagen fundidora— y las flechas apuntando a lo alto. 

Deshecha la unión, rebrotan en Castilla los odios y las rencillas 
cortesanas, que se concitan contra la persona del monarca, obligándole 
a desentenderse por completo de este reino y a recluirse en su estado 
solariego. 

_ El éxodo de don Fernando, menospreciado por el despecho de 
algunos nobles, a través de las tierras castellanas, casi como una som- 
bra huidiza, puso a prueba el temple maravilloso de su alma. 

Frente a la hostilidad que se observa hacia su obra política por 
parte de Felipe el Hermoso, contra el ataque de las cancillerías que lo 
creen definitivamente vencido como gran figura del escenario diplo- 
mático de Europa, se yergue el rey aragonés con todo su genio, con el 
vigor, la sagacidad y la decisión de sus mejores liempos, desbordando 
las maquinaciones de sus enemigos. Su mismo matrimonio con Ger- 
mana de Foix tiene un sentido político, porque necesitaba construir 


(6) GÓMEZ DE MERCADO, Ob. cit. 
(7) DOUSSINAGUE, El testamento politico de Fernando el Católico (Madrid). 


135 


PABLO ÁLVAREZ RUBIANO 


nuevos cimientos, allegarse amigos, tener una firme base diplomática, 
para rehacer su prestigio, al tiempo que el Gran Capitán señala el 
poder de su ejército con sus campañas victoriosas de Italia. 

Muerto Felipe I vuelve a Castilla como Regente y endereza otra 
vez, honrado y venerado por todos, el destino de España y del Imperio. 

Llegó también el fin de la extraordinaria vida del gran monarca, 
representante con su esposa Isabel del momento estelar de nuestra 
patria, y ejemplo imperecedero de gobernantes. Su fidelidad a Isabel, 
a lo que ambos encarnaron en su vida privada e intima y en su dila- 
tada y fecunda obra histórica, a lo largo de un reinado de más de cua- 
renta años, se refleja con honda poesia en su testamento, cuando 
expresa su voluntad de ser enterrado al lado de su primera esposa. 

La lección politica que los Reyes Católicos nos legaron con su obra, 
cuya importancia ha sido especialmente glosada en las recientes efemé- 
rides, alcanza para nosotros una particular significación, al ponerla 
de relieve en este Paraninfo de la Universidad fundada por don Fer- 
nando. Nos trae el recuerdo de un período floreciente de la historia 
de Valencia, que otro rey aragonés, don Jaime, recobró para el cristia- 
nismo, adquiriendo un impulso, una personalidad de gran urbe, con 
su ventana abierta al mar de la cultura, con su raíces burguesas y 
gustos nobiliarios, que los catalanes y aragoneses imprimieron en su 
alma, adormecida por el refinamiento del mundo fabuloso de los 
árabes. 

Valencia participa del esplendor de esta gran época, en la que sirve 
de nexo entre Aragón y Castilla, entre la sequedad espiritual de las 
tierras austeras de la Meseta y las corrientes de cultura que llegan 
por el Mediterráneo. Dos de sus hijos brillan con su poderosa inteli- 
gencia más allá de las fronteras nacionales: el Papa Alejandro VI, 
que colabora en la obra imperial de los Reyes Católicos, y Luis Vives, 
nuestro gran filósofo, que esparce la luz de su sabiduría por el ancho 
mundo, como un adalid más del Imperio, mientras que en el orden 
arquitectónico, pregonando su eterna grandeza, se construye San Mi- 
guel de los Reyes, con su imponente y sobria traza, y la Lonja, que 
eleva hacia lo alto toda su rotunda y maravillosa belleza gótica. 

Como resumen de esta larga disertación, que es pórtico del nuevo 
curso académico, pero también una ofrenda, modesta porque proviene 
del último de los claustrales, aunque significativa en cuanto aspira 


136 


LA LECCIÓN POLÍTICA DE LOS REYES CATOLICOS 


a interpretar el sentir de la Universidad, podriamos subrayar la sin- 
tesis ejemplar, la lección de optimismo y de fe que representa para 
nosotros la política de los Reyes Católicos, ya que nos demuestra 
que aun en las circunstancias mas aciagas el pueblo espanol guarda 
un tesoro de energia, que, encauzado por manos expertas, puede su- 
perar todos los obstaculos que se opongan en el camino de su grandeza 


historica. 


HE DICHO 


137 


EL PRESENTE FASCICULO, CUADER- 
NO I DEL VOLUMEN XXVI DE ANALES 
DE LA UNIVERSIDAD DE VALENCIA, 
CORRESPONDIENTE AL CURSO 1952-53, 
DEDICADO A FILOSOFIA Y LETRAS, 
FUE TERMINADO DE IMPRIMIR EN LA 
TIPOGRAFIA MODERNA, DE LA CIUDAD 
DE VALENCIA, EL DIA 1.2 DE OCTUBRE 
DE 1952, FIESTA NACIONAL CONMEMO- 
RATIVA DEL DIA DEL CAUDILLO. 


LAUS & DEO